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Usted huele como sus amigos, así lo revela un estudio

Estudio demuestra que las relaciones interpersonales son más fáciles entre personas que huelen parecido.

  • Sentir “química” con otra persona podría estar relacionado con el olor. Quienes huelen parecido interactúan mejor. FOTO PIXABAY
    Sentir “química” con otra persona podría estar relacionado con el olor. Quienes huelen parecido interactúan mejor. FOTO PIXABAY
03 de julio de 2022
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Lo ha visto: los perros se huelen la cola entre ellos y los gatos estiran el cuello para oler el pelaje de un felino desconocido. Todos los mamíferos terrestres, incluidos los humanos, se olfatean entre sí para determinar si el otro —extraño— es amigo o enemigo. Partiendo de esa certeza, y de que los humanos buscan establecer lazos con personas que sean similares a ellos, tres investigadores israelíes (de la Fundación de Ciencia de Israel) pusieron a prueba esta hipótesis: los seres humanos se huelen a sí mismos y a otros para determinar desde el subconsciente algún tipo de similitud en el olor corporal de los demás y, a partir de ahí, decidir si promueven o no una amistad. Los resultados fueron reveladores y están publicados desde mediados de junio en la revista Science Advances.

El Homo sapiens sapiens perdió capacidad olfativa a medida que evolucionó, cuenta David Fernando Aguillón, neurocientífico y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Esto fue así porque al dejar las cavernas, comenzar a ser bípedos y manipular herramientas, la vista, el tacto y la escucha empezaron a ser predominantes en razón de la necesidad y la supervivencia. “Tanto fue así que la porción del cerebro humano encargada de esa función es muy pequeña comparada, por ejemplo, con la de un ratón”, dice. No obstante a esto, los humanos cuentan con unos bulbos olfatorios (en la especie, el olfato es el único sentido que no hace relevos, sino que transmite directamente la información al cerebro) que convierten esas partículas odoríferas en un estímulo eléctrico que, a su vez, envía datos al cerebro.

Todas las relaciones interpersonales dependen de este órgano. “El cerebro recibe información externa a él, genera una interpretación de esa información y luego responde con ciertas acciones”, precisa Juan Marcos Solano Atehortua, neurólogo y coordinador del Grupo de Investigación en Enfermedades Neuromusculares de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, “el olfato es posiblemente el sistema sensorial más primitivo de los humanos y es un mecanismo evolutivo muy eficiente para la supervivencia”.

En qué consistió el estudio

Es bien sabido que los olores tienen un papel muy significativo en las interacciones sociales. En lo más básico: al identificar individuos de la misma especie, y en cuestiones más complejas: al identificar emociones en las demás personas, e incluso, hasta predecir comportamientos. “De acuerdo a estas percepciones asumimos una conducta en relación con los demás”, continúa Solano.

En este orden de ideas, los investigadores de la Fundación de Ciencia de Israel se enfocaron en el papel que cumple el olfato en la aparición de “amistades de clic”, es decir, en aquellas que se forman de manera inmediata y rápida, porque “hay química”, sin necesidad de mucho conocimiento formal entre los implicados.

Con esto en mente, reclutaron a 20 parejas del mismo sexo (10 femeninas y 10 masculinas) que definían el inicio de su amistad como “amistad de clic”.

Cada uno de los participantes donó su olor corporal para que fuera analizado por una eNose (una nariz electrónica capaz de detectar los compuestos orgánicos volátiles y clasificarlos).

A partir de este ejercicio, fue confirmado que los amigos clic tienen gran similitud en la química del olor corporal, lo que podría explicarse, según los autores, a partir de tres puntos: primero, que tal similitud es una causa fundamental en la amistad; segundo, que la similitud es consecuencia de una amistad larga, que ha compartido experiencias que moldean el olor corporal, por ejemplo, vivir en la misma zona, comer juntos, etc; y tercero, aducen a una razón totalmente desconocida, casi inexplicable o referente al azar.

De otro lado, los investigadores reclutaron a 17 desconocidos y los llevaron a interactuar de forma didáctica no verbal —para acercarlos a una posible amistad clic— a través del juego del espejo. En él, dos participantes se paran el uno frente al otro con una distancia de 50 cm —que permite la exposición al olor corporal— para imitar durante 2 minutos los movimientos del otro.

A partir de esta dinámica fue posible determinar que aquellas parejas que informaron haber sentido un “clic” tenían un olor químicamente más similar que aquellas que informaron no haberlo sentido. “Descubrimos que los extraños cuyo olor corporal era más similar eran más propensos a una interacción social diádica positiva posterior. Por lo tanto, concluimos que la similitud en el olor corporal humano está relacionada con un mecanismo involucrado en la formación de amistades”, confirman.

Esto mismo sucede con otras similitudes entre personas, añade Solano, que involucran diferentes modalidades sensoriales (ver Para saber más) como la apariencia, las expresiones faciales, el tono de voz, los modos de hablar, los dialectos, las formas de moverse, etc. “Cuando comenzamos un vínculo afectivo distintas regiones del cerebro se activan. Una parte muy importante es el sistema límbico que maneja las emociones positivas y negativas. Aquello que se asocie con una emoción positiva será almacenado con mayor facilidad”, anota Aguillón.

A primera olida

De acuerdo con los resultados del estudio, cuanto más químicamente parecidos sean los olores corporales de una pareja de individuos, mayor probabilidad hay de que esta establezca una amistad. Así pues, apuntan los investigadores, “los perfectos extraños pueden comenzar a interesarnos a primera olida y no solo a primera vista”.

El olfato entre los humanos tiene un papel tan determinante como lo tiene entre los demás mamíferos terrestres, pese a lo cual suele ser denigrado “culminando en la opinión de que no es tan importante” y podría prescindir de él, afirman.

Es clave y sin embargo, actúa casi siempre de manera inconsciente, sobre todo en la cultura occidental. “Por lo general, cuando una actividad cerebral se repite muchas veces tiende a volverse un proceso automático (por ejemplo, las funciones cerebrales necesarias para caminar, orinar, deglutir, dormir, etc), por lo que es posible que la mayor parte de la actividad cerebral del día a día quede por fuera del terreno de la conciencia”, dice el docente Solano. Así, como las acciones y comportamientos conscientes dependen de eventos cerebrales inconscientes, el comportamiento humano sigue siendo difícil de explicar de una manera absolutamente lógica.

Finalmente, los autores del estudio en cuestión resaltan que el olor corporal de un amigo que compagine con el olor propio induce a patrones similares de actividad cerebral –provocando una sensación de comodidad– mientras que la exposición al olor corporal de un extraño induce a una respuesta cerebral límbica diferente, más cercana al miedo.

Muchos de los mecanismos cerebrales que permiten y facilitan las relaciones interpersonales hacen parte de un constructo llamado “cognición social”, explica Solano: “Las funciones ejecutivas, la empatía, las emociones, la moralidad, los sistemas de neuronas en espejo, todo ello hace parte de la cognición social” que, además de facilitar las interacciones entre personas y la formación de colectivos, pone por encima los intereses de un grupo sobre los de un individuo. “Las poblaciones con mejor estructura social prevalecen sobre las demás”, establece el docente, dejando en claro la importancia de que “haya química entre nosotros

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