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Wilson vega
@Wilson Vega Editor de Abecediario
Como si se tratara de un villano de Bond, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pasó semanas explicando su plan. De hecho, podría decirse que pasó años porque fue en octubre de 2016 que se permitió declarar: “Me gustaría prometer a mis votantes y a todas las personas de Estados Unidos que aceptaré totalmente los resultados de esta histórica elección... si gano”.
Es por eso que, en retrospectiva, nadie puede decir que no le avisaron.
Y porque estaban avisadas, las compañías que manejan las redes sociales más grandes de este lado del mundo, hablo en particular de Twitter y Facebook, pusieron en marcha sus propios planes. La meta era evitar la debacle de 2016, cuando fueron usadas de manera sistemática para enviar desinformación sobre el proceso electoral.
En gran medida, tuvieron éxito.
La clave está en que por primera vez estas redes parecen haber pensado más allá de los trinos o los posts que iban a tener que eliminar.
Claro, suprimir los mensajes más dañinos es parte de la ecuación pero no la más importante, ni la primera. El proceso debía empezar con una labor didáctica que explicara el proceso y sus previsibles desarrollos.
Twitter se lleva la medalla de oro por sus esfuerzos: Parece algo menor, pero es muy significativo que haya alterado el proceso de retweet, para obligar a la gente a considerar lo que hace y, en algunos casos, para conminarlos a leer el artículo antes de contribuir a su multiplicación. Aún más, nada más abrir el menú de búsqueda en la app, los usuarios en Estados Unidos encontraban un mensaje recordándoles que “La elección permanece sin decidirse y el conteo de votos continúa, de acuerdo a reportes de AP, ABC y NBC.” En todo momento, la red mantuvo un vínculo a una transmisión en vivo de ABC News.
Y en una singular simbiosis, así como Twitter acudió a medios tradicionales para verificar las noticias, los medios tradicionales hallaron útil el fact-checking que se hacía en Twitter en tiempo real.
Y, por supuesto, la red brilló a la hora de controlar la desinformación que surgía nada menos que de la cuenta del Presidente, etiquetando en apenas minutos el contenido como impreciso o tendencioso, o limitando su distribución mediante retweets. Lo mismo hizo con otros tuiteros de la órbita de Trump, como su hijo Eric, o como la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany.
Según informaron sus voceros, la red eliminó más de 150 cuentas falsas que distribuían teorías de la conspiración, entre ellas una que emulaba a la de la AP y anunció falsamente su elección el miércoles en la noche.
Por su lado, Facebook -así como Instagram, que es de su propiedad- puso notificaciones que alertaban a los usuarios que “los votos siguen siendo contados”. En la red de Mark Zuckerberg las etiquetas aclaratorias no van antes de la publicación, sino después, pero de alguna manera parece haber funcionado igualmente.
Lamentablemente, ese desempeño ágil y proactivo no llegó del mismo modo a YouTube, que una vez más evidenció cómo su principal problema es controlar las transmisiones en vivo, que pueden llegar a millones de personas antes de que la plataforma detecte alguna irregularidad.
Eso no quiere decir que no hayan hecho nada: Como en Twitter y Facebook, los videos alusivos a la elección fueron marcados con etiquetas ilustrativas y, en muchos casos, con un enlace a AP. Según datos de Alphabet, su compañía matriz, la red de videos -que en rigor es el segundo buscador más usado en nuestra parte del mundo- dedicó sus esfuerzos a eliminar videos tendenciosos o mentirosos, y su home resaltó fuentes confiables, a menudo medio respetados como ABC y NBC.
Pero hay al menos un puñado de casos sensibles que transmisiones en vivo se dedicaron a desprestigiar el proceso democrático o de plano impulsar teorías conspiranóicas sin que la compañía actuara para controlarlas hasta después de que los medios reportaron su actividad.
Además de todos estos casos, hay un lunar enorme cuyos alcances hasta ahora comenzamos a examinar, y es el de el control de los mensajes dirigidos a votantes hispanos que, como en el caso de la Florida, probaron ser decisivos para los intereses de Trump. Según reportaba ayer The New York Times, se dirigieron mensajes en español, diseñados específicamente para esta población, que quedó demostrado es propensa a aceptar narrativas de castrochavismo y socialismo, y que en absoluto pareció conmovida por las realidades de otros hispanos, como los mexicanos, afectados por las políticas migratorias de esta Casa Blanca.
En ese marco, el Times destaca una cuenta colombiana llamada Mr. Capacho en Vivo, que con 40.000 followers en Facebook acusó de manera directa a Twitter de censurar los trinos del Presidente. Según el reporte, sus publicaciones alcanzaron a ser vistas más de medio millón de veces, con lo que habrían superado el alcance de campañas de desinformación documentadas en la elección de 2016. Otro de sus videos, editado para etiquetar a Joe Biden como un ’superdepredador’ se acercaba a las 50.000 vistas.
Para ser claro, la tarea de controlar monstruos como Twitter, Facebook o YouTube es descomunal, como son descomunales los esfuerzos de Twitter, Facebook y Google por enfrentarla con decisión. No es en absoluto una tarea fácil y los esfuerzos, me consta, son muchos. Solo que en algunos casos, no son suficientes. Esta vez, sin embargo, hubo avances, y si la incertidumbre por lo que promete ser un proceso de conteos, reconteos y demandas se extiende en el futuro más o menos inmediato, es mucho lo que depende de que estos gigantes de Internet hayan aprendido las lecciones.