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Oswaldo Osorio
Crítico de cine
La confrontación entre el bien y el mal ha sido el conflicto esencial y más fuerte de cualquier tipo de relato, siendo los héroes y villanos la representación arquetípica de estas fuerzas, y claro, con la posibilidad de anti héroes o personajes de moral ambigua, que siempre resultan más atractivos, sobre todo en la posmodernidad, caracterizada por una ideología de la incertidumbre y donde las narrativas clásicas y modernas, con sus valores y concepción del mundo más definidos, son mirados con suspicacia por las nuevas generaciones.
Si en el cine clásico de Hollywood se imponía el lema del FBI de “El crimen no paga”, el cine de un Tarantino, por ejemplo, está poblado de criminales, sicópatas, asesinos y vengadores con los que termina identificándose el público, lo cual ocurre cuando se narra desde el punto de vista de esos personajes. Es una paradoja moral que se presenta desde el cine de gansters y que cada vez se encuentra con más frecuencia en el cine y la televisión actuales.
Esto se ha evidenciado de distintas formas en la industria del entretenimiento, y una de ellas se encuentra en la explosión de adaptaciones de los cómics al cine que se ha visto en las últimas dos décadas. Personajes como Gatúbela, Black Widow, Deadpool, La bruja escarlata y Loki son buena amuestra de quienes en algún momento fueron villanos, pero que luego fueron transformados en héroes o, al menos, en malos buena honda o de buen corazón. El último ejemplo de esto es el Joker, un ser errático, sicópata y asesino a sangre fría que fue abrazado con entusiasmo por el grueso del público, la crítica y los premios.
En las series televisivas y de streaming ha sucedido lo mismo. Desde más o menos lo que lleva corrido este siglo, se empezaron a destacar como sus protagonistas personajes con características que, en otros tiempos, los harían puesto en el luegar de los villanos y antagonistas. Es así como mafiosos, asesinos en serie, traficantes, criminales y políticos corruptos son los “héroes” de series como, respectivamente, Los Soprano, Dexter, Breaking Bad, Orange Is the New Black y House of Cards.
En otras palabras, ahora es perfectamente aceptable que los villanos sean los protagonistas y se somete al espectador a esa paradoja moral de tener que identificarse con los villanos, pues no hay nadie más malo en la historia, solo hay antagonistas, incluso algunos de ellos buenos, que terminan es dando lástima, lo cual se convierte en otra paradoja.
Hasta en el cine dirigido al público infantil se presenta esto, con películas como Mi villano favorito, Megamente o Shrek, lo cual supone desatender una esencial regla de este tipo de cine, que recomienda no tener personajes de moral ambigua, pues los personajes de los relatos infantiles siempre han sido concebidos para que los niños, inequívocamente, aprendan valores con ellos.
La excusa de este texto es el estreno de Cruella, en la que Disney, como ya había hecho con Maléfica, convierte en protagonista y heroína a una de sus más célebres villanas. Aunque en realidad no es tanto una villana, es más bien una talentosa y pobre huérfana buscando su sueño y, de paso, venganza. El resultado es una historia y personaje esquemáticos y ambiguos, aunque suene contradictorio. Por eso, tal vez lo más recomendable es que Disney se debería quedar haciendo sus personajes clásicos, que siempre se le han dado muy bien.