Una conexión tan real con la naturaleza que los pilares de los templos religiosos en Japón, en el siglo VI, eran piezas de madera enlazadas sin clavos al piso, para que pudieran ser transportados como una nave en el mar. Así es como la filosofía zen concibe la arquitectura, dice el artículo El zen y el minimalismo (2009), publicado por la Universidad de Belgrano, en Argentina.
Los pocos materiales y un diseño simple hacen que las construcciones en este estilo se relacionen con el arte minimalista; sin embargo, tienen historias diferentes. En los diseños modernos se puede ver que elementos de cada uno confluyen y el resultado son casas y espacios que hacen una invitación a la calma, la tranquilidad y la meditación. Donde se cumpla lo que dijo el arquitecto y urbanista francés Le Corbusier: “La casa debe ser el estuche de la vida, la máquina de felicidad”. Mire de qué se trata cada corriente.
Naturalidad auténtica
La cosmovisión zen es una forma de entender el mundo que viene de la religión budista y cree en la naturaleza como la máxima expresión de belleza. Eso se vio reflejado en las construcciones de templos en Japón después del siglo V, cuenta el artículo citado anteriormente. Ahí también se explica que la filosofía zen sentó las bases de la arquitectura tradicional japonesa. Por eso las fuentes no se refieren al concepto de arquitectura zen, sino a la tradicional japonesa.
Sus elementos característicos son el uso de madera sin colores artificiales, las líneas rectas en pilares que se elevan desde el suelo, la austeridad en las estructuras, la horizontalidad y la asimetría, es decir, entender que no hay un orden natural, eso se ve por ejemplo en ventanas de diferentes tamaños. También hay una constante interrelación con la naturaleza: prima la vista hacia el exterior, el énfasis en los árboles circundantes y los jardines zen tienen cuerpos de agua con arena y piedras.
El arquitecto Lucas Arango, docente en la Universidad San Buenaventura, señala el Parque de Los Pies Descalzos, en Medellín, como una expresión arquitectónica que toma elementos de la arquitectura zen, por los cuerpos de agua.
Menos es más
Por su parte, “el término ‘minimal’ fue utilizado por primera vez por el filósofo Richard Wolheim en 1965, para referirse a los objetos de muy bajo contenido artístico”, relata la reseña ya citada. El concepto dio origen por esos años a la corriente estética del minimalismo, como una expresión contestataria al pop art y su colorismo. Por eso en sus premisas se destacan las superficies monocromáticas, la máxima sencillez que se expresa en la abstracción total del color, la superficie y el formato.
Ya en los 80, cuenta Carlos Hernández, arquitecto y profesor de la Universidad Javeriana, se consolidó el minimalismo en el interiorismo y la arquitectura con un llamado a la menor utilización posible de materiales en la construcción, la recreación de espacios amplios y blancos, el diseño con formas geométricas, los juegos con la luz y la sombra, la introducción del silencio como expresión y una conexión entre el interior y el exterior.
Mire que coincide con elementos de la arquitectura japonesa, pero no por una búsqueda religiosa. Ambas se diferencian, por ejemplo, en que las construcciones zen buscan los colores naturales (como el verde y el café de la madera), mientras que las minimalistas favorecen los blancos y el gris del concreto. Además, en esta última hay un rigor por la simetría y la pureza de las formas geométricas, mientras que la zen confía más en el orden caótico de la naturaleza.
Hernández explica que a partir de ahí la arquitectura zen y el minimalismo se han ido mezclando, sobre todo por viajes de arquitectos a oriente en los que toman referentes, reinterpretan y fusionan varios elementos de ambas corrientes. Él pone como ejemplo los viajes del inglés John Pawson, arquitecto minimalista, que se fue en los 70 a estudiar al país asiático. “En su etapa en Japón Pawson queda fascinado por la cultura zen y por el propio país, atraído por la espiritualidad y la estética ingresa en un monasterio budista”, se lee en la investigación Pensamiento y arquitectura en John Pawson (2016).
Otro caso que menciona Hernández es El Pabellón de Barcelona (1929), “obra simbólica del movimiento moderno. Fue diseñado por Ludwig Mies van Der Rohe y Lilly Reich. Tiene una escultura del artista contemporáneo Georg Kolbe que se llama amanecer, está colocada estratégicamente en un extremo del patio interior, en un punto en el que no solo se refleja en el agua sino también el mármol y en los cristales, multiplicando el espacio”. Esa es otra forma de tomar elementos de la naturaleza, como lo hace la arquitectura zen, y poner el toque moderno.
Para el arquitecto Juan Pablo Ríos, en la actualidad hay una fusión de estilos arquitectónicos, por eso “el minimalismo es dependiendo de los ojos que lo miren”. Una casa puede ser amplia, blanca, silenciosa y con figuras geométricas, pero si se usaron muchos materiales para construirla no es tan minimalista como parece.
Lo mismo sucede, dice él, con la arquitectura zen. “Los japoneses son unos artesanos con la madera y el concreto y logran hacer edificaciones tremendas con pocos materiales. Eso es diferente a hacer una casa bonita sin límite de presupuesto”, opina.
Desde los 70 y 80 se vienen mezclando el silencio, los diseños simples y la relación con la naturaleza para que sean lo principal en una construcción arquitectónica. Tal vez si se detiene a observar, la arquitectura zen, o la minimalista, están más cerca de lo que imagina.