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Coronell explica el país en cinco actos

El periodista publica un libro que resume sus textos sobre cinco temas esenciales para entender el país.

  • ilustración emers
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13 de julio de 2016
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Daniel Coronell le habla al oído a los poderosos del país. No porque sea cercano a políticos, militares o empresarios, sino porque cuando escribe muchos quieren ser el primero en saber qué dijo, de quién y con qué pruebas.

Coronell no da puntada sin dedal. De cada diez investigaciones que comienza solo dos se concretan y rinden frutos. Cuando su columna en la Revista Semana se publica las redes sociales contienen la respiración mientras el texto se lee y comparte cientos de veces en pocos minutos.

“Toda palabra de Daniel Coronell va respaldada por un dato o una prueba”, decía, en el 2013 el jurado del premio Simón Bolívar, mientras lo reconocía con el galardón al Periodista del año. La seriedad de sus argumentos hacen menos significativo el apellido “de opinión” de sus columnas en la revista.

Desde su espacio en Semana Coronell ha destapado numerosas “ollas podridas” de la política y justicia nacionales. Ahora, el periodista reúne algunos de esos textos en un libro, Recordar es morir, que ofrece una visión superficial, un repaso de la punta del iceberg de cinco temas (Agro Ingreso Seguro, Saludcoop, la Yidispolítica, las Chuzadas del DAS y el Palacio de Justicia) que, entre otros, constituyen la realidad política contemporánea nacional y dejan en evidencia los abusos del poder y de esos poderosos que, cuando Coronell escribe, corren a leer qué reveló de ellos.

¿Por qué eligió en específico estas “piezas del rompecabezas” para explicar la Colombia contemporánea y dejó de lado otras?

“Primero, porque no quería que el libro tuviera un énfasis particular en el expresidente Uribe y en lo que lo rodea. Desde luego, muchos de los temas pasan por ahí, pero tengo la ilusión de que en algún momento voy a tener tiempo para escribir ese, que es otro libro. Y, bueno, en el periodismo ocurre siempre lo mismo para un libro que para un artículo: uno tiene que elegir uno de los elementos que tiene y luego ver cómo combinarlos. Me pareció importante contar un poco cuál era la práctica de reportería y de investigación detrás de las columnas, contar lo que se puede contar, hacer al público parte del proceso”.

La versión digital de su columna suele estar acompañada de imágenes (documentos oficiales, fotografías) con las que sustenta sus hallazgos. ¿Por qué no usarlas en el libro?

“Lo sugerí, pero la editorial fue partidaria de hacer algo que tuviera la vocación del impreso. Cuando comencé a escribir columnas para Semana y a ver la potencialidad que tenía la edición digital decidí trabajar en especial esto, hacer cosas que fueran dedicadas exclusivamente a lo digital, en muchas de las columnas ayudan a mejorar la comprensión y profundidad de los temas. Creo que es algo que ha dado resultado, un interés particular distinto en esta columna”.

Entonces ahora, que debe presentar esta recopilación de columnas de forma impresa, ¿no siente que le hace falta alguna ayuda? ¿No se queda un poco cojo?

“Uno siempre quisiera tener la agilidad de la comunicación multimedia en todo, pero finalmente tienes que escoger algo. Quizás con el tiempo pueda hacer un formato multiplataforma que pueda servir para estas columnas y su discusión. Me parece que los periodistas no somos esencialmente creadores para una plataforma. Esa división es un poco artificial, nosotros somos creadores de contenido y debemos buscar la forma de hacer un envío eficiente de ese contenido, no importa el medio que sea. También estoy comenzando a trabajar un formato con infografías y líneas de tiempo para hacer más comprensibles ciertos procesos”.

Hablando de contenidos, a pesar de la seriedad de sus investigaciones y de los temas que tratan habla de la necesidad de cierta gracia, cierto humor a la hora de escribir. ¿Por qué?

“Me parece una obligación nuestra como periodistas hacer que el contenido no solo tenga fondo sino forma, y en ese sentido a veces el humor se presta para eso. Por supuesto, tengo el reto enorme de escribir en la misma revista que Daniel Samper Ospina, que es un genio del humor, y con el que ciertamente no quiero pasar el examen de emulación. Pero hay eventos tan particulares como la última columna

(Los pastores descarriados, 2 de julio del 2016), que es sobre un grupo de pastores de una iglesia en Bucaramanga que además están muy vinculados en la contratación, que tiene elementos trágicos pero también tiene cómicos. Es una pieza de picaresca de todos los tiempos y es bueno contarla de esa forma”.

En el libro narra cómo se debate entre publicar o “aguantar” una entrevista exclusiva con Yidis Medina donde ella revelaba las presiones y sobornos que le ofrecieron a cambio de votar a favor de la reforma constitucional que permitía la reelección del entonces presidente Álvaro Uribe...

“Sí, consulté el criterio de dos periodistas, uno europeo, que no tiene nada que ver con Colombia, y uno colombiano que ha vivido muchos años por fuera del país. Les conté bajo secreto cómo había sido la situación, en qué condiciones había hecho la entrevista y qué debía hacer yo en ese momento, cuando la Corte Constitucional establecía si había sido legítimo y limpio el trámite de la reelección. Cuando lo consulté con los dos por separado ambos concluyeron que yo tenía que honrar el pacto con la fuente, incluso antes de pensar en el posible beneficio público de revelarlo. Ese fue un gran dilema que cargué durante días, meses, casi años. También, y esto no aparece en el libro, lo llevé a una discusión con 21 periodistas de todas partes del mundo, esta vez sin contarles los detalles específicos, y de los 20 que hablaron 19 estuvieron de acuerdo en que había que cumplir el pacto con la fuente por encima de cualquier otra consideración. Yo me incliné por lo que había dicho la mayoría, a pesar de que eso significara un silencio que me quemaba el alma”.

En investigaciones como la de Yidis pareciera que, por la cercanía y confianza de la fuente, usted fuera el único periodista capaz de contar la historia completa. ¿Le parece que sea cierto?

“No. A ver, eso se dio en una coyuntura muy particular, pero es muy especial porque la primera vez que vi el nombre de Yidis Medina dije: ‘¿cómo es esto que una señora que se llama Yidis y un señor que se llama Teodolindo tienen en sus manos el futuro de Colombia?’. Iban a votar la semana siguiente en la Comisión primera de la Cámara de Representantes y entonces, junto a otros periodistas, llegamos a la conclusión de que estos personajes estaban cumpliendo un papel que iba a ser imperecedero o que por lo menos duraría muchos años en la cabeza de los colombianos. Entonces me puse un poco a la tarea de hacer un psicoanálisis informal de los dos y son interesantísimos porque son un retrato de la política colombiana en su expresión más rústica y primitiva, pero que también es mayoritaria en el día a día de las regiones del país”.

Pero, así fuera accidental, ¿no cree que esta cercanía lo hizo capaz de contar la historia completa de Yidis?

“Creo que hubo una cercanía esencialmente como fuente periodística. Cuando tú pasas tanto tiempo entrevistando a alguien y descubres sus tics, sus manías, sus orgullos e inseguridades, también te vas formando un retrato mental. El periodismo está fundado sobre varias gramáticas: una, de quien escribe; otra, de la fuente que crea o alimenta esa información, y una tercera, de quien lee, de reconocimiento. Encontrar esas formas de ver un punto específico le da un olfato especial al reportero. Eso creo que está retratado en lo de Yidis Medina y, por qué no, en María del Pilar Hurtado. Son dos personajes de orígenes, formaciones y trayectorias académicas muy diferentes, pero que tienen un fondo psicológico parecido, son mujeres a las que en algún momento el poder tocó y era un poder que las podía redimir o condenar y fueron deslumbradas por él y cayeron incendiadas por su luz”.

Ese libro sobre el senador Uribe, ¿es una idea que está desarrollando, que tiene a futuro?

“No, es un sueño. Pasa que voy a necesitar mucho tiempo libre para hacerlo, y no veo que en este punto de la vida lo vaya a tener. Si en algún momento puedo me gustaría hacerlo con cuidado y contar una enorme historia, muchas partes de la cual ya se conocen pero probablemente no lo suficiente, y otras nuevas que tengo para contar y que creo retratarían a un personaje que desde luego es interesante y que va a dejar una huella muy larga en la historia de este país. Haber escrito tanto sobre el tema no es culpa mía sino de él: si no hubiera durado tanto como el ‘bon bril’ político que es, probablemente yo habría tenido oportunidad de ocuparme más de otras personas”.

Leer una tras otra columnas con años de separación entre ellas ayuda a comprender mejor los hechos y da una sensación de continuidad que las entregas semanales a veces no tienen. ¿Había pensado antes en publicar un libro, en este formato?

“No lo había pensado. Sí he pensado siempre es que las columnas son parte de una sola columna mayor, y que es como si la tuviera que entregar en capítulos semanales. El periodimo investigativo se hace por acumulación de información, como por capas. Incluso cuando versan de temas muy distintos tienen familiaridad la una con la otra”.

“La justicia en Colombia no es solo coja y ciega, sino también amnésica”, dice en un apartado del libro. ¿No debería el periodismo ayudar a que fuera menos coja o menos ciega en un país como este?

“No, no creo que sea una rama auxiliar de la justicia. El periodismo tiene una función social completa en la revelación de los hechos, en la búsqueda rigurosa y la aproximación a la verdad. Si en ese sentido se hace justicia, pues bienvenida, pero si no se hace justicia la obligación es seguir buscando”.

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