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Periodista y editor de textos

Ortografía para todos: el español paisa

11 de julio de 2023
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Por Juan David Villa, editor y periodista

Voy a empezar con una obviedad: hablamos español porque lo trajeron los navegantes que empezaron a venir desde el Reino de España a este desconocido, para ellos, continente por lo menos desde el siglo XV. Aquí se toparon con varias culturas y en esa mezcla nació una gran cultura que habla un idioma, pero que a su vez es muchas culturas, cada una con su idioma. Así que el español, o castellano, que es lo mismo (aunque, pilas, castellano también es un viejo dialecto europeo), es uno y es varios. Es una lengua y es varias. Ambas características son toda una fortuna. Voy a hablarles del español que usamos aquí, tan simpático, tan religioso y tan guache. Una maravilla.

La expresión más grosera del español, empiezo por el final, ha sido puta, y la expresión completa hijo de puta, que aquí convertimos en el sonoro hijueputa, mi palabra favorita del castellano. No voy a decirles que mi palabra favorita es alipori o inefable, porque sería caspa, mentira. No, es hijueputa, por razones que les expondré la semana que viene. Esta es una de las seis guachadas básicas del español paisa, con marica, chimba (con sus varios derivados), gonorrea, güevón y malparido.

Entre los paréntesis verán el año en el cual cada una apareció escrita por primera vez, al menos hasta donde los corpus (bases de datos con millones de textos) nos lo dejan saber. Solo Dios conoce la fecha de nacimiento de una palabra: puta (1129), marica (1284), malparido (1586), gonorrea (1600), chimba (1896) y güevón (1962). No necesariamente todas fueron usadas entonces con el sentido que hoy les damos. Tales detalles coloridos podemos conversarlos después. Güevón, y esto que sigue es obvio si nos guiamos por el año (es una sardina esta palabra), aparece con el significado que hoy le damos, y es la menos europea y la más latinoamericana (hablo de esta versión, que sonamos con /g/).

La más generosa es chimba, que tiene la capacidad de significar todo, desde la más ardorosa furia hasta la más grande admiración: una cosa es ¡la chimba! y otra muy diferente es ¡qué chimba! Dejó aquí, por ahora, para no aterrorizar más a nadie, las palabras soeces, y porque no quiero que se me acabe el espacio antes de que conversemos sobre la simpatía y la religiosidad de nuestro español.

La palabra más simpática, para mí, es filo cuando la usamos para decir hambre: Tengo un filo / Tengo mucha hambre (mucha, no simplemente hambre). Por desgracia, está cayendo en desuso. Me parece brillante asociar la terrible sensación de hambre con un artefacto que corta: el hambre corta el estómago, lo apuñala.

No menos bello es decir gracias a Dios, si Dios quiere, Dios lo bendiga o la Virgen lo acompañe, por cuanto son deseos profundos, que salen del alma, y que por ello cargan poder divino. Porque no es lo mismo decir gracias que decir mi Dios le pague.

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