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Coquito, el ave que emigró y se amañó en Medellín

Por las lluvias es probable que vea a esta ave cerca de su casa u oficina. Se quedó a vivir en Medellín.

  • El coquito (Phimosus infuscatus) está de visita en las zonas residenciales de la ciudad. FOTO SSTOCK.
    El coquito (Phimosus infuscatus) está de visita en las zonas residenciales de la ciudad. FOTO SSTOCK.
  • De cerca se advierte que su color no es negro absoluto: tienen visos turquesa, entre verdes y azules, que se tornasolan con el movimiento. FOTO JAIME PÉREZ.
    De cerca se advierte que su color no es negro absoluto: tienen visos turquesa, entre verdes y azules, que se tornasolan con el movimiento. FOTO JAIME PÉREZ.
Coquito, el ave que emigró y se amañó en Medellín
10 de agosto de 2022
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Aunque suelen habitar las riberas del río Medellín y quebradas como La Iguaná, por estos días los coquitos están de visita en las zonas residenciales del Valle de Aburrá, cerca a las universidades, oficinas, canchas y parques. Por ser negros y de apariencia elegante —patas, cuello largo y mirada alta— desde lejos parecen gallinazos. Sin embargo, de cerca se advierte que su color no es negro absoluto: tienen visos turquesa, entre verdes y azules, que se tornasolan con el movimiento.

Como se alimentan de insectos que sacan de debajo de la tierra —con su pico largo y curvo—, las fuertes lluvias los favorecen: el nivel del agua subterránea aumenta y, por ende, lombrices, arañas y hormigas salen hacia la superficie. Así pueden cazarlas con mayor facilidad.

Estas aves, oriundas de tierras menos elevadas como el Bajo Cauca (que no supera los 1.000 metros sobre el nivel del mar), viven aproximadamente hace 10 años en el Valle de Aburrá, por lo que Juan Felipe Blanco-Librero, docente del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, las referencia como “aves bandera del calentamiento atmosférico”.

Infográfico

Una especie bandera, de acuerdo con la WWF Internacional, es aquella que puede ser seleccionada para actuar como embajadora, icono o símbolo de un hábitat o una causa ambiental. A los coquitos el calentamiento atmosférico les ha permitido, año tras año, migrar desde tierras más cálidas hacia el Valle de Aburrá. “Aquí han encontrado hábitats similares a los de su área de distribución original: las tierras bajas del Caribe colombiano y las cuencas de los ríos Cauca y Magdalena”, explica el docente, “por lo tanto, su ámbito espacial o rango de distribución geográfica se ha ampliado y ha subido por la montaña”.

En los años 80 el padre Marco Antonio Serna Díaz, cofundador y primer presidente de la Sociedad de Ornitología de Antioquia (SAO), los reportó con “dudosa presencia” en el Valle, pues para entonces las condiciones de la región no eran del todo propicias para que se establecieran, cuenta Ramón David Ruiz-Correa, ornitólogo de la SAO y fotógrafo de aves (@rada.birding).

Para finales de los 90 e inicios de 2000 empezaron a avistarse mayor número de individuos hacia el norte del Valle de Aburrá y desde allí, paulatinamente, fueron colonizando Medellín y demás municipios del sur, Envigado, Sabaneta, La Estrella. Para Blanco, es probable que la condición de La Niña (el aumento de las lluvias) de los últimos dos años haya estado acelerando la migración de esta especie, favoreciendo su reproducción y el establecimiento de poblaciones residentes. De igual modo, para Ruiz, aunque aclara que no hay sustento científico por ahora, la expansión urbana y la deforestación estarían favoreciendo su presencia: “La deforestación finalmente les ‘abre carretera’ a muchas aves que habitan zonas abiertas”.

¿Suma o resta?

A la fecha no es posible afirmar si su presencia es positiva o negativa para los ecosistemas del Valle de Aburrá. En una primera instancia podría decirse que debido a que se alimentan de insectos pueden ser controladoras de plagas. El detalle en torno al que no se tiene certeza es si afectan a otras especies. “Aquí ya habían unas establecidas y el coquito llega a competir de alguna forma con ellas. ¿Hasta qué punto puede desplazarlas o afectarlas? Eso no lo sabemos, faltan estudios”, puntualiza Ruiz.

Investigación científica en Ecología por parte de la academia, monitoreo de las poblaciones por parte de las autoridades ambientales, sensibilización entre la ciudadanía e inclusión de la misma en iniciativas o actividades de ciencia participativa son claves. “Hay plataformas como iNaturalist o eBird (aplicaciones móviles) que le permiten a cualquier persona tomar fotos de avistamientos y reportarlos con las coordenadas o la ubicación en un mapa”, agrega Blanco, “es un hobby o actividad recreativa que puede contribuir a avanzar en el conocimiento científico y en el manejo de este nuevo habitante del Valle de Aburrá que, con seguridad, llegó para quedarse”.

Su estancia puede estar mediada por la selección natural de varias generaciones, por lo que la hipótesis es que los habitantes del Valle están presenciando un proceso de micro-evolución o evolución, pero al igual que con la información anterior, falta que sea demostrado científicamente.

Subdisciplinas como la ecología y la evolución de las especies en zonas urbanas han estado creciendo rápidamente, afirma Blanco, pues fenómenos como este se han vuelto comunes (ha ocurrido , por ejemplo, con otras especies como la María Mulata).

De cerca se advierte que su color no es negro absoluto: tienen visos turquesa, entre verdes y azules, que se tornasolan con el movimiento. FOTO JAIME PÉREZ.
De cerca se advierte que su color no es negro absoluto: tienen visos turquesa, entre verdes y azules, que se tornasolan con el movimiento. FOTO JAIME PÉREZ.

Los detalles sutiles

Tenerlas cerca permite observar que la zona del rostro la tiene desprovista de plumas: ojos y pico color rosa salen de la carne pelada. Pese a esto —a ser tan particulares— suelen ser confundidas no solo con gallinazos, también con garzas y grullas. Efectivamente su cuerpo es el típico de las aves acuáticas continentales: sus patas con dedos largos y su pico largo y curvo indican su hábito vadeador, que camina en zonas anegadas o de aguas poco profundas en busca de presas. No obstante a todas esas similitudes, se ha establecido que el coquito está más emparentado con las espátulas y los pelícanos (orden Pelecaniformes, familia Threskiornithidae).

Son bellas en su particularidad y, a expensas o no del ecosistema citadino, hacen parte de él. De ahí que sea importante que como sus coterráneos deban haber adaptaciones para los humanos. “Como permanecen en el suelo, hay que ser cuidadosos con las mascotas para que no los vayan a agredir”, agrega Ruiz. Así mismo, al momento de hacer podas hay que cuidar que no haya nidos de esta ni de otras especies de aves. “Hay que aprender a convivir con ellas, a respetarlas porque ya hacen parte de la comunidad”.

Es fundamental que haya un correcto depósito de desechos, pues en ocasiones esta especie ingiere plásticos (ver Para saber más), vidrios, agujas y metales desperdigados por el suelo. Permítales que se sigan amañado en el Valle de Aburrá.

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