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El “remake” del Inútil

hace 3 horas
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Por María Clara Posada Caicedo - @MaclaPosada

Estaba yo en el colegio cuando salió al aire El Inútil. Una novela que, como su nombre lo sugería, relataba la historia de un personaje vano y estorboso. Un parásito que solo brillaba por causar problemas y que en su propio desconcierto arrastraba a los demás hacia el caos.

Hoy, sin que lo haya pedido ninguna productora, Colombia recrea una versión política de aquella novela que protagonizaba Julián Arango. La nueva temporada se llama El Inútil 2.0, y es Gustavo Petro, el protagonista estelar.

Petro ha comprobado que hasta para hacer daño se necesita disciplina. Y eso es precisamente lo que le falta. Su vida es la antítesis del colombiano promedio: mientras millones se levantan a trabajar, honran a sus familias y sobreviven con el esfuerzo derivado de sus capacidades; él encarna la pereza, el desorden, el delirio ideológico y una bohemia sin sustancia del hippie seductor de chimenea de los 60, al que los años le pasaron factura. Paradójicamente para él, Petro representa al hijo que ningún colombiano quisiera criar.

Y es que esa ha sido su vida desde siempre. Una cadena de frustraciones adornada con mentiras. Un guerrillero raso en su juventud, jamás fue comandante del grupo delincuencial M-19 ni artífice de ninguna gesta. Como lo ha dicho Carlos Alfonso Lucio, ni Bateman lo conoció, ni los suyos lo reconocen. Tampoco fue parte de la Constituyente. No hay rastro, testimonio, foto. No existía.

Como alcalde de Bogotá, no hizo nada. Su paso por el Palacio Liévano fue el reino de la improvisación: promesas convertidas en excusas, proyectos enredados en lírica y caos, sobre todo caos.

Como presidente, su sueño delirante de liderazgo continental fue más bien una pesadilla para su ego. Nadie cita sus discursos. Nadie lo invita. Nadie lo sigue. Solo se le conoce por unas fotos bochornosas en Panamá y por el testimonio público de su ex canciller que lo retrata como un hombre con severas dificultades personales. A diferencia de Lula, Bachelet o Mujica -referentes progresistas de los que, aunque en las antípodas ideológicas, logro reconocer se relevancia- Petro es un charlatán atrapado en el cuerpo de un jefe de Estado.

Según la última encuesta de Invamer, el 77% de los colombianos cree que el país va por mal camino. Nadie tiene esperanzas en Petro. Y sin embargo, como buen inútil con iniciativa, no se rinde. Cual vendedor con espejos, ofrece humo a quien quiera escuchar. Habla de revolución, de consulta, de constituyente, de enemigos imaginarios. Pero no construye, no ejecuta, no lidera. Solo estorba. Es lo que en mi casa dirían una finca sin agua. Un encarte.

Está tensando el sistema no porque tenga un proyecto, sino porque necesita PLATA desesperadamente, oxígeno de impunidad. Sabe que lo aguarda el repudio y, muy probablemente, la cárcel. Por eso no cesa en su intento de incendiarlo todo. Pero ni para eso sirve: porque incluso para destruir se necesita método.

Es un ególatra caduco. Pero ojo, y aquí entramos nosotros. Que su evidente decadencia no nos adormezca. Un inútil con poder sigue siendo un peligro. La historia está llena de ejemplos. Por eso debemos resistir: exigir a las instituciones que cumplan, seguir los movimientos de dinero, garantizar que haya elecciones libres en 2026, y, sobre todo, ganar. El antipetro que llegue no debe ser una figura tibia ni improvisada, sino una alternativa clara, probada, coherente, que derrote el modelo y reconstruya la patria..

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