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Por estos días se cumplen cuatro décadas del nacimiento de una canción que, sin haber sonado en radio comercial ni aparecer en listas de éxitos, se convirtió en un manifiesto callejero, un eco punk del dolor y la rebeldía de toda una generación. Dinero, del grupo Pestes fue escrita en un barrio popular de Medellín, y su vigencia sigue estremeciendo a quienes conocen el origen de los sonidos duros en la ciudad.
Hablar de Pestes es hablar de historia viva del punk medallo, ese movimiento que nació al margen, con instrumentos prestados o improvisados, y con una furia que no buscaba aprobación sino gritar verdades incómodas. La banda, conformada por Oswaldo Repulido, Harling y Ringo, consolidó un sonido que aún resuena en las canchas, los conciertos clandestinos y los corazones de quienes crecieron con la certeza de que el sistema los estaba dejando atrás.
Dinero nació en 1985, como un lamento, pero también como una burla desesperada. “La palabra nos quedó sonando”, recuerda Oswaldo, su vocalista y fundador. En medio de la necesidad —de instrumentos, de espacios, de comida, de futuro— surgió una canción que escupía una realidad violenta y desoladora. La ciudad, asediada por el narcotráfico, la represión estatal y la exclusión, se convirtió en el escenario perfecto para que surgiera este himno subterráneo.
Caminando por las calles sin saber a dónde voy, sin angustias, ni problemas,
libre del sistema estoy. El sistema nos da hienas que nos quieren consumir, con promesas,
con dinero, de ambición nos llenarás. ¡Dinero...angustias! ¡Dinero...problemas!
¡Dinero... sistemaaa!
La letra no pretendía filosofar sobre el capitalismo. Era más bien una ironía adolescente sobre la pobreza, sobre la imposibilidad de acceder a lo más básico. “Nos íbamos de vueltón sin un peso, sin chorro ni nada, y muchas veces la pasábamos hasta bacano así”, dice Oswaldo, como si recordar esa marginalidad también fuera recordar una especie de libertad.
Un primer concierto en la acción comunal del barrio Efe Gómez marcó el inicio de una conexión con el público que no necesitó mediadores. Punkeros y rockeros se apropiaron de Dinero como si fuera una consigna propia. Tanto fue el impacto, que la policía detuvo la presentación a la fuerza. “Nos bajaron de la tarima, nos apagaron los breques. Éramos la segunda banda y ya estábamos cantando contra la ley y el Estado”.
Pestes no estaba solo en ese grito. Mutantex, I.R.A, Desadaptadoz, P-Ne y Fértil Miseria compartían la misma rabia. El punk medallo fue la banda sonora de una ciudad al borde del abismo, donde la violencia urbana se mezclaba con el desempleo y la desesperanza. Era el “no futuro” de Rodrigo D, el ruido de las cuerdas desafinadas, los fanzines mal fotocopiados y el olor a calle.
En ese contexto, Dinero se volvió más que una canción. Fue una crónica cantada de una época en que muchos jóvenes, como cuenta Oswaldo, se jugaban la vida por una salida, incluso si era a través del crimen. “Yo conocí muchos pelaos que decían ‘me arriesgo, así me quiebren, todo esto es por la cucha’”, recuerda.
¿Por qué Pestes? La respuesta es tan cruda como poética. “Mi papá me decía que le pusiéramos a la banda: Las flores, o algo más bonito. Pero Pestes reflejaba el momento, éramos los bichos raros, los que molestaban, los que olían mal para el sistema”.
Hoy, a 40 años de distancia, Dinero no ha perdido su filo. Medellín ha cambiado, sí, pero la desigualdad, la exclusión y la falta de oportunidades siguen siendo temas vigentes. Y aunque muchos de sus protagonistas han envejecido o desaparecido, la canción queda como un documento sonoro de una ciudad que ardía y donde algunos supieron gritar con dignidad en medio del caos.