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¿Los medios hacen insensibles a las personas?

¿La exposición constante a los hechos trágicos que son noticia nos hace más insensibles frente a la muerte? ¿Hay una pérdida de valores en la sociedad?

  • ilustración Esteban parís
    ilustración Esteban parís
28 de julio de 2016
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Los medios de comunicación informativos reflejan la realidad que los rodea. En forma de cifras, hechos o declaraciones, que a su vez se transforman en imágenes, videos, audios o palabras, esta realidad es el sustrato con el que trabajan los periodistas.

En ese sentido, los medios no tienen control sobre la materia prima que constituye lo que le informan a la sociedad. Sin embargo, aunque no puedan controlar qué ocurre, sí tienen responsabilidad –entre otras– en la forma como cubren, es decir, reportean, narran, representan, diagraman, informan o en general comunican esa información que encuentran en bruto en la realidad.

Sin embargo, aún si el medio de comunicación hiciera su labor y buscara la objetividad y neutralidad de cada noticia, hay algunos fenómenos contemporáneos que significan un reto en la forma como las personas perciben los hechos y la realidad.

Uno de ellos es la cantidad de plataformas y medios mediante los cuales la gente ahora puede acceder a las noticias.

Además de la capacidad de leer no uno sino innumerables diarios en línea, escuchar podcasts bajo demanda, acceder a sitios de noticias netamente digitales y ver los noticieros de otros países, ahora la gente se informa o ve los hechos que ocurren a través de las redes sociales.

Un reporte de este año del Instituto Reuters para el estudio del periodismo encontró que, de 50.000 personas de 26 países del mundo, el 51 % usaba redes sociales como Facebook o Twitter como fuente primaria de noticias.

Con la capacidad para enterarnos en un segundo de los hechos que ocurren en diferentes partes del mundo y además hacerlo a través de diferentes plataformas, medios y formatos, surge la pregunta, ¿la gente está sobreexpuesta a las noticias?, ¿qué efecto puede tener esto en las personas?

Demasiada información

En el libro La naranja mecánica (adaptado a la película homónima), Alex, el protagonista, es sometido a una terapia donde se le obliga a ver videos con contenido violento o pornográfico mientras se le administra una droga que le genera náuseas y miedo. Después de largas jornadas del tratamiento el hombre es incapaz de realizar acciones violentas, pues relaciona estas con su malestar general.

Y, aunque en la vida real no ocurre así y sea una metáfora aparatosa, se ha demostrado que la exposición continuada a cierto tipo de contenidos puede tener diferentes efectos en las personas.

“Un fenómeno bien documentado y estudiado es la habituación”, explica Marithza Sandoval, directora del posgrado en psicología del consumidor de la Fundación universitaria Konrad Lorenz.

“Este, que también es una forma de aprendizaje, consiste en que a medida que una persona se expone a un estímulo de naturaleza aversiva de forma repetida, la respuesta frente a este desciende”, dice Sandoval. “Ocurre mucho con la televisión, y no es exclusivo a contenidos violentos. Cada vez se necesita un estímulo mayor o diferente en intensidad o contexto para generar reacciones”.

Así, con la facilidad de acceso a la información y la cantidad de esta disponible sumadas a hechos como la seguidilla de atentados terroristas en Europa, Oriente medio y otras regiones del mundo, ¿tantas noticias sobre muertes y hechos violentos nos hacen cada vez menos sensibles?

En algunos casos, pareciera que sí.

El tema ha sido estudiado sobre todo en niños y jóvenes. En 1999 la Unesco realizó un estudio global sobre la violencia en los medios de comunicación, el más grande en el tema hasta ahora, global y de referencia para algunos expertos. En la investigación participaron 5.000 niños de 12 años de 23 países del mundo, y abarcó desde naciones como Canadá o Japón hasta Trinidad y Tobago, Fiji y Perú, incluyendo algunos con desplazamiento interno, conflictos bélicos, niños entrevistados en campamentos de refugiados y otras problemáticas sociales.

Si bien su análisis se enfocó considerablemente en la mayor plataforma de comunicación de la época, la televisión, y comprende no solo noticias sino también películas y otros contenidos de ficción, algunos de sus hallazgos pueden retomarse.

Por una parte, la investigación es clara en decir que la violencia en los medios es universal, y que el problema no son, como algunos creerían, contenidos individuales como las películas violentas (Terminator es una de las mencionadas por el texto).

Una de las dificultades planteadas por el estudio radica en el grado y omnipresencia de la violencia en los medios informativos, relacionada con las noticias, que “en ciertos contextos” puede contribuir al “desarrollo de una cultura agresiva”.

Este fenómeno está también indicado en el Manual internacional Routledge para niños, adolescentes y medios (ver recuadro), un libro de consulta que resume los posibles efectos de los medios de comunicación en esta población en tres: aprendizaje de la agresión (replicar conductas agresivas por pensar que dan resultados), desensibilización y miedo y síndrome del mundo vil (paralizarse de miedo al pensar que todo el mundo representa un entorno hostil).

Estas publicaciones están basadas en estudios en poblaciones de niños y jóvenes. Sin embargo, ¿también puede ocurrir algo así entre los adultos?

Óscar Alfredo Muñiz, profesor de la Universidad UPB, psicólogo y especialista en salud mental, opina que sí. “Creo que, inclusive, el adulto puede ser más influenciable que el niño, pues está expuesto constantemente a la televisión, a la radio, etc. En la sala de su casa le presentan juntos acontecimientos que ocurrieron en Japón, Moscú, Nueva York y Colombia, y va a vivir eso como si fuera en la esquina de su cuadra”, indica. “Esto puede generar un estado de sugestión, miedo, desconfianza, hasta rompimiento de los lazos sociales”, añade el experto.

Esta desensibilización o habituación frente a asuntos como la muerte pueden presentarse, también, en la pérdida de valores como la empatía, la tolerancia o el respeto.

Sandoval argumenta que, justamente, este tipo de hechos fomentan actitudes antisociales, que de otra forma podrían expresarse como pérdida de valores.

¿Y si la violencia es noticia?

En un artículo publicado el 21 de julio, EL COLOMBIANO reflexionaba sobre los retos en el cubrimiento de los ataques terroristas y la forma como los medios de comunicación influenciaban —no de forma directa sino por mecanismos más complejos— a las personas.

En esa ocasión, una de las alternativas que para algunos parecía solucionar el asunto era la censura. En este caso ocurre algo similar. Sin embargo, la respuesta no es dejar de hablar de los hechos violentos.

En los jóvenes, el manual Routledge indica que limitar el acceso a los medios hace que el interés sobre su contenido aumente y que se busquen más formas de llegar a ellos.

Por otra parte, hablar de entidades regulatorias en el cubrimiento periodístico amenaza a la libertad de prensa. “Y cuando se trata de contenidos de ficción, como telenovelas, tampoco son muy efectivas”, apunta Sandoval.

¿Cómo, entonces, comunicar las noticias sin fomentar la agresividad, desensibilizar frente a la muerte o difundir el pánico entre la población?

Una recomendación de los expertos para los medios es que, si bien no pueden controlar el flujo de los hechos, sí pueden dedicar espacios en sus agendas a otros temas relacionados con estos.

“Hay campañas que pueden ayudar a comprender mejor lo que hay dentro de grupos sociales como los musulmanes. En Alemania, por ejemplo, la cadena Deutsche Welle tiene un programa donde compara las diferentes políticas para tratar a los inmigrantes. Los medios tienen que preocuparse por buscar ideas así para combatir la estigmatización, dolores, sentimientos y otros relacionados con los hechos violentos, hay que transmitir que el otro también es humano”, reflexiona Muñiz.

Este tipo de estrategias se muestran como un contrapeso en la balanza de las tragedias de la realidad.

Por su parte, la Unesco enuncia lo siguiente en su estudio sobre los niños: “La violencia siempre ha sido un elemento a la hora de reportar noticias. No puede ser excluida del cubrimiento mediático. Sin embargo, el problema son su alcance, extremismo y gratificación”, y propone tres estrategias para hacerle frente al tema.

La primera son debates públicos entre políticos, productores, pedagogos, padres y prosumidores (consumidores de contenido activos), sobre los contenidos de los medios; la segunda busca que exista una mayor autorregulación entre los profesionales de los medios y un código de conducta, y la tercera habla de la constitución de educación sobre los medios, para crear usuarios críticos y competentes.

Esta última estrategia es una de las que, en especial, ha sido efectiva para disminuir los posibles efectos psicológicos que devienen del cubrimiento de hechos trágicos.

“Implementado desde hace tiempo en escuelas del Reino Unido, Australia y Canadá, y en aumento en Japón y Estados Unidos, el alfabetismo mediático ha ayudado a algunos jóvenes a franquear la violencia mediática”, indica el manual Routledge.

No solo le sirve a los jóvenes para diferenciar qué es realidad de ficción de los medios, sino también para ser más críticos con las noticias.

Está claro que los medios tienen una responsabilidad en el tema, y de ellos también debería venir la alfabetización mediática. Sin embargo, si los suprimiéramos de la ecuación, ¿qué pueden hacer las personas al respecto?

Juan Camilo Díaz, profesor de la Universidad de La Sabana y analista de medios y cultura digital, considera que la responsabilidad también está en los lectores, televidentes, radioescuchas o demás, que deben preocuparse por el tema.

“Sin exonerar a los medios, creo que también nos hace falta buen juicio a la hora de leer una noticia. Es difícil por la homogenización mediática, pero es un ejercicio que vale la pena intentar”, considera.

Frente a los jóvenes, Díaz opina que son ellos quienes hoy pueden comenzar a formar un criterio con mayor facilidad. Aduce que “los mayores tenemos un periódico, emisora y canal favorito, no nos salimos del molde y mientras no analicemos eso no comprenderemos que la información está mediada”.

Más allá del miedo

Todo lo anterior podría sonar como si hubiera que cancelar la suscripción al periódico, apagar la radio y el televisor, cortar el internet y quedarse en la sala de la casa para no enterarse de lo que ocurre en el exterior.

Sin embargo, los medios son también una fuente de posibilidades para la educación, en especial sobre este tipo de temas, que los inquietan de forma transversal.

Con esto en mente, la Unesco resalta lo siguiente: “Los medios presentan ‘riesgos’, como lo ha demostrado este estudio. Pero también ofrecen nuevas posibilidades prosociales (ver recuadro). Como consecuencia, el nuevo entorno digital exige la misma atención que en el mundo tradicional se le presta a la cultura y a la educación”.

Y como parte de ese proceso de educación, en medio de la sociedad, están las familias, como destaca Isabel Cristina Bernal, magíster en terapia familiar y coordinadora de asistencia del Centro de familia de la UPB. “Más que una pérdida de valores pienso que hay una transformación de estos, pero la familia sigue estando en el centro de los procesos de acompañamiento y desarrollo de las personas”.

El manual Routledge aclara: “es importante recordar que las formas extremas de violencia están menos relacionadas con los medios que con otros factores psicosociales”.

En efecto, la capacidad de los medios de desensibilizarnos es considerable. Sin embargo no es lo único a considerar. Tal vez evidenciar que los retos en materia de educación todavía son muchos pueda ayudarnos a pensar en construir programas y plataformas adecuadas para enseñar y darle a la gente herramientas para ser críticos frente al tema

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