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Por Ernesto Ochoa Moreno - ochoaernesto18@gmail.com
El escándalo de los últimos días que mantiene convulso al país, me da pie para refugiarme en dos refranes que tal vez me ayuden a no perder la calma. Los proverbios son eso y para eso: pastillas de sabiduría para tomar cuando la serenidad y el buen juicio se pierden.
El primer refrán, en referencia a la confrontación entre Petro y Benedetti, es aquel que reza “Dios los cría y ellos se juntan”. Que ni siquiera pide uno que se lo expliquen, sino que se entiende fácilmente y cae como anillo al dedo en la ocasión. Habrá que esperar que se conozcan las verdades o mentiras que encierra u oculta el episodio para descubrir que hay detrás de todo.
El segundo, que sirve para intentar sacar una lección de la ocurrido es bello: “Al buen callar llaman Sancho”, y está consagrado en el Quijote, advirtiendo que debe estar escrito así, sin la coma de un inexistente vocativo (Al buen callar llaman, Sancho), como a veces se ha pervertido su enunciado. No es que a Sancho se le convoque a que calle, sino que Sancho se considera él mismo un paradigma del prudente silencio. Léase, entonces, sin esa coma: “Al buen callar llaman Sancho”.
El refrán aparece en el capítulo 43 de la II parte del Quijote. Sancho se deja venir con una letanía de refranes que enfurece a don Quijote. “Oh, maldito seas de Dios, Sancho. Sesenta mil satanases te lleven a ti y a tus refranes...” Sancho replica: “¿A qué diablos se pudre de que yo me sirva de mi hacienda, que ninguna otra tengo, ni otro caudal alguno, sino refranes y más refranes? Y ahora se me ofrecen cuatro que venían aquí pintiparados, o como peras en tabaque, pero no los diré, porque al buen callar llaman Sancho”. “Ese Sancho no eres tú -replicó don Quijote-; porque no solo no eres buen callar, sino mal hablar y mal porfiar”.
Para algunos, el mencionado refrán nace del silencio que guardó Sancho II, el Fuerte, cuando su padre, Fernando I, muerto en 1067, repartió sus estados entre sus hijos, sin cedérselos a él como primogénito. Pero sobre todo cuando en el lecho de muerte maldijo a quien osara quitar la ciudad de Zamora a su hija doña Urraca, la amante secreta de Don Rodrigo. Hay un romance del Cid, que reza: “Quien te la quitare, hija/ la mi maldición le caiga/. Amén, amén dicen todos/ si no es don Sancho que calla”. Este, que muere precisamente en el sitio de Zamora en 1072, parece ser, pues, el Sancho del refrán.
El dicho aparece ya en el libro Refranes famosísimos y provechosos, impreso en Burgos en 1515. En la colección de Refranes de Mosén Pedro Vallés (Zaragoza, 1549) se lee “al buen callar llaman saggio”, que es “sabio”, en italiano, de donde también la versión “al buen callar llaman sage”, que es sabio en francés y en español antiguo, y así aparece en el escrito apócrifo El buscapié, que se atribuye precisamente a Cervantes. En el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán se lee: “Al buen callar llaman santo”.
En fin, que lo mejor es callar, por ahora. En boca cerrada no entra mosca.