Todos, en algún momento, hemos quedado maravillados por una orquídea. Su belleza, su complejidad, han creado en todo el mundo numerosas organizaciones de científicos y entusiastas cuyo objetivo conjunto es preservar para las próximas generaciones el conocimiento necesario para que la monumental familia de orquídeas siga viva y vigente en todos los lugares del mundo donde hay orquídeas. Y ahí Colombia juega un papel fundamental pues es el país con mayor cantidad de especies de esta familia.
En Antioquia adelantan una iniciativa entre varias organizaciones con el propósito de fortalecer el conocimiento sobre sus especies nativas de orquídeas, y de esa manera facilitar las acciones de conservación, particularmente de las especies que se encuentran bajo amenaza.
Según detallaron Ana María Benavides, directora científica del Jardín Botánico de Medellín; Judith Carmona, experta de la Universidad de Antioquia; y Gustavo Aguirre, de la Sociedad Colombiana de Orquideología, la lucha de esta familia de plantas por no desaparecer lleva más de 200 años.
En 1.800 hubo en Europa un gran boom de comercialización de orquídeas, así pues, existían personas que viajaban a América con el único fin de recoger las orquídeas más exóticas y embarcarlas al viejo continente para su venta a familias de alta alcurnia. Ahora bien, esta extracción no se presentaba siempre de manera moderada, se tienen registros de un colector checo, Benedikt Roezl, que en un viaje envió desde Medellín hasta Europa un cargamento con más de 13.000 plantas de orquídeas. También quedaron registros históricos sobre otras personas que recogían las poblaciones de orquídeas de su interés y una vez extraídas prendían fuego al bosque para que nadie más fuera a replicar sus colecciones.
Según aclararon los expertos, también por esta época existieron estudiosos que hicieron un aporte invaluable al estudio de esta familia, entre estos es importante mencionar a Gustav Wallis, que descubrió la Zamia wallisii, varias especies de Anturios y Masdevalias, Friedrich Carl Lehmann cuyas colecciones son en su mayoría orquídeas y Joseph R. v. Warszewicz, en cuyo honor se nombró la flor nacional.
Ese frenesí fomentado por el arribismo de las familias adineradas, que se prolongó hasta 1900, afectó en gran medida la población de orquídeas, actualmente existen diversos factores que afectan a está familia, declarada en veda nacional (prohibición para colectarlas). Entre esas amenazas están extracción ilegal, pérdida y fragmentación de hábitat por efecto de la deforestación y el cambio climático.
Esta situación llevó a varios investigadores de la Universidad de Antioquia, la Universidad Nacional, la Sociedad Colombiana de Orquideología y el Jardín Botánico de Medellín, a realizar una priorización de las especies de orquídeas que deben ser objeto de conservación cuanto antes para evitar su desaparición.
Para lograrlo, lo primero en lo que se concentraron fue en crear el listado de especies de orquídeas para Antioquia, exploraron la diversidad y distribución regional, reportadas en dicho listado y examinaron las amenazas a las que están siendo sometidas en Antioquia.
Encontraron que, con el listado actualizado, la riqueza de orquídeas registrada en Antioquia, es de 1.488 especies, que constituye el 34% de la flora de orquídeas estimada para Colombia. Esta diversidad es comparable a la descrita para países como Costa Rica, (1.360 especies), Panamá (1.365 especies) y China (1.449 especies).
De las especies del departamento, se priorizaron 33 especies en Antioquia, por su valor ornamental y/o horticultural de las que se percibe una disminución en sus poblaciones asociadas a colecta o degradación del hábitat por deforestación. La evaluación fue realizada mediante encuestas a expertos regionales en orquídeas. Entre esas especies priorizadas están la Cattleya warscewiczii, especie icónica del departamento de Antioquia, cultivada por los pobladores de las zonas de donde es nativa como parte de sus plantas del jardín.
Se pueden encontrar en zonas cálidas de Dabeiba, Amagá, Ituango, Nordeste y Porce, en canastas y materas sembradas en palo podrido o amarradas en árboles alrededor de las casas. Entre marzo y mayo se pueden ver florecidas al transitar por las carreteras de estos lugares.