Aunque no lo crea, el cielo se extravió para cientos de millones de personas que hoy no lo pueden ver.
Millones que se han perdido la vista del sitio donde viven, la Vía Láctea que en zonas oscuras aparece como un espinazo que rasga la noche.
Sí, las luces de las ciudades están haciendo perder uno de los espectáculos con el que se maravillaban hasta hace menos de 100 años todos los pobladores del planeta.
La urbanización descontrolada, el temor a la noche y la inseguridad o el placer visual de ciertos efectos han convertido las ciudades en grandes luminarias visibles a varias decenas de kilómetros.
Todas las ciudades de cierto tamaño en el mundo tienen ese problema, reconoce Pablo Pérez Álvarez, jefe de Iluminación de Empresas Públicas de Medellín. Pero ¿no se puede hacer nada? ¿Es correcta la iluminación nocturna? ¿Y necesaria en todos los casos?
A raíz de la pérdida del paisaje celeste, surgió la Asociación Internacional del Cielo oscuro (IDA), a la que de a poco se han ido sumando poblaciones, reservas, parques y otros lugares, la mayoría en países desarrollados.
IDA tiene su visión. La iluminación artificial, como evidencia una creciente literatura científica sobre el tema, no solo es un problema para ver los cielos, sino que sus efectos son nocivos sobre la fauna y la salud humana, vinculada entre otras a mayor propensión a ciertos tipos de cáncer.
Si bien acá hay directrices muy claras sobre cómo debe ser una iluminación, dirigida al suelo, no se cumple.
Pérez Álvarez afirma que Medellín cumple con la norma y la iluminación pública está orientada al suelo para evitar ese desperdicio, pero otra cosa son los edificios y la luz para resaltar ciertas estructuras arquitectónicas como monumentos o el puente de la 4 sur, aunque existe tecnología para esa iluminación.
Pero el tema de cielos oscuros en las ciudades no es de hace 100 años. Hace solo 15 años, dice Jorge Iván Zuluaga, astrónomo, “yo veía la Vía Láctea desde Belén”. Hoy en día, “ni de fundas”. Solo ve el aire sobre la ciudad, la luz dispersándose en el polvo.
El boom en la iluminación de Medellín y el Área Metropolitana es reciente. Se percibe con facilidad en las nuevas edificaciones y desarrollos urbanos con potentes reflectores y almacenes y edificaciones con luces de sobra. Para Zuluaga, ha existido una obsesión por convertir a Medellín en una ciudad luz, que la ha hecho “anormalmente contaminada lumínicamente”, dice.
De esa idea es Luis Fernando Ocampo, del observatorio astronómico del Instituto Tecnológico Metropolitano (ITM).
“La visibilidad de astros desde Medellín se ve cada vez más limitada debido a la creencia popular que sobreiluminar es sinónimo de seguridad, siendo este tema una cuestión que compete más a la calidad de vida de sus habitantes y no al grado de alumbrado”.
Cuando era monitor de observaciones desde la azotea del antiguo Planetario (antes de que pasara el metro) “se lograba observar a simple vista el manchón de la galaxia de Andrómeda, cúmulos estelares como los de Perseo, M47, el de Ptolomeo en Escorpius, M41, el de Coma Berenices, incluso el de Omega Centauri”.
Todo eso se perdió y lo que se veía a simple vista requiere hoy el uso de ayuda óptica.
Hoy las ciudades se debaten entre la observación del cielo, la seguridad y la comodidad para determinadas actividades. “Si es para ver las estrellas tendría que estar la ciudad apagada y juegan la seguridad, el confort y ver las estrellas, hay que ser un justo medio”, dice Pedro Pérez.
La simple observación señala que en los sectores residencial, comercial e industrial hay problemas: reflectores sin cachuchas, luces hacia arriba, farolas y lámparas en globo y sin escudos, desperdicio no contabilizado que no debe existir según el Reglamento Técnico de Iluminación. Eso lo reconoce el funcionario de EPM, para quien quizás falta control de los entes oficiales.
¿Algo por hacer? Ocampo cree que con asesoría técnica se podrían corregir esas prácticas para que mejore el panorama de los cielos.
“Desde la Sociedad Antioqueña de Astronomía estamos promoviendo la Política de Cielos Oscuros para el país, iniciando en la ciudad como ejemplo nacional”.
Para IDA también existe una luz de esperanza: la iluminación desenfrenada ha sido el producto de una era que no consideraba el medio ambiente, diferente a hoy.
Un asunto sobre el cual Medellín y el Valle de Aburrá deben comenzar a pensar para devolverle el cielo a su gente.