Pico y Placa Medellín
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Diego Agudelo Gómez
Crítico de series
En la infancia son frecuentes las ensoñaciones que nos llevan a obtener poderes extraordinarios. Volar, hacerse invisible, tener la fuerza sobrehumana de Superman, ver a través de las paredes, viajar en el tiempo, leer los pensamientos de los demás. Uno se pasaba horas imaginando las situaciones derivadas de tener alguno de esos poderes. Con la habilidad de volar se podía darle la vuelta al planeta. Con la de viajar en el tiempo se cumplía el sueño de saber de qué color era la piel de los dinosaurios. Uno quería hacerse invisible para espiar a los amigos y leer los pensamientos para que nadie nunca nunca fuera capaz de mentirnos. Ningún poder se hacía realidad jamás, pero el hecho de solo imaginarlo ya era una puerta abierta a la aventura. Es por eso que series fantásticas como Locke & key, de Netflix, tienen un poderoso influjo sobre mi atención: permite echar un vistazo sobre los modos en que alguien más imaginó alguna vez lo que pasaría con el dominio del algún poder mágico. La serie es la adaptación de un cómic escrito por Joe Hill e ilustrado por Gabriel Rodríguez. Cuenta la historia de la familia Locke y la tragedia que la lleva a vivir en la vieja mansión donde creció su padre. Con un aspecto gótico, no hay duda de que sus cuartos y pasillos pueden albergar fantasmas, pero los susurros que el niño menor empieza a escuchar lo hace descubrir algo distinto: llaves mágicas ocultas por toda la casa. Estas les revelan a los tres hermanos Locke un mundo mágico que al principio parece divertido pero en el fondo es oscuro y demoníaco.
La trama de la serie se enfoca en las peripecias de los tres para evitar que alguien con intenciones malignas se apodere de las llaves. En el camino descubren parte del pasado de su padre y conocen las consecuencias de usar semejantes poderes. Una llave permite atravesar al otro lado de los espejos, otra abre las puertas de la mente, hay una que permite viajar a cualquier parte del mundo, una para cambiar la apariencia física de las personas, existe una para someter la voluntad de cualquiera y otra para incendiar cualquier cosa que se toque. Cada llave tiene un poder específico y existe una principal que abre las puertas de una dimensión oscura y peligrosa.
La primera temporada de la serie no detalla el origen de las llaves y aunque los episodios son intensos y los personajes bien construidos, por momentos la trama se debilita con las decisiones absurdas de los protagonistas. Un vistazo rápido al cómic original permite reconocer una fuente sólida para la historia. En las viñetas la historia está mejor delineada y los peligros que enfrentan los hermanos Locke son mucho más brutales. El trabajo de adaptación, por supuesto, tiene la libertad de tomar las líneas argumentales que mejor funcionen para planear una producción de varias temporadas, pero los giros del final son predecibles y el clímax está plagado de obviedades que provocan desesperación. Es una lástima que esta nueva serie no alcance el impacto que logró en su momento Stranger Things.
La fórmula de adolescentes involucrados en tramas fantásticas y sobrenaturales es infalible pero no en todos los casos. Los creadores deben crear una figura central que cautive a las audiencias: Eleven es la punta de lanza en Stranger Things, ni hablar de la importancia de Harry Potter en su propia saga. Locke & Key carece de una heroína o un héroe que le inyecte poder a la trama y aunque este carisma esté repartido entre los tres hermanos que la protagonizan, su manera de actuar ante el peligro no proyecta la valentía y la nobleza que hace inolvidables a los personajes de las historias fantásticas.