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diego agudelo
Crítico de series
Lo que más me seduce de Bojack Horseman es la lógica con la que construye su mundo fabuloso y esta palabra apunta justamente al sentido de las fábulas en las que se personifican animales para hablar de lo humano.
Aunque la serie de Netflix expande un poco el concepto y en los personajes bestiales que la pueblan se pueden apreciar híbridos que ni siquiera el Doctor Moreau hubiera soñado para su isla. Los comportamientos de los personajes están caracterizados por las virtudes y flaquezas de cualquier persona normal adheridos a las características de adaptación, comportamiento y evolución de la criatura que encarna en estado natural.
El protagonista es un caballo y su carácter es consecuente con el de un semental desbocado. Imaginen a una celebridad de Los Ángeles que todavía goza de la gloria del pasado y despilfarra su fama y su fortuna en una vorágine de fiesta, alcohol, amantes casuales y excentricidades propias de alguien que no encuentra ninguna fuente de sosiego.
Y, alrededor de este personaje nihilista, de apetitos colosales como los de un potro salvaje, orbita una pléyade de individuos a cual de todos más extraordinario: está el humano Todd Chávez, vagabundo de empresas rocambolescas que se muda a vivir al sofá de Bojack Horseman. La gata Princesa Carolyn es la agente incondicional del actor, lo saca de apuros a la vez que se enreda en romances imposibles -en una de las temporadas su novio es un niño disfrazado de adulto y más adelante intenta tener una familia con un ratón-. Mister Peanutbutter es un labrador que también ha ganado celebridad en la pantalla y su manera de ser es tan adorable como la de cualquier perro de su raza: entusiasta, con el ánimo dispuesto para ser el mejor amigo, desbordado de optimismo y buena voluntad, incapaz de reconocer la corrupción que puede rodearlo. Diane es la esposa humana del labrador. En la primera temporada escribe un libro sobre Bojack y, a lo largo de los episodios, sus turbulencias emocionales la llevan a oscilar entre lo políticamente correcto y los excesos colaterales a los que se ve expuesta en el jetset de Hollywoo (La ausencia de la D es consecuencia de una de las aventuras de este caballo disipado).
Este universo sin fronteras entre las especies le brinda a los realizadores de la serie un lienzo para plasmar cuadros en los que el humor, la sátira y el doble sentido se aparean con referencias hilarantes del mundo real. Hay un director llamado Quentin Tarantulino y otro de nombre David Pincher. Una serie de éxito es Koalafornication. En una convención de escritores fantasma se puede ver a uno muy parecido a Truman Capote y uno de los programas de televisión protagonizados por Mister Peanutbutter es producido por un J.D. Salinger que prefirió el espectáculo a la literatura. Hay un club de striptease llamado Girls Girls Gorillas con bailarinas de ambas especies. Las compras se pueden hacer en Beast Buy y la lista de juegos de palabras y referencias que le dan lógica a este mundo animal no se agota. Nada más por intentar descubrir el modo en el que se mezclan el mundo animal y el humano vale la pena repetir varias veces cada episodio de las cinco temporadas.
Otra de las virtudes fascinantes de la serie es la atmósfera de diversidad que respira. No hay linderos entre los animales humanizados o los humanos animalizados. Un hombre tranquilamente puede ser pareja de un ajolote. el caballo protagonista no tiene problema para seducir a una búho amnésica o a una manatí que busca alguna primicia. El cruce de especies no produce monstruos y la familia conformada entre un venado hembra y un humano oficinista es tan natural y disfuncional como cualquier otra. Con este ecléctico animalario de personajes, la trama va más allá de hacer chistes fáciles y se concentra en explorar las pasiones humanas sin olvidar mostrar la faceta bestial que siempre las ha caracterizado.