Una noche, en medio de copas, Nicolás Yepes le hizo a su padre una pregunta crucial: “¿Cuál es tu sueño en la vida?” Su padre, Antonio, no pudo contener las lágrimas al responder: haber tenido una finca propia para sembrar su café.
Aquel sueño se truncó décadas atrás, cuando la violencia lo forzó a desplazarse de Sabanalarga, su tierra natal. Desde entonces, Antonio trabajó de jornalero en fincas hasta que llegó a Medellín. Allí consiguió un empleo con el que logró sacar adelante a su esposa y a sus seis hijos.
Motivado por esta confesión, Nicolás se propuso hacer realidad el viejo anhelo de su padre. La familia buscó y compró un pequeño terreno en la vereda Comunidad, en Ebéjico, el mismo lugar donde Antonio solía ir de vacaciones a recoger café. La emoción fue tal que él no quiso irse de allí nunca más. Vivió durante cinco años solo, dedicado por completo al lote de café, mientras Nicolás y su esposa viajaban cada quince días para ayudar.
Durante ese tiempo, Antonio, a pesar de su experiencia, comercializaba el café con un precio estándar por la falta de conocimiento en el procesamiento. La gran transformación llegó con su nieto, Jefferson, quien, atraído por la calma del campo, dejó su trabajo en la ciudad.
Él, en medio de sus estudios como técnico de proyectos agropecuarios, tuvo una asesoría con un experto que le lanzó una pregunta simple, pero poderosa: “¿A qué sabe su café?” Jefferson no supo responder. Ese desconocimiento los obligó a reinventarse.
Jefferson asumió la misión de la profesionalización. Hoy en la finca experimentan para sacar la mejor calidad. Siembran variedades como la Catuaí, el Borbon Rosado y Geishas, practican la agricultura regenerativa a través de controles orgánicos y prueban con diferentes métodos de fermentación para darles sabores exquisitos a su grano.
A este café especial lo llamaron Kaffezio, en referencia a la historia de origen del café, un pastor etíope que vio a sus cabras enérgicas después de comer las bayas de ese arbusto, y al probarlo y empezar a beberlo, lo llamaron kafe por provenir de la región de Kaffa, en Etiopía.
Visitar la finca es una experiencia inmersiva. Abuelo, papá e hijo muestran su cultivo, explican los procesos y prestan canastos para que los visitantes vivan la experiencia. El final es una cata para afinar el paladar. En este camino de formación, la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia los ha apoyado con su acompañamiento en cursos y conferencias sobre gerencia y finanzas.
Uno de sus mayores logros fue el primer puesto en el Concurso Municipal de Café Especial. Además, sus granos han llegado a más de seis países. Así el sueño de Antonio se convirtió en una referencia de café especial.
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