Cada segundo millones de neutrinos, la segunda partícula más abundante en el universo y que rara vez interactúa con la materia, atraviesan nuestro cuerpo.
Se creía que no tenían masa, pero el japonés Takaaki Kajita y el canadiense Arthur McDonald descubrieron de manera separada una oscilación en ellos, que cambian de uno de sus tres tipos a otro, lo que indica que tienen masa, pequeña y desconocida aún.
Ese descubrimiento les valió ser reconocidos ayer con el Nobel de Física por la Academia Sueca de Ciencias.
Por eso, al anunciarlo, Goran Hansson, secretario, dijo que “el premio de este año es acerca de cambios en la identidad de algunos de los habitantes más abundantes del universo”.
Los neutrinos no tienen carga y son creados en las reacciones nucleares y en algunas cadenas de decaimiento radiactivo. Unos tienen origen en la atmósfera terrestre por la incidencia de la radiación cósmica y otros en reacciones en nuestras estrella, en otros soles y supernovas.
Para su detección se utilizan enormes reactores subterráneos, repletos de agua, en donde pueden reaccionar con electrones del líquido. Así de tanto en tanto se detectan.
Kajita observó la oscilación con el superdetector Kamiokande, piscina de 50.000 toneladas de agua a un kilómetro bajo tierra japonesa, mientras McDonald lo hizo a 2 kilómetros de profundidad en una vieja mina acondicionada, detectando que los neutrinos que llegaban del Sol no desaparecían camino a la Tierra sino que cambiaban de tipo.
Los científicos se preguntaban por qué llegaban tan pocas partículas de la estrella.
¿Por qué es importante el hallazgo de su masa? Porque puede cambiar la percepción sobre la naturaleza del universo, incluyendo la actual expansión. A la vez, crea una hendidura en el Modelo Estándar de la Física de Partículas que no logra explicar porqué tiene masa.
Y eso es importante.