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“El canibalismo es típicamente humano”

Es de las que más sabe sobre prehistoria del hombre. Un recorrido para conocer qué tanto ha cambiado nuestra visión de los neandertales.

  • Marylène Patou-Mathis, en el Museo del Hombre de París, del cual ha sido asesora. Es prehistoriadora e investigadora especializada en el comportamiento de los neandertales. FOTO lea crespi
    Marylène Patou-Mathis, en el Museo del Hombre de París, del cual ha sido asesora. Es prehistoriadora e investigadora especializada en el comportamiento de los neandertales. FOTO lea crespi
  • En 2009 se publicó el primer borrador del genoma completo del neandertal. FOTO Cortesía
    En 2009 se publicó el primer borrador del genoma completo del neandertal. FOTO Cortesía
02 de julio de 2018
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La prehistoriadora francesa es experta en los neandertales, unos antepasados tan remotos como desconocidos. Desaparecieron hace 40.000 años, pero cada vez hay más pruebas de lo mucho que compartimos. Se niega a establecer jerarquías entre grupos humanos: no hay, dice, unos inferiores a otros. Y nada indica que las mujeres no cazaran.

No resulta habitual que una científica se convierta en una estrella de los medios de comunicación, pero es lo que ha ocurrido con la investigadora francesa Marylène Patou-Mathis. Su sentido del humor y su forma franca y directa de explicar asuntos tan delicados como la remota afición de los humanos a comerse los unos a los otros ha logrado que se convierta en un personaje muy conocido en Francia.

Sin embargo, el mundo del que más sabe no puede ser más remoto: es una prehistoriadora experta en los neandertales, la especie humana más cercana a nosotros, que desapareció hace unos 40.000 años, y en los primeros Homo sapiens que llegaron a Europa más o menos en ese periodo.

Investigadora del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS, el equivalente francés del Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y del Museo de Ciencias Naturales de París, es una reputada arqueóloga, autora de numerosos libros, asesora de películas, y acaba de participar en la organización de una exposición sobre los neandertales en París.

Su último libro se titula Neanderthal de A à Z y entre sus títulos más difundidos se encuentran Histoires de mammouth (2015), Préhistoire de la violence et de la guerre (2013) o Mangeurs de viande: de la Préhistoire à nos jours (2009). Nacida en París, se niega a confesar su edad —“Es un dato que no doy nunca”—, aunque puede servir de pista que terminó la carrera en 1981 y defendió su tesis en 1984. La conversación tuvo lugar en abril en el Museo del Hombre, que alberga la muestra sobre nuestros primos prehistóricos desaparecidos.

La visión de los neandertales ha cambiado mucho en los últimos años. ¿La dificultad para comprender a esta especie humana durante tanto tiempo refleja la dificultad para comprender al otro?

“Sin duda. Siempre he creído que no se deben establecer comparaciones. Investigo sobre los neandertales, pero también sobre los primeros sapiens europeos, los auriñacienses. Sin embargo, creo que es un error juzgar en función del otro. Mi investigación no busca saber quién era superior. Lo interesante es que seamos capaces de reconstruir los comportamientos: la jerarquización no debe ser nunca el enfoque. Incluso por motivos éticos, no debemos jerarquizar.

He vivido con los nómadas del Kalahari y disponían de una tecnología de cazadores-recolectores con instrumentos como el arco. Podíamos pensar que tecnológicamente estaban menos evolucionados que otras sociedades, pero mostraban una riqueza enorme en sus historias, en la forma en la que conocían la naturaleza.

Lo que nos hace humanos no es solo la tecnología. Cuando alguien sostiene que los cazadores-recolectores son inferiores se equivoca. El hombre es siempre singular. No querer aceptar que el otro que tenemos enfrente es diferente, convertirle en inferior, es muy malo y ha sido un problema durante mucho tiempo”.

Usted dijo que el hecho de que los neandertales fuesen caníbales no les aleja de nosotros, sino que les acerca. ¿No es un poco inquietante?

“El canibalismo es algo típicamente humano, por ejemplo en su ritualización, porque el canibalismo ritual es algo muy sofisticado. Hasta hace muy poco, en lugares como Nueva Guinea sobrevivían ritos funerarios que consistían básicamente en comerse un trozo de la abuela.

Se trata de algo muy complejo. Es un comportamiento muy humano, que empieza en Atapuerca hace 800.000 años y que continúa con el canibalismo como forma de aterrorizar a los enemigos que se da todavía hoy en algunos conflictos.

Es algo tan fuerte que lo hemos transformado en símbolo con la eucaristía, cuando hablamos de comer la sangre y el cuerpo de Cristo. Y que ha dejado huellas en nuestro vocabulario: decimos que alguien “está como para comérselo” o, al revés, que no podemos tragarlo. Es muy interesante, pero también muy fuerte.

En su último libro explica que siempre se representa la prehistoria con las mujeres trabajando en la cueva y los hombres cazando, ¿existen pruebas de eso?

“Ninguna. Es algo que me interesa muchísimo. Son imágenes que responden a prejuicios. ¿Por qué no podemos concebir que las mujeres tallasen los utensilios?

Cuando representamos un pintor, por ejemplo en Lascaux, siempre ponemos a un hombre. ¿Por qué tiene que ser así? Se trata de prejuicios sexistas. ¿Quién dice que es imposible? Muchos chamanes son mujeres, muchos pintores de poblaciones aborígenes de Australia son mujeres. Es algo que me irrita muchísimo.

Cuando me dicen que en los grupos de cazadores-recolectores las mujeres no cazan, primero es algo que no es cierto: lo que no hacen es herir al animal y hacer correr su sangre. Pero participan en la caza de muchas otras maneras. Y los pueblos de los que hablamos actualmente tienen una historia muy larga, no son hombres prehistóricos que se hayan quedado parados en el tiempo.

No me gusta que calquemos los comportamientos de tribus actuales para interpretar la prehistoria. Me encanta la etnografía, pero son pueblos que, como nosotros, tienen una historia. Podemos aprender de asuntos técnicos, ver cómo resuelven problemas en un determinado entorno. La visión de la mujer en la prehistoria es algo sobre lo que quiero trabajar, para demostrar que se trata de una cuestión ideológica”.

¿Cree que lo que nos fascina de los neandertales es su desaparición, que coincide con la llegada de nuestra especie, los Homo sapiens, a Europa?

“Pienso que desaparecieron sobre todo por un problema de demografía. No tenemos pruebas de que cuando llegaron los sapiens se produjesen contactos entre las dos especies, por lo menos en las regiones en las que he trabajado, sobre todo en Crimea y Ucrania. Mi impresión es que se evitan. En periodos anteriores veíamos un pequeño nomadismo estival y, sin embargo, más tarde los restos arqueológicos nos indican que las ocupaciones fueron muy cortas, como si estuviesen en constante movimiento”.

¿Y quedan huellas arqueológicas de violencia entre las dos especies?

“No. En ese periodo no hay nada. Constatamos de forma clara que hasta el Neolítico no aparecen los auténticos conflictos. Lo que nos encontramos de vez en cuando es una persona que ha sufrido un golpe en la cabeza. ¿Qué quiere decir? No lo sabemos, puede ser un accidente. La mayoría están cicatrizadas, con lo que la persona no murió. No quedan restos de matanzas, ni siquiera de varios cuerpos juntos. Los únicos restos de violencia que tenemos, como en la cueva de El Sidrón, en Asturias, corresponden a canibalismo”.

¿Y el clima no tuvo nada que ver con su desaparición?

“No creo. Es una hipótesis de la que ahora se habla mucho, que tiene que ver con una visión general de que la existencia humana está muy relacionada con el medio ambiente. Pero no debemos olvidar que las tradiciones culturales nos ayudan a adaptarnos, por ejemplo migrando hacia el sur cuando hace demasiado frío, como ocurre con los animales. No es algo que pueda explicar la desaparición de los neandertales, porque además conocieron muchos periodos fríos y cálidos.

¿Y es posible que fuese la suma de nuestra llegada más un periodo especialmente frío?

“No tiene mucho sentido porque también desaparecen de zonas que nunca padecieron periodos glaciares, como Oriente Próximo o Gibraltar. Es un problema demográfico. No son suficientes para mantener una población estable y podemos ver una debilidad en su diversidad genética. Pienso que el problema fue sobre todo la falta de individuos. Es lo mismo que ocurrió con los mamuts, que es un tema en el que he trabajado mucho. En un momento los grupos son muy pequeños y están muy dispersos, y estos animales acaban por desaparecer...”

Ya que habla de los mamuts, ¿por qué cree que en lugares como el sur de Francia, donde había muy pocos mamuts, aparecen estos animales dibujados en las paredes de las cuevas?

“Es algo muy interesante. Estoy convencida de que hubo personas que dibujaron mamuts pese a no haber visto nunca ninguno, que era algo que estaba en su cultura, en su imaginario. Creo que el arte parietal es muy complejo: no dibujaban los animales que iban a comerse, era otra cosa. Realicé ­excavaciones en Lascaux y descubrimos que su alimento principal eran los renos, pero que, en cambio, no los pintaban en las paredes. El imaginario de los mamuts es tan fuerte que, incluso cuando ya no convivían con ellos, siguieron dibujándolos”.

¿Quiere decir que en la prehistoria había muchos más intercambios de los que imaginamos? También han aparecido estatuillas realizadas con colmillos de mamuts en zonas donde no existían.

“Podemos imaginar que había intercambios entre unos grupos y otros de cosas como el marfil. Los objetos viajaban de un grupo a otro enormes distancias...”

¿Por qué cree que nos interesa tanto la prehistoria?

“Creo que entre la gente que tiene tiempo y dinero para reflexionar existe un malestar, una inquietud, cierta desesperanza con respecto a aquello en lo que nos hemos convertido. El éxito del libro Sapiens, de Yuval Noah Harari, tiene que ver con esto. Nos vemos como una especie que ha destruido la naturaleza, siempre en guerra, cuando tal vez podríamos no haber seguido ese camino. A mucha gente no le gusta esto y por eso se refugia en un mundo que idealizan, cuando vivíamos en armonía con la naturaleza..

© Diario El País

800
mil años atrás, según la investigadora francesa, fue que comenzó en Atapuerca las prácticas caníbales en humanos.
40
mil años atrás se extinguieron los neandertales, la especie humana más parecida a la nuestra.

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