Richard Jones pasó 17 años en una cárcel en Kansas, Estados Unidos, por un crimen que no cometió. Fue liberado el 8 de junio de 2017.
La víctima y un guarda de un almacén lo señalaron. Y aunque siempre proclamó su inocencia nunca le creyeron. Cierto día le dijeron que en la prisión había alguien muy parecido a él, de edad similar, piel oscura y el mismo tipo de cabello.
Con una organización, el Proyecto Inocencia logró que el juez reoyera su caso. Los dos testigos no pudieron distinguir entre él y el otro preso, cuál había sido el asaltante. El juez ordenó que lo liberaran.
Un solo ejemplo de lo difícil que es reconocer rostros, en lo cual, a pesar de que las personas se consideren buenas, poco lo son.
Un artículo en Current Directions in Psychological Science sugiere que nuestra capacidad para reconocer extraños es débil.
No es que se padezca prosopagnosia, una condición que sufre el 2 % de la población, una especie de ceguera a los rostros que impide el reconocimiento de personas, incluso si son familiares. Es el caso del actor Brad Pitt.
La Psicología desde distintos planos está abordando el tema con más insistencia. Es vital hoy por ejemplo en asuntos de seguridad, sector en el que se buscan, que también los hay, aunque pocos, los llamados superreconocedores de rostros que aciertan mucho más que el promedio de las personas.
Se hacen estudios para tratar de ver cómo se reconocen las caras, con experimentos basados en identificación foto a foto, persona a foto en documentos como pasaportes y persona a foto en verificación de edad.
Equivocaciones
No es sencillo. En un estudio de 1997 en un supermercado, a los cajeros les entregaron incentivos para que distinguieran fotos reales en tarjetas de crédito de aquellas falsas. Rechazaron cerca del 10 % de los que tenían tarjeta válida y aceptaron 64 % de las falsas, en las que la imagen se asemejaba a la persona que compraba.
Ese problema lo viven a diario quienes dependen de esa capacidad. En 2014 científicos comprobaron una tasa de 10 % de errores entre oficiales de pasaportes que tenían que verificar los retratos de los solicitantes. A pesar de un entrenamiento extenso los oficiales más antiguos no superaban en promedio a los nuevos en el puesto.
El científico Hadyn Ellis, en 1975, en estudios de laboratorio logró buenos y renombrados resultados en personas que reconocían rostros de extraños que veían inicialmente y luego se las mezclaban con otras. Estudios que fueron corroborados por otros investigadores con la misma técnica, aunque no se dieron en situaciones reales.
Vicki Bruce, de la Universidad Newcastle, fue de las primeras en controvertir los hallazgos de Ellis y los otros investigadores.
En 1982 reveló cuán fácil se confundían las personas para reconocer una cara no familiar cuando se las presentaban en distintos ángulos.
En el laboratorio de Andy Young y Mike Burton, científicos del Reino Unido y Australia, reafirmaron con sus estudios esas dificultades. A los participantes les entregaron 40 fotos de rostros desconocidos y les pidieron separarlas en pilas por cada individuo.
Eran imágenes de solo dos rostros, pero los participantes las agruparon entre 3 y 16 pilas, siendo 9 la más común. Es decir, creyeron que se trataba de 9 rostros distintos cuando eran solo 2.
Sugiere que las personas, contrario a lo que se creía, tienden a ver fotos de caras no familiares más diversas de lo que en verdad son.
Dotados
En cuanto a la percepción de los rostros hay personas particulares: los superreconocedores. Richard Russell, Ken Nakayama (de Harvard ambos) y Brad Duchaine (University College London) demostraron que la identificación varía mucho en la población, desde estos superdotados hasta quienes tienen ceguera para las caras.
“Hay una asunción errada de que hay un reconocimiento normal de caras y un trastorno de este. Nuestro estudio sugiere que ese no es el caso”, explicó Russell. El abanico es muy amplio.
Nakayama y Duchaine estudiaron gente con prosopagnosia y al hacerse pública la investigación llegaron personas que afirmaban tener grandes habilidades para reconocer caras.
Así, 3 mujeres y 1 hombre fueron reclutados junto a 25 controles. Siempre los 4 superreconocedores aventajaron a estos otros participantes, sugiriendo que la capacidad de reconocimiento varía entre los seres humanos.
Michael Burton, de la Universidad de York, llevó el estudio más allá: cuatro miembros de la unidad de superreconocedores de la Policía de Londres sometidos a unos tests de emparejamiento de rostros.
Sus resultados fueron comparados con los de 194 policías entrenados y estudiantes universitarios que sirvieron de control. Los cuatro tuvieron mejor comportamiento en todas las pruebas, 96 % contra 81 % de los demás.
Sin cara
Una enorme diferencia con quienes padecen prosopagnosia, que incluso fallan en reconocer su propio rostro pese a que las otras capacidades de percepción e intelectuales permanecen.
Se debe a un daño en el giro fusiforme, región del cerebro que permite a las personas reconocer caras en más detalle que aquellos objetos inanimados. Una condición que puede deberse a una lesión adquirida o tener origen congénito.
Russell cree que hoy se sabe de superreconocedores y los ciegos a los rostros porque las comunidades crecieron. En el pasado lejano, al ser pequeñas, no se sabía su existencia.
En HuffPost, Tim Rymel, educador y escritor, contó su experiencia revelando que de niño no tenía problemas por ser pequeña su comunidad, pero hoy se le dificulta hasta ver televisión pues cuando un personaje cambia de vestido o peinado no lo distingue y no sabe cómo llegó a la historia.
“Irónicamente, puedo identificar la mayoría de los carros de un vistazo, y decir el modelo”, pero esa es otra parte del cerebro, dijo.
Dos caras de un tema en creciente investigación: cómo reconocemos los rostros. Un asunto importante hoy con respuestas pendientes.
Habrá que mirar más.