Sin ayudas del Estado, y con el sueldo que ganaba en una empresa de vigilancia, Luis Efrén Calle comenzó a construir su casa en 1990. El lugar escogido fue el barrio Popular, en la comuna 1. Trepado en la ladera, que para entonces era “puro monte”, levantó la morada a fuerza de sudor, abriéndose paso entre la maleza y el pantano. Hoy, 31 años después de eso que parece una proeza, mira hacia atrás y recuerda: “Como la alcaldía nunca me construyó un muro de contención, entonces tuve que hacerlo yo para que el agua no me tumbara la casa. Después de mucho pelear, de poner quejas, le pusieron pasamanos a las escaleras. Pero fue tarde: antes de que lo pusieran, dos personas se cayeron. Una murió”.
La historia de Luis Efrén es ejemplificante. En esa zona de la comuna nororiental, que es la más alta, no hubo planeación alguna. Cada cual fue llegando y construyendo su casa como pudo. Primero los ladrillos que formaron los muros, luego el cemento que les dio estabilidad. Después, calles, andenes y escaleras. Muchas escaleras.
Y es con ellas que comienza este relato. La Alcaldía de Medellín anunció, el pasado 5 de mayo, que está invirtiendo $5.270 millones para la renovación de espacios en las comunas 1 (Popular) y 3 (Manrique) y el corregimiento San Antonio de Prado.
En las dos primeras se han construido 850 metros cuadrados de escaleras y andenes. Además, precisó Natalia Urrego, secretaria de Infraestructura, se han instalado 1.816 metros lineales de pasamanos y defensas viales. “Estas obras son ejecutadas con el presupuesto participativo, priorizadas por la misma comunidad. La ejecución de las mismas va en un 90 %. Estos pequeños trabajos cambian la calidad de vida y nos ayuda a generar 193 empleos directos”, dice la funcionaria.
Luis Efrén fue, precisamente, uno de los beneficiados de estas obras. Para entrar a su casa, en la calle 108 A, había que quitarse los zapatos: “Uno pasaba descalzo o con botas. Era un pantanero y bajaba el agua sucia. Además de eso, les pusieron pasamanos a las escaleras. Para uno, que es mayor, es difícil subir por ellas. Ya no es como cuando uno era joven y las subía brincando”.
Para llegar a la casa de Luis Efrén a la calle 107, por ejemplo, en donde está la iglesia, hay que subir 58 escalones. En esa zona de la ciudad, en que la ladera es tan escarpada, los vecinos deben trepar los peldaños para hacer una visita, llevar el mercado o ir a misa.
Los escalones van ensanchándose hacia las fachadas de las casas. “Llevan al cielo”. Esa es una frase común que se escucha en los barrios, inspirada en la incapacidad de ver su fin y su aparente ascenso hacia lo infinito.
La secretaria de Infraestructura reconoce que la topografía de estos espacios es compleja y que, por ello, en algunos sectores toca construir escaleras. “En algunas partes la pendiente no permite hacer rampas, pues no cumpliríamos los estándares de accesibilidad. Ante esto, optamos dotar de andenes y pasamanos. Lo importante es buscar soluciones con mejores materiales y señalética. Todo cumpliendo con el manual de espacio público de la ciudad”, dijo Urrego.
También en el Popular, pero cerca a la estación del metrocable, Silvia Buitrago lleva los insumos para sus confecciones, negocio con el que se gana la vida. Dice que su abuela, de 77 años, fue una de las fundadoras del barrio. Con el peso de la edad a cuestas se le ha hecho difícil la subida y la bajada. “Ella está anticoagulada por una enfermedad que tiene. Cuando sube, lo hace muy despacio, sosteniéndose como puede. Frecuentemente sale a misa o a citas médicas y se demora mucho en las escaleras”, menciona la nieta.
Por eso, una de las prioridades de la Secretaría de Infraestructura es que los barrios sean más accesibles para todos. En el caso de Luis Efrén, además de ponerse pasamanos a las escaleras, se construyó una rampa para quienes se les dificulta subir.
John Castaño, otro beneficiado de las obras en la comuna 1, cuenta que su casa sufría a causa de una humedad que se le filtraba desde la calle. Precisa que el agua bajaba y los desagües no alcanzaban a encauzarla: “Pusieron una barrera vial para que los carros no se fueran a un hueco. Los pasamanos quedaron pintados. De a poquito hemos estado mejorando. Lo que sí hay que decir es que no hay andenes, las casas están casi sobre las vías”.
María Edith Madrigal, presidenta de la Junta de Acción Comunal de Palermo, en la comuna 4 (Aranjuez), tiene una visión diferente en cuanto al mejoramiento de espacios públicos. Dice que desde 2012, cuando llegó al cargo que ocupa, está pidiendo que se arreglen varios pasamanos y se instalen otros nuevos. “Ninguna administración me ha escuchado”, se queja.
Como prueba de ello, la mujer anexó varios correos, con fechas entre 2013 y 2017, en los que pide que se haga la adecuación de andenes y se instalen nuevos pasamanos.
La líder comunal es crítica frente a que los recursos para los arreglos provengan del presupuesto participativo: “Eso no deberíamos tener que pedirlo porque es algo que debería estar bien. No es justo que el presupuesto participativo deba invertirse en algo que es obligación de la administración”.
Urrego, la secretaria de Infraestructura, explica que las obras se ejecutan un año después de su definición. Es decir, las realizadas en 2020 habían sido definidas por la comunidad en 2019. Y advierte que para ello se llevaron a cabo varias reuniones con los líderes de cada comunidad.
Los puntos a intervenir, precisa la funcionaria, se estipulan con visitas al terrero en compañía de los habitantes y son ellos quienes piden las intervenciones.
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