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Jhon Cárdenas
Crítico de TV
¿Ha visto usted alguna vez esa tripleta de micos donde uno se tapa los oídos, otro los ojos y el último la boca? Que significa: “No ver el mal, no escuchar el mal y no decir el mal”. Pues bien eso es lo que los noticieros de la televisión colombiana hacen. Afortunadamente existe en el periodismo un espacio: las columnas de opinión. Donde algunos pueden oír, ver y luego decir.
Vi que una chica graba un video en el que pide permiso para descansar de vivir. Escuché a un político chileno decir que no se le puede aceptar su petición porque la ley no lo permite.
Vi que en un hospital, una fiscal leía los cargos a una mujer, que intentó matarse después de asesinar a sus hijos, acostada y con respirador. Veía a esa mujer hospitalizada y alternaban con otras imágenes: foto de tres niños riendo a la cámara fotográfica, imágenes de unas hojas de cuaderno con letras escritas a lápiz, para luego volver a las imágenes de la mujer. Mientras el audio decía: la mujer está condenada por haber matado a sus tres hijos, sin embargo, se investigan los móviles del brutal crimen. Se encontró una carta que ella dejó a su madre en la que le decía que tuviera mucho cuidado con su esposo, porque el abuelo era un abusador. Vi los avances de uno de esos programas dominicales nocturnos que dicen analizar las noticias y cuentan historias increíbles donde la gente hace y deshace. Esta vez, nos quieren contar qué va de la vida de una de las mujeres que fue agredida con ácido.
En ese mismo avance escuché al conductor del programa cuestionando la posible corta pena que le otorgarán al brutal hombre, mientras nos muestran fotos de él en primer plano.
Vi a una exfiscal general de la nación pidiendo con afán recolectar firmas para realizar un referéndum que impida la adopción por parte de parejas homosexuales.
Escuché a una periodista contando lo que decía la carta de una profesora de una universidad prestigiosa capitalina, que días antes afirmaba que ser homosexual era una enfermedad.
Vi y escuché como una grupo de vecinos mató a otros dos por meterse en la riña que sostenía una pareja heterosexual.
Veo y escucho cosas que pasan, que nos pasan.
Hay noticieros que nos muestran y cuentan noticias todo el día: regionales, locales, nacionales, universales.
Para poder trabajar en un noticiero hay que ser profesional calificado en periodismo. Sabemos la cantidad de universidades que ofrecen esta formación en el país. Pero no pasa nada, en la televisión colombiana la vida real pasa sin pena, sin vergüenza y sin respeto... Promueve el morbo, escandaliza y deja a los televidentes amparados en sus mitos, creencias y moralismos para poder soportar lo que ven y escuchan.
Los noticieros perpetúan la tragedia humana. Ninguno habla de la depresión post parto, de la depresión por tener familiares pederastas, de la necesidad que tiene cada ser de ejercer su derecho a vivir o morir, que la psicosis existe y cuando se padece el cuerpo del otro también es el mío y cuando agredo al otro estoy agrediendo los demonios propios, que se trata de derretir mi propio rostro.
Nadie dice que esos malos, son producto de esta sociedad heterosexual, que va a misa y a cultos y quiere la bella vida.
Que somos víctimas de la incapacidad de reconocer lo que somos y hacemos lo que sea, hasta matar, para decir que somos muchos los buenos y poquitos los malos que hay que juzgar y encerrar.
Y muchos creen que la inquisición es una asunto del que se ocupa la historia.