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LA CIUDAD QUE NO AMA A SUS MUJERES

“Malta”, de Natalia Santa

15 de julio de 2024
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  • Imagen de la cinta Malta, d ela directora Natalia Santa. FOTO Cortesía
    Imagen de la cinta Malta, d ela directora Natalia Santa. FOTO Cortesía

Samuel Castro - Miembro de la Online Film Critics Society

Twitter: @samuelescritor

Samuel Castro

Miembro de la Online Film Critics Society

Twitter: @samuelescritor

Podría llamarse Jauja. O Nunca Jamás. Porque Malta para Mariana, la protagonista de la segunda película de Natalia Santa, es en realidad un reino imaginario, una tierra donde corren ríos de leche y miel, una puerta de escape a esta vida gris, cansada y sin esperanza de brillo, en la que se siente pagando una condena.

Para no acordarse de la vida que la espera en su casa procura ocupar todos sus minutos e ir lo menos posible. No sólo trabaja en un call center intentando arreglarle la vida a otros que sí tienen derecho a reclamar, que al menos cuentan con ella para desahogarse por lo que no funciona. Además, toma clases nocturnas de idiomas, preparándose para ese viaje que imagina recorriendo las calles de sus ciudades a través de mapas virtuales. Y todavía más tarde, busca parejas en bares iluminados por neones, para aliviar en algo sus ganas de felicidad, con hombres cuyas casas recorrerá con curiosidad al amanecer del día siguiente.

Da la sensación de que Natalia Santa, quien también escribe el guion, consigue con “Malta” armar una de esas películas que más que contar una historia (que la cuenta, aunque deje varios cabos sueltos sin razón aparente) definen a una generación, una clase social y un sitio. Si Víctor Gaviria logró con “Rodrigo D: no futuro” hace 34 años explicar lo que significaba nacer en la pobreza de las comunas de Medellín, y cómo la falta de oportunidades empujaba a esos pelaos a la violencia, Santa nos revela la angustia de las mujeres de clase media bogotanas, que comparten con aquellos muchachos la terrible necesidad de una huida permanente y el peso sobre sus hombros de hacer todo lo posible en una sociedad que no les ayuda.

Específicamente hablo de las mujeres porque también hay algo de manifiesto de género en la película, sin caer en lo panfletario gracias a unos diálogos muy bien escritos. En una ciudad poblada de hombres irresponsables (como el hermano y el papá de Mariana), violentos (como sus vecinos, como ese tipo que quería que le pegaran en medio del sexo) e ingenuos (como ese compañero de clases que la invita a salir y que lleva algo de tibieza y candor a su vida), las mujeres de “Malta” son heroínas que llevan embarazos, que crían hijos de padres ausentes, que cambian pañales, que siempre cargan condones, que dedican sus pocas horas de descanso a limpiar la terraza porque nadie más lo hará si no lo hacen ellas.

La actuación de Estefanía Piñeres es de lo mejor que se ha visto en los últimos años en nuestro cine. El humor y la ironía que le aporta a su personaje hacen más dolorosas sus interacciones con la mamá de Mariana (Patricia Tamayo, siempre excelente) y aumentan el contraste de carácter con su hermana (Ángela Rodríguez, que hace maravillas con las pocas escenas que tiene), para brindarnos un espectro amplio de las formas femeninas de afrontar la desdicha. Bogotá termina siendo un reino desolado que los hombres arrasan por costumbre y cuyas mujeres están a punto de tirar la toalla. Ojalá Natalia Santa siga trayéndonos noticias de ese reino, más que de Malta.

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