El anuncio científico que confirmó la existencia de un núcleo interno sólido en la Luna no solo resuelve una de las preguntas más persistentes de la geología planetaria. También obliga a revisar cómo se formaron los cuerpos del sistema solar y cuál fue, en realidad, la relación temprana entre la Tierra y su satélite. La nueva evidencia, presentada por un equipo internacional liderado por Arthur Briaud, del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, ofrece una respuesta concreta a un debate que llevaba décadas sin cierre definitivo: qué se esconde en el corazón lunar.
Lea también: 50 años del hombre a la luna
La investigación, publicada en una de las revistas científicas más influyentes del mundo, Nature, concluye que la Luna posee un núcleo interno completamente sólido, con una densidad prácticamente idéntica a la del hierro, lo cual desmonta los últimos resquicios de duda sobre la estructura lunar y acerca su composición a la de la Tierra más de lo que se creía.
Según el modelo presentado, en detalle, el interior de la Luna está formado por dos capas principales: una envoltura externa fluida de unos 362 kilómetros de radio y un núcleo interno sólido cercano a los 258 kilómetros. Ambas estructuras constituyen alrededor del 15% del radio total del satélite. Pero el dato determinante es la densidad registrada, 7.822 kg/m³, prácticamente calcada a la del hierro puro. La confirmación coincide con una hipótesis planteada en 2011 por investigadores de la Nasa, que ya habían sugerido la presencia de un núcleo sólido, aunque sin la robustez de evidencia que ahora entregan los modelos actuales.
Para llegar a esta reconstrucción, el equipo de Briaud integró datos de múltiples misiones espaciales, mediciones sísmicas de la era Apolo, variaciones milimétricas en la distancia Tierra–Luna y nuevos algoritmos capaces de procesar señales que, hace dos décadas, se consideraban ruido. El refinamiento tecnológico permitió obtener una imagen nítida del interior lunar, resolución que hasta ahora había sido imposible alcanzar.
El hallazgo tiene una consecuencia inmediata: explica el antiguo campo magnético de la Luna. Durante sus primeros mil millones de años, el satélite albergó una magnetosfera intensa, comparable a la terrestre, cuyo rastro quedó atrapado en minerales traídos por astronautas. Durante mucho tiempo se desconoció cómo un cuerpo tan pequeño pudo generar un campo tan robusto, pero el comportamiento del núcleo interno, su convección y el movimiento de materiales metálicos ofrecen ahora una respuesta coherente. Ahora bien, a medida que esta región se enfrió, el mecanismo se debilitó hasta desaparecer, llevando consigo la protección magnética lunar.
La confirmación de un núcleo sólido, de igual forma, ayuda a entender procesos más amplios en la historia del sistema solar. Science Alert, medio especializado, destaca que estos resultados respaldan un escenario de “global mantle overturn”, un fenómeno en el que materiales densos se hunden hacia el centro y otros ascienden, lo que explicaría la distribución de elementos en zonas volcánicas del satélite. Este comportamiento, asociado hasta ahora principalmente a planetas más complejos, sugiere que la evolución lunar fue más dinámica de lo supuesto.
Entérese de más: La Luna se achica y eso la estaría haciendo temblar
Mientras estos avances despejan dudas internas, otra línea de investigación —publicada en The New York Times— reabre el debate sobre el origen mismo de la Luna, pues otro estudio reciente encontró rastros químicos que vinculan a la Tierra y a Theia —el cuerpo que habría impactado al planeta en su juventud y originado el satélite— con un mismo material de origen en el sistema solar interno, y eso refuerza la idea de que ambos cuerpos compartieron región de formación y composición primordial, lo que explicaría por qué las rocas lunares se parecen tanto al manto terrestre.
Lo cierto es que la perspectiva combinada de estos estudios ofrece una narrativa renovada: la Luna es un testigo pasivo del pasado y un archivo geológico capaz de iluminar los eventos más antiguos del vecindario solar.