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A Gildardo le pudieron decir adiós en Titiribí después de estar 17 años desaparecido

Gildardo de Jesús Restrepo estaba desaparecido desde el 2006, pero fue asesinado en 2013. El pasado 16 de septiembre, por fin, su familia pudo despedirlo.

  • Gildardo de Jesús Restrepo tuvo que salir de Titiribí en 2001 por consumir drogas. FOTO: CORTESÍA UBPD
    Gildardo de Jesús Restrepo tuvo que salir de Titiribí en 2001 por consumir drogas. FOTO: CORTESÍA UBPD
27 de septiembre de 2023
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El día en que lo asesinaron, Gildardo de Jesús Restrepo Arango tenía 43 años. Iba vestido con un jean café talla 32 y unas botas de caucho negras talla 39. Llevaba dos candelas, una roja y otra azul, y una pipa artesanal. Fue en abril del 2013. Le dieron dos disparos. Fueron los paramilitares. Estaba en Santuario, Risaralda, donde trabajaba recogiendo café.

De su muerte nadie se enteró. Llegó al cementerio de San José de Apía, en Risaralda, como NN el 14 de abril del 2013. Le dieron la bóveda 486.

Para el momento de su asesinato, Gildardo ya llevaba siete años desaparecido para sus hermanas. La última vez que supieron de él fue en 2006, cuando su padre fue a visitarlo, como hacía todos los años, pero no lo encontró. Gildardo vivía en Ciudad Bolívar y trabajaba en una finca cafetera. La única razón que le dieron a su padre era que se había ido a vivir al Eje Cafetero con una de las cocineras de la finca.

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Gildardo había salido de Titiribí en 2001, donde trabajaba en una mina de carbón, huyéndole a la muerte: su nombre había aparecido en una lista negra del Frente Suroeste de las AUC que amenazaba con el destierro a los consumidores de drogas. Ese era su pecado. Cuando salió de Titiribí, Gildardo tenía 31 años y un hijo de 10. Fue la última vez que se vieron.

Su hijo, a quien la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) ha llamado Willy* para proteger su identidad, nunca más lo volvió a ver ni a saber de él.

Fue Willy quien llevó el pasado 16 de septiembre el cofre con los restos de su padre hasta el osario 108 del pabellón San José del Cementerio de Titiribí. Willy prefiere no atender entrevistas, pero en el inusual boletín que hizo la UBPD sobre la entrega de Gildardo quedaron registradas las preguntas que quedaron sin responder: ¿Por qué te fuiste? ¿Pensaste en mí cuando te fuiste? ¿Me quisiste como un hijo? ¿Me dejaste con la esperanza de volver algún día? ¿Me amaste?

“En la iglesia de Titiribí, Willy deja el cuerpo de su padre frente al altar. Sus tías ocupan las bancas delanteras y él se aleja, se va hacia atrás y se sienta en silencio, apoya sus codos sobre las rodillas y agacha la cabeza. El sacerdote dice que la entrega de Gildardo debe llenar de esperanza a la familia porque la búsqueda fue exitosa. Más que un cuerpo, agrega, es la memoria de Gildardo que seguirá viva en el corazón de los suyos. Toda vida, concluye, cualquier vida, merece ser respetada”, cuenta la UBPD, que es mejor nombrar así en siglas, no porque el nombre sea muy largo sino porque, si uno lo repite con atención y detalle: u-ni-dad-de-bús-que-da-de-per-so-nas-da-das-por-de-sa-pa-re-ci-das, da náuseas.

Hasta ese día, Willy no sabía que a su padre lo habían sentenciado a muerte por consumir droga ni que sus tías llevaban pensándolo día y noche desde el 2007, cuando tuvieron la certeza de que algo malo le había pasado porque no llegó al funeral de su madre. Ese día también conoció una foto que tenían juntos. Se enteró de que un año más tarde de la huida de Gildardo, a su tío Jesús también lo desaparecieron y esta es la hora que no lo han podido encontrar y que por eso es que sus tías quedaron regadas por todo el país. De manera que para los Restrepo Arango la aparición del cuerpo de Gildardo es apenas el fin de la mitad de la zozobra.

La desaparición forzada es un crimen así de cruel e indigno. El dolor no tiene fecha de vencimiento. De acuerdo con la Comisión de la Verdad, entre 1985 y 2016 al menos 121.768 personas fueron desaparecidas forzosamente en Colombia y en más del 50% de los casos los responsables fueron los grupos paramilitares. Antioquia ha sido el departamento con más víctimas, el 23% del total. En el Suroeste del departamento, faltan por los menos otras 1.600 personas como Gildardo por encontrar.

Los paramilitares, dice también la Comisión, no solo desaparecieron a sus enemigos de guerra, sino que se ensañaron con las personas homosexuales, trabajadoras sexuales y consumidores de drogas. “Diosito lo tenga en un lugar donde no tenga tanto sufrimiento”, escribió en una carta uno de sus hermanos el día del sepelio.

“Estoy contenta porque lo encontré, pero triste porque lo encontramos muerto”, dice Flor, otra hermana, que prefiere no hablar mucho de su otro hermano desaparecido porque teme que los culpables sigan vivos y puedan hacerle daño. Por ese mismo miedo fue que solo hasta el 2020, 16 años después de su desaparición, preguntaron por él. Si quiera lo hicieron. Dice otro hermano (eran 10): “Yo estoy muy contento porque ya sabe uno donde quedó, ¿a un desaparecido dónde lo visita uno?”.

Álvaro Guerrero Arango

Administrador sin ejercicio y periodista sin sección

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