En Colombia hay más de dos millones de estudiantes matriculados en educación superior, de los cuales la gran mayoría, sin importar carrera o semestre, hacen uso de fotocopias como material de estudio y apoyo e investigación.
La reproducción de material académico, una acción que está presente en el día a día de los universitarios y que a simple vista parece inocente y sin grandes consecuencias, representa grandes gastos para los estudiantes y pérdidas para el sector editorial del país, además de secuelas negativas para el medio ambiente por su producción y sus desechos.
Aunque actualmente el número de copias compradas por los estudiantes ha disminuido, según señala Alejandra Gómez, gerente del Centro Colombiano de Derechos Reprográficos, CDR, es una práctica que se mantiene porque significa menos costos en el diario vivir de un estudiante.
Cabe recordar que en Colombia la educación superior es costosa si se compara con los ingresos de la mayoría de la población. El valor de un semestre puede variar entre un millón y quince millones de pesos, algo más de 23 salarios mínimos vigentes.
En promedio un estudiante universitario se gasta a la semana entre 3.000 y 8.000 pesos en fotocopias, que en la mayoría de los casos son de documentos proporcionados por los docentes, material que se encuentra en espacios asignados dentro de la universidad para hacer las copias.
Ángela Grisales, estudiante de la Universidad de Antioquia, asegura que en promedio, con cinco materias en un semestre, se gasta 20.000 pesos en copias, aclarando que “los medios magnéticos han facilitado mucho el tema, consiguiendo documentos en internet, mientras que los docentes también nos envían información al correo electrónico”, expresa.
Según explican voceros de la Universidad Libre de Cali, donde se sacan alrededor de 50.000 copias al mes, el número por estudiante es una cifra muy relativa, “pues quienes más solicitan fotocopias son los alumnos de los primeros semestres o los de primer año de Derecho, que a todo le sacan copia. Los de semestres o años más avanzados las usan con menos frecuencia. Generalmente cuando van más adelantados, ellos prefieren comprar los textos o consultar por otros medios”.
Por otro lado están los libros que son copiados por completo, que según las estadísticas es un hábito presente en más de la mitad de la población académica. El 60 por ciento de los estudiantes compra entre uno y dos libros al año, una cifra preocupantemente baja para la industria editorial que representa el 3.6 por ciento del PIB del país.
Andrés Sánchez, estudiante de maestría, señala que en la segunda semana de clases le solicitaron un libro que en el mercado cuesta $90.000, en fotocopias y anillado solo se gastó $30.000. Los $60.000 restantes seguramente le servirán para comprar los libros que le sean requeridos para los siguientes módulos del semestre.
Otra razón a la que aluden los estudiantes para fotocopiar es la escasez de libros en las bibliotecas de las universidades, donde en la mayoría de los casos no hay más de cinco ejemplares, una cifra insuficiente para el número de matriculados en los cursos que varían entre 15 y 30 personas.
Además, en general solo deben leer algunos capítulos de un texto, y no consideran necesario invertir en el libro completo.