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Diego Agudelo
Crítico de series
El estreno más reciente de Amazon Prime es una historia inspirada en una película que no tuvo mucho éxito, pero había generado bastante expectativa en 2011. Hanna, protagonizada por Saoirse Ronan, fue pionera en un subgénero que me gusta llamar heroínas-mal-encaradas-con-arco-y-flecha. Se adelantó a la euforia que produjo Jennifer Lawrence en 2012 con The hunger games y que se ha extendido a todo tipo de narrativas, incluyendo videojuegos como Tomb Raider u Horizon Zero Dawn, cuyas protagonistas se convierten en perfectas maquinarias de aniquilación de cuenta de esa arma milenaria.
El argumento de Hanna es retomado para una producción de ocho capítulos que se estrenó el pasado 3 de enero. El episodio inicial no se separa demasiado de la historia original. Vemos a una pareja que rescata a su hija bebé de un hospital militar, huyen a través de carreteras secundarias, la persecución genera una tragedia y el padre se refugia en los bosques durante años para evadir a sus perseguidores. Años durante los cuales entrena a su hija en todo tipo de técnicas de supervivencia y combate, pues el día de una confrontación violenta con las fuerzas que los acechan es inminente.
Una de las fallas de la película de 2011 es que el personaje que parecía tan prometedor, una niña salvaje con la facultad de doblegar a un escuadrón de soldados, no alcanza a desarrollar todo su potencial. La estructura narrativa apenas se acomodaba a la clásica historia en tres actos, dejando bastantes fisuras en el argumento. En el viaje de los héroes o heroínas, el descenso a los infiernos es una etapa que se debería contar con calma, de modo que podamos comprender la extraordinaria transformación que tiene lugar al calor de las llamas. Esto no sucede en la película, no hay descenso y, por lo tanto, no hay transformación, el personaje se siente irreal.
Quizás el hecho de que la serie Hanna se extienda a lo largo de ocho episodios es una oportunidad para reivindicar el viaje del personaje, una valiosa ocasión de ver a la protagonista, la actriz inglesa Esme Creed-Miles, de 19 años, atravesando un valle de penurias y superando una cacería encarnizada para alcanzar la dulce cúspide de la venganza.
El estreno fue prometedor. Un capítulo intenso, bien narrado que sintetiza con precisión el origen de la heroína. El elenco, por otro lado, tiene dos pilares sobre los que se podría sostener. Por un lado, el interesante Joel Kinnaman, a quién no han sabido aprovechar bien desde su trabajo en The Killing, aunque en House of Cards tuvo un desempeño loable interpretando al rival de Francis Underwood.
A Kinnaman también lo vimos en el remake de Robocop y en el fiasco que fue Escuadrón suicida. En Hanna aparece como un hombre adusto, implacable y prudente. Una especie de maestro Jedi contemporáneo graduado de algún conflicto reciente, como el de los Balcanes.
Por otro lado, en el rol de antagonista está Mireille Enos, quien no ha tenido roles destacados desde su excelente interpretación en The Killing: detective atormentada, alcohólica y oscura que ve en los asesinos que persigue un reflejo oscuro de su propia alma. En Hanna, Enos comanda las fuerzas que quieren apresar a la adolescente. Hay un secreto que orbita alrededor de sus vidas, algo de lo que no se dan pistas en el capítulo de estreno y que seguramente descubriremos en las siete entregas que restan.
Hanna es una serie de acción prometedora, ambientada en una europa gélida, de ciudades grises y paisajes desolados, donde las fronteras constriñen a los marginados, obligándolos a mostrar los dientes, sacar las uñas y defenderse con la ferocidad de las criaturas que intentan destruir la trampa que los atenaza.