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De alguna manera puede decirse que Medellín se levantó de la lona en la que nos había dejado el anterior alcalde, gracias a la ciudadanía que estuvo alerta y al trabajo de la actual alcaldía.
El reciente informe de Medellín Cómo Vamos de 2025 ofrece una fotografía reveladora de la ciudad: una sociedad que empieza a recuperar la confianza en su rumbo, mientras arrastra nuevos retos que exigen medidas de fondo para evitar que se conviertan en graves problemas.
El primer titular es sin duda el regreso del optimismo. Que un 63% de los habitantes de Medellín crea que la ciudad va por buen camino —el porcentaje más alto desde antes de la pandemia— no es menor. La esperanza había tocado fondo en 2023 con apenas un 40% de encuestados que tenían fe en la ciudad. Y si bien hemos tenido mejores rachas, hay que tener en cuenta que en el contexto de un país que produce escándalos, malas noticias y preocupaciones no es fácil estar de buen ánimo.
Este renovado optimismo no ocurrió en el vacío: viene de la mano de una recuperación de la imagen de entidades clave para el funcionamiento de la ciudad como EPM (89%), Emvarias (81%) y el Inder (87%). Especial mención merece el Metro de Medellín, que con un 96% de favorabilidad se reafirma como el símbolo por excelencia de confianza institucional en el Valle de Aburrá.
De alguna manera puede decirse que Medellín se levantó de la lona en la que nos había dejado el anterior alcalde, gracias a la ciudadanía que estuvo alerta y gracias también al alcalde Federico Gutiérrez y su equipo que han piloteado con vigor y criterio estos dos primeros años de mandato.
También merece destacar la disminución del hambre: el porcentaje de hogares que reportaron haber ingerido menos de tres comidas al día bajó de un alarmante 28% en 2024 a un 19% en 2025. Este retroceso no solo devuelve dignidad a miles de familias, sino que revierte una tendencia que desde la pandemia parecía incontrolable. Por supuesto que aún hablar de un 19% suena escandaloso y bajarlo a 0% debe ser el reto mayor, no solo de la Alcaldía, sino de toda la ciudad.
Al alcalde Gutiérrez, precisamente, lo vimos ayer promoviendo el programa con el cual se entregan más de 17.000 kits pedagógicos para fortalecer el desarrollo temprano y el bienestar en casa, así como anunciando que durante el receso escolar se seguirá acompañando a más de 35.000 niñas y niños, con atención y paquetes alimentarios.
A este despertar anímico se suma que la pobreza monetaria ha disminuido, la pobreza multidimensional sigue a la baja, la tasa de desempleo en Medellín y el Valle de Aburrá está por debajo del promedio nacional y la percepción de facilidad para encontrar trabajo alcanza su punto más alto en años. Son síntomas de que la economía nos permite respirar con algo más de libertad.
También en los resultados se destaca que los visitantes extranjeros alcanzan cifras históricas: más de 912.000 en 2025, con un 88% motivado por turismo. Asimismo, el sector cultural y creativo ya ocupa a más de 90.000 personas y ha democratizado el acceso a actividades culturales, con un aumento del 67% en la asistencia, sobre todo en los estratos bajos.
No obstante, el estudio de Medellín Cómo Vamos también deja al descubierto los frentes en los que es necesario trabajar con más énfasis. La pobreza, aunque en descenso, se está concentrando en los niños: el 36% de quienes viven en pobreza monetaria son menores de 18 años.
Otro frente que exige atención urgente es el de la vivienda. El déficit alcanza ya los 192.000 hogares. La expansión de asentamientos informales en áreas peligrosas —como las laderas y cercanías de la Vía al Mar— alarma no solo por sus implicaciones sociales, sino por el riesgo real que representa para miles de vidas humanas.
La respuesta institucional ha avanzado en estudios y diagnósticos, pero la escala de intervención sigue siendo modesta: apenas un 3,3% del déficit cuantitativo se resolvería con vivienda nueva si todo marcha según lo planeado.
Esas dos tareas urgentes, la pobreza de los niños y el déficit de vivienda, tal vez tiene algo que ver con la población migrante que se ha asentado en Medellín: el 10% de los habitantes de la ciudad son venezolanos que tuvieron que dejar su país y hoy, por fortuna, la ciudad los acoge de la mejor manera.
La llegada de nuevos “paisas” se cruza con un desafío demográfico sin precedentes: nace menos gente. La baja tasa de fecundidad y el aumento del índice de dependencia económica —proyectado al 47%— indican que Medellín se encamina hacia una población más envejecida, con menos personas productivas por cada ciudadano que requiere cuidados.
Otros datos que aparecen como alertas tempranas del estudio: el 29% de quienes enfrentan dificultades en salud mental no consulta a un profesional y los hogares liderados por mujeres con tres o más menores a cargo, pasó del 19% al 24% entre 2018 y 2024.
En este panorama complejo, el informe también deja un mensaje alentador: Medellín cuenta hoy con una de las situaciones fiscales más sólidas del país.
La percepción positiva, fiel termómetro de la vida de la gente, es una buena noticia para cualquier administración; sin embargo, asumirla como un cheque en blanco no es una buena estrategia.
El reto para los próximos años no será únicamente mantener los indicadores positivos, sino traducirlos en una transformación estructural e incluyente. Este momento de bonanza debe ser aprovechado con visión de futuro para tomar decisiones audaces, eficaces y humanas. La buena gestión de hoy puede marcar la diferencia en la vida de generaciones enteras.