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En esa guerra que Trump parecía tener diseñada contra Maduro y el cartel de los soles, en las últimas semanas Petro ha hecho pinitos para meter a Colombia en el mismo costal.
En tiempos como estos, lo que ocurre en Estados Unidos nos incumbe a los colombianos, como pocas veces antes. Todo porque Colombia ha quedado en la mitad de esa nueva y aterradora guerra que ha declarado el presidente Donald Trump contra el narcotráfico.
No se trata de una guerra a la antigua, capturando narcos e interceptando alijos de droga, sino de una nueva versión en la que se lanzan misiles para hacer saltar por los aires lanchas rápidas en el océano y sobre todo en la que –como ha dicho el congresista Lindsey Graham– Trump planea “posibles operaciones en tierra contra el narcotráfico en Venezuela y Colombia”.
¿En qué contexto se produce esta nueva guerra? El presidente de Estados Unidos está dedicado a aplicar su particular estilo “disruptivo” jugando fuerte en dos escenarios: el externo y el interno.
En cuanto a lo interno, a medida que el discurso de la Casa Blanca se torna cada vez más agresivo, las protestas crecen en Estados Unidos. Muestra de ello fueron las más de 2.700 concentraciones que se produjeron hace un par de semanas, bajo el lema “Sin tronos. Sin coronas. Sin reyes”.
A mediados de junio ya había llamado la atención la primera jornada de movilización en la que participaron alrededor de 5 millones de personas en 2.000 lugares. Coordinados por un colectivo de organizaciones de tendencia progresista, caminaron de manera pacífica para rechazar lo que ellos llaman “la toma de poder y la corrupción” del gobierno Trump. Y en las marchas de octubre se unieron más personas, incluso en territorios republicanos y hasta cerca de la residencia de Mar-a-Lago que tiene el presidente en la Florida.
La gente percibe que desde que Donald Trump retomó el poder en enero, la democracia del país se ha resentido. Sienten que el presidente ha invadido competencias del Congreso y de los Estados desplegando militares en lugares donde acusan mayoría los demócratas. El mandatario dice que lo hace para combatir la inmigración irregular y la criminalidad y pinta un escenario de violencia y caos, casi como un apocalipsis urbano, que justifica la intervención.
Muchos ciudadanos ven con preocupación las amenazas y represalias judiciales que se lanzan cada semana contra los opositores del gobierno. Y la beligerancia cada vez más extrema de Trump. Ejemplo de ello fue su llamado a los generales estadounidenses para que se movilicen contra el llamado “enemigo interno”. Incluso figuras del partido republicano han comparado a quienes participan en estas protestas con terroristas. O calificando la convocatoria como “una movilización de odio contra Estados Unidos”.
Como trasfondo de estos desencuentros está un decreto presidencial fechado el 22 de septiembre, en el que el presidente Trump llegó a clasificar como “organización terrorista” al movimiento Antifa, que se ha convertido en su nuevo enemigo público número uno. En el texto se acusa a sus miembros de pretender “derrocar al gobierno de Estados Unidos, a las fuerzas del orden y a nuestro sistema judicial”.
Así pues, tras las últimas marchas en las que se pudo ver el aumento de participantes, el Presidente contestó de manera escueta “Me califican de rey. Yo no soy un rey”. Para más tarde sacar a relucir su esencia y su peculiar sentido del humor. Desde su trinchera en la red Truth Social publicó un video falso hecho con Inteligencia Artificial, en el cual aparecía él pilotando un avión y con una corona en la cabeza. Mientras sonaba la canción “Danger Zone” de Kenny Loggins, desde el avión lanzaba una sustancia café oscura parecida a heces sobre las cabezas de los manifestantes, que parecían estar reunidos en una ciudad.
Cuando se le preguntó a Abigail Jackson, portavoz de La Casa Blanca, si el presidente tenía algún comentario que hacer sobre las manifestaciones, su respuesta fue “¿A quién le importa?”.
Está por verse cuántos más se unirán a las próximas manifestaciones que ya se han bautizado como las marchas No Kings.
En cuanto a lo externo, después de su paso triunfal por Oriente Medio al lograr un primer acuerdo entre Israel y Hamás, Trump inició una gira que marca un punto de inflexión en la política exterior de Estados Unidos.
Los analistas coinciden en que más allá de los gestos mediáticos, Trump estaría configurando un cambio profundo en la manera como Washington se posiciona y rompe esquemas tradicionales de diplomacia. Ha llamado especialmente la atención los países elegidos para visitar –Brasil, Rusia y China– y el haber dejado de lado aliados tradicionales como los países europeos, Canadá o Japón.
Este enfoque ha sido calificado como una especie de “kissingerismo inverso”: mientras Henry Kissinger promovió alianzas para dividir a la URSS y China durante la Guerra Fría, Trump busca alianzas con Vladimir Putin y Xi Jinping, no para equilibrar al otro, sino para mostrarse como árbitro global.
Y en medio de este panorama polarizado –y durante esta gira– Trump anunció una “guerra total” contra el narcotráfico, calificándolo como una de las principales amenazas para la seguridad nacional de Estados Unidos. Ya había dicho hace una semana en la Casa Blanca: “Creo que simplemente vamos a matar a las personas que traen drogas a nuestro país”. Y puntualizó: “La tierra será el siguiente paso”.
Algunos analistas han interpretado esta gira de Trump como una manera de sacudirse de lo que está ocurriendo dentro de Estados Unidos. Y no sería raro que la “guerra contra las drogas”, con enemigos externos como el cartel de los soles o los grupos criminales que algún congresista de Estados Unidos ya comparó con “Al Qaeda de Occidente”, sin duda también le pueden ayudar a distraer las protestas o al menos a ganar adeptos a su causa.
Por todo eso es que no ayuda que el presidente Gustavo Petro se ponga en plan de provocar con un megáfono en las calles de Nueva York o con flechas contra la embajada en Bogotá.
En esa guerra que Trump parecía tener diseñada contra Nicolás Maduro y el cartel de los soles, en las últimas semanas Petro ha hecho pinitos para meter a Colombia en el mismo costal.