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La democracia de los ningunos

hace 8 horas
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  • La democracia de los ningunos
  • La democracia de los ningunos

Por María Bibiana Botero Carrera - @mariabbotero

La más reciente encuesta Polimétrica no muestra un país dividido entre izquierda y derecha, sino entre quienes aún creen en la política y quienes ya no. El dato más elocuente: el 45 % de los colombianos no se identifica con ningún partido. Y el otro: frente a casi todos los posibles candidatos, la respuesta más frecuente es “ninguno”.

Esa palabra —ninguno— resume el momento político del país. Somos una democracia de los ningunos: de quienes no encuentran una voz que los represente, de quienes dejaron de confiar, de quienes ya no esperan demasiado de los líderes ni de las instituciones. No es apatía, es cansancio. La gente no se desconectó porque no le importe, sino porque se cansó de que nada cambie, de que la política siga girando sobre sí misma mientras la vida cotidiana se encarece, se complica y se llena de incertidumbre.

Es la nuestra una democracia sin partidos, donde los ciudadanos se mueven más por causas que por estructuras. La defensa del medioambiente, la igualdad, la educación o la seguridad ya no se hace bajo banderas partidistas. Lo emocional desplazó a lo ideológico. Mientras tanto, los partidos siguen encerrados en sus dinámicas internas, más preocupados por sobrevivir que por conectar con la sociedad que dicen representar.

El problema no es solo de los políticos, sino de todo el sistema. El tiempo de la política va por un carril distinto al tiempo de las personas. Mientras la primera se enreda en cálculos y egos, la ciudadanía busca soluciones rápidas y sentido de futuro. Esa desconexión —ese desfase— explica por qué crece la indiferencia, por qué cada elección se parece más a una obligación que a una esperanza.

La paradoja es que, en medio de la fatiga, sigue habiendo una gran energía ciudadana. Los colombianos se movilizan, opinan, reclaman. Pero lo hacen fuera de los partidos, de las instituciones, como si fuera una forma de defensa frente a un sistema que les habla, pero no los escucha.

Reconstruir la confianza democrática pasa por rescatar la política como herramienta para transformar las causas en cambios reales: volver a hablar de educación sin ideologías, de empleo sin clientelismo, de seguridad sin estigmas. Si la política no recupera su capacidad de representar y de convocar, los ciudadanos seguirán eligiendo entre la rabia y la abstención.

El mayor riesgo no es el populismo, es la indiferencia. Porque cuando la mayoría siente que nada cambia, cualquier extremo puede parecer alternativa. La democracia de los ningunos es una alerta: urge reformar la política para que vuelva a representar, inspirar y unir.

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