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Poder y decencia

La decencia es un postulado universal de conducta. Ésta no puede ser el fruto de la simple opinión, sino de esquemas de comportamiento individuales, que sumados, permiten identificar, por ejemplo, un gobierno como decente”.

28 de julio de 2023
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  • Poder y decencia

Por Luis Fernando Álvarez Jaramillo - lfalvarezj@gmail.com

El filósofo argentino Risieri Frondizi, en su corta pero profunda obra sobre los valores enseña que en términos ontológicos, los valores deben ser considerados como entes y no como meros conceptos. En términos prácticos para el lector, lo que expone el autor significa que el ser del valor es tan objetivo como lo es una cosa material. En este orden de ideas, así como la teoría enseña que cada cosa es lo que es, independiente del sujeto que la conoce, también el valor es un ser universal, independiente de quien lo exprese.

Lo expuesto permite afirmar, por ejemplo, que algo es bello no porque yo lo diga, sino porque objetivamente realiza el valor belleza; algo es justo, no porque un sujeto lo afirme, sino porque objetivamente realiza el valor justicia; una conducta es decente, no porque un individuo o grupo de individuos lo manifiestan, sino porque de manera objetiva realiza el valor de la decencia.

La objetividad del valor es un criterio fundamental para la construcción del concepto científico sobre la cultura. Si el valor no fuera objetivo, gran parte de la teoría científica de la cultura se destruiría. En este orden, la decencia es un postulado universal de conducta, es decir, un valor, pero su evaluación no depende del querer de cada persona, sino que se sujeta a parámetros normativos y culturales que permiten una calificación histórica, objetiva y no subjetiva. De no ser así, el concepto científico se cambiaría por la opinión. Esta ecuación es especialmente importante para ciencias culturales como el derecho, la política y la sociología. La norma jurídica debe perseguir y realizar de manera objetiva el valor justicia, pues de no ser así, habría que admitir que lo justo es lo que cada persona considera y desea interpretar como tal, de manera que los conceptos jurídicos se convertirían en simples opiniones, cuya validez material no depende del contenido intrínseco, sino de la fuerza coercitiva de quien ejerce el mando político, lo que de contera, desvirtúa cualquier enfoque científico de la política, pues ésta se convertiría en una simple expresión de quien tiene la fuerza.

Algo similar ocurre con el concepto de decencia, toda sociedad civilizada construye unos parámetros generales, sociales, culturales, que le permiten identificar unas determinadas conductas bajo el esquema axiológico de la decencia. Ésta no puede ser el fruto de la simple opinión, sino de esquemas de comportamiento individuales, que sumados, permiten identificar, por ejemplo, un gobierno como decente. Bajo estos parámetros, no puede decirse que un gobierno es decente, cuando, independiente de su ideología y de la calificación jurídica para cada caso, presenta una serie de situaciones de conducta que van en contra del concepto social de decencia. En nuestra realidad actual, las causas iniciales por las cuales el Presidente ha tenido que retirar de sus cargos a varios altos funcionarios, permite afirmar que estamos frente a un gobierno que no es decente, lo que genera serias dudas de que pueda actuar de manera decente.

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