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Una vida sin pulir. “Diamante salvaje”, de Agathe Riedinger

hace 7 horas
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  • Una vida sin pulir. “Diamante salvaje”, de Agathe Riedinger
  • Una vida sin pulir. “Diamante salvaje”, de Agathe Riedinger

Los que tradujeron al español el título del primer largometraje de la directora Agathe Riedinger, que fue Selección Oficial en Cannes el año pasado, cometieron uno de esos errores que le hacen daño a una película. Porque “diamante en bruto”, la expresión que usa el título original en francés, se refiere justamente a aquellos que no han sido ni pulidos ni cortados, es decir, a piedras preciosas que necesitan del trabajo de alguien sobre ellas, para que alcancen todo su potencial, una metáfora que describe casi al detalle a Liane, la pobre muchacha a la que acompañaremos durante los días en los que intenta convertirse en una celebridad pues está convencida, como miles, tal vez como millones de jóvenes (y con pruebas, no nos hagamos los inocentes ahora), de que el mundo es más amable con la gente bella y popular.

Si durante varios días estuvimos preocupadísimos conversando sobre la actualidad que nos mostraba la miniserie “Adolescencia”, deberíamos darle una mirada a “Diamante salvaje” sólo para que entendamos las tristes realidades que implica el hecho de que hayamos convertido a influencers banales, creadores de contenido amenazante y grotesco o tiktokers patéticos, en los modelos de éxito de toda una generación. Porque Liane, que la representa, no se ve a sí misma en un trabajo duro en el futuro. No, ella ya invirtió en una reforma de su cuerpo para estar a la altura del número de seguidores que sueña tener, que la admiran y la alientan en sus redes (aunque en esos créditos que llenan la pantalla tipo Instagram mostrando los comentarios, siempre nos presenten a alguno que la quiere matar o que la odia) y que van a crecer exponencialmente cuando ella se presenta a la audición para un realiity de jóvenes atléticos que conviven junto a una playa (¡miren el descubrimiento, en Francia también pierden el tiempo en tonterías!) lo que le permitirá dejar a la madre con la que no se entiende y a la hermanita que adora, para ingresar en esa vida en la que le pagarán 600 euros por un post promocionando una marca, o le ofrecerán contratos de modelaje y actuación

Riedinger, que también escribe el guion, no pone el mismo cuidado en la fotografía (gran trabajo de Noé Bach) que en la historia, que en algún momento se pierde en vueltas innecesarias y espacios muertos que no combinan bien con el ritmo general de la cinta. Lo que sí tiene es un cariño genuino por su personaje principal, que Malou Khebizi compone con una naturalidad y una ternura que rayan en la ingenuidad. Por fortuna Riedinger se cuida de que menospreciemos a Liane dándole varias escenas donde muestra su carácter y su agudeza, que sólo flaquean cuando ve que tal vez no la van a llamar de la productora de TV. Para entonces ya habremos entendido todo lo que ha perdido una generación porque no hubo otra que los cuidara o les advirtiera mejor: la satisfacción de alcanzar metas con esfuerzo o la creencia en la meritocracia, entre otras cosas. Puede que no las necesiten, claro. Pero a lo mejor sí. Cuando el reality de la vida ya no sea de belleza y popularidad sino de supervivencia.

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