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¿Por qué están desapareciendo las abejas?

Son varios los culpables de la disminución del número. Un problema real lejos de solución.

  • Cultivo de abejas (apiario) en el municipio de Jericó. Foto: Esteban Vanegas Londoño
    Cultivo de abejas (apiario) en el municipio de Jericó. Foto: Esteban Vanegas Londoño
01 de abril de 2019
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Si fuera solo por los números, su importancia no tiene discusiones: 35 % de la producción mundial de alimentos depende de la polinización animal, un valor estimado en al menos US$ 577.000 millones al año.

De unas 308.000 especies de plantas silvestres, 87,5 % dependen al menos en parte de esa polinización. Abejas, aves, mariposas, moscas, murciélagos y otros mamíferos cumplen esa función vital para su salud, la de los ecosistemas, las cadenas alimenticias y los humanos.

Más del 90 % de las principales cultivos son visitados por las abejas, 30 % por moscas y 6 % por los demás taxones (categorías taxonómicas).

Pero 80 % de la polinización de los principales productos agrícolas es hecha por solo 2 % de las especies de abejas. La especie más conocida es la Apis mellifera.

Una actividad amenazada a tal punto que ameritó un pronunciamiento de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes).

La deforestación, el deterioro de ecosistemas, las prácticas agrícolas inadecuadas, las plantas modificadas y hasta el cambio climático están entre los principales factores que diezman las poblaciones.

No hay una lista roja global de polinizadores en peligro, pero en Europa 9 % de las especies y 37 % de las poblaciones de abejas se están reduciendo, careciéndose de información sobre 57 % de estas.

El acusado principal

Las culpas pueden estar divididas, pero las miradas y los estudios se centran cada vez más en sustancias químicas y dentro de estas en los neonicotinoides, principio activo de varias formulaciones.

En su declaración, el Ipbes se refería a evidencias de los efectos letales y subletales de este químico, usado ampliamente en el mundo, incluyendo Colombia, así hoy empiece a prohibirse en varios países.

Son insecticidas sistémicos. A diferencia de otros productos que quedan en las superficies, estos son transportados por toda la estructura: raíces, tallos, hojas, flores, polen y néctar.

Si bien no siempre matan los insectos, producen una serie de efectos. Según la especie, el químico puede hacer que coman menos, alterar los ciclos de reproducción, el vuelo y la navegación, lo que reduce el bienestar general y afecta la colmena como tal.

John Jairo Idárraga, docente e investigador en el apiario de la Nacional sede Medellín explica que “ellas tienen un sentido de orientación impresionante. Y esos neonicotinoides hacen que lo pierdan. La abeja sale y hace una ruta de vuelo, para volver a su casa pierden la ruta, no son capaces de hacerla y se extravían para llegar a la caja o ir a la fuente de alimentos”.

El resultado es crítico: “Si un insecticida es muy fuerte, la abeja va a morir en el campo, pero no si la dosis es menor. Todos los insecticidas y plaguicidas tienen que tener una prueba con abejas, si las mata, no se aprueba. ¿Qué es lo que hacen esas multinacionales? Dosis más pequeñas a la dosis de muerte. Son supletarias. La abeja consume pero no se muere, acumula esa sustancia en el organismo y la lleva al nido. La miel, el polen, la jalea real, las otras abejas, todo se contamina. Siendo muy bravo, lo mejor es que mate la abeja por fuera para que no contamine la caja”.

Puede leer: La inquietante disminución de las abejas

La vuelta al mundo

La afirmación de Idárraga es corroborada por un estudio de E. Mitchell y colegas, publicado en Science a finales de 2017.

Analizaron 198 muestras de miel de diferentes regiones del planeta y en el 75 % detectaron al menos uno de cinco compuestos examinados, todos con neonicotinoides y en 45 % hallaron dos o más.

La amenaza es global.

Las evidencias se han ido sumando una a una tras el interés que suscita la problemática de las abejas. En dos estudios de campo publicados en Science en 2016 se mostró que esa sustancia reduce la capacidad de las abejas de sobrevivir al invierno y afecta su reproducción exitosa.

Proceedings of the Royal Society B reveló una investigación de científicos de Imperial College London y Queen Mary University of London en la que la mezcla de neonicotinoides con una solución edulcorada generaba adicción en abejorros. La sustancia, explicaba Richard Gill, uno de los autores, alcanza receptores nerviosos en los insectos similares a los que llega la nicotina en mamíferos.

Son dos ejemplos más que evidencian el daño de este producto de uso extendido.

Fuera de foco

Pero ¿se explica con estos insecticidas el franco declive en las poblaciones de estos insectos? Simon Potts codirector de la evaluación del Ipbes, cree que la oposición apasionada a esos químicos “ha secuestrado la pregunta completa de qué es lo que causa esa reducción”.

El reporte incluye las otras razones detrás de la amenaza. El cambio climático modifica los territorios de plantas y polinizadores y el momento del florecimiento. “¿Estarán los polinizadores ahí cuando las flores los necesitan?”, se preguntó Robert Watson, director de aquella Plataforma.

No es para desestimar la posible incidencia de un clima cada vez más errático. En 2017, apicultores de Estados Unidos reportaron un aumento en la muerte de abejas en el invierno: 40 % de las colonias murieron de forma inesperada, según investigadores de las Universidades de Auburn y Maryland. En 2016 la pérdida había sido de 33 %.

Para el profesor Geoffrey Williams, de Auburn, ”los cambios en el clima y el tiempo afectan el alimento y su búsqueda por las abejas”.

Una evaluación de la Universidad de Strathclyde en 29 países europeos en 2016 reportó que 12 % de 400.000 colonias no sobrevivió al crudo invierno.

Estresados y colapsados

Fue a finales de los años 90 y durante la década pasada cuando se observó la desaparición súbita e inexplicada en millones de colonias de entre el 30 % y 90 % de las abejas adultas, quedando solo las reinas y las crías, un síndrome llamado Problema del Colapso se Colonias, muy extendido en el Hemisferio Norte y que aún subsiste.

Entre las posibles causas se citan los neonicotinoides y un ácaro asiático, Varroa.

Ante el cúmulo de pruebas, en abril de 2018 la Unión Europea, tras evaluar el informe técnico de la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (Efsa) aprobó eliminar el uso en exteriores de tres neonicotinoides: clotianidina, imidacropid y tiametoxam.

En 2013 se había prohibido el uso en cultivos visitados por las abejas. Francia fue más allá y extendió el veto a dos más.

Los estudios se han centrado en Apis mellifera, pero por extensión esos insecticidas deben estar afectando a otras especies, incluidas las abejas sin aguijón y las solitarias que cumplen un rol activo en la polinización, y a otros insectos que visitan las plantas.

Aunque subsisten vacíos en el análisis de todas las posibles causas, la disminución de abejas es una realidad hoy en todo el mundo y se requieren más acciones para contener un posible desastre.

60
de 105 cultivos de mayor importancia para los humanos los poliniza A. mellifera
78 %
de la población mundial puede sufrir por la creciente reducción de abejas

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