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Miranda es barrio de talleres, colegios y casas de antaño

En el centro de la comuna 4 pervive un sector residencial, rodeado de bodegas, que supo resistirse a la violencia.

  • Dos jóvenes se ejercitan en el gimnasio al aire libre del parque de Miranda.
    Dos jóvenes se ejercitan en el gimnasio al aire libre del parque de Miranda.
  • Parroquia católica de Cristo Sacerdote, construida el1 de junio de 1961. FOTO Julio César Herrera.
    Parroquia católica de Cristo Sacerdote, construida el1 de junio de 1961. FOTO Julio César Herrera.
Miranda es barrio de talleres, colegios y casas de antaño
30 de agosto de 2018
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Hace dos décadas, en Miranda imperaban las noches de muerte y cementerio. En este barrio de la comuna 4 (Aranjuez), en el Nororiente de Medellín, la confrontación urbana y la guerra llegó hasta sus calles oscuras, sin luces ni señalizaciones, y dejó consigo su rastro de miedo.

“Este era el barrio donde dejaban los muertos de la ciudad, específicamente en el sector entre la calle 80A y las carreras 51 B y 51 C. Pues claro: no tenía Policía y era oscuro: todo lo que era malo lo tiraban en Miranda”, cuenta Carlos Salazar, quien ha vivido en el barrio toda su vida y es presidente de la Junta de Acción Comunal del sector.

A pesar de las noches de zozobra, la comunidad supo reconstruirse. En la calle más conflictiva del barrio, cuenta Salazar, instalaron una cancha y unos arcos para que los niños pudieran disputar partidos de fútbol. Poco a poco, reemplazaron las luminarias, rehabilitaron algunas vías y pintaron murales. Llegó el cuadrante de Policía y la junta comunal adquirió una nueva sede social para el encuentro de los habitantes.

En sus inicios, Miranda era un conjunto de grandes casas de hasta nueve habitaciones, en lo que en otra época fueron los vastos terrenos del potentado de la época, Juan de Dios Cock. Posteriormente el lote fue parcelado y vendido para convertirse en fincas.

“Cuenta mi abuela que esto eran puras fincas, donde todavía se veían vacas. De niños, corríamos por todas las mangas”, agrega Carlos.

Un vecino de todos

Pero Miranda no fue ajena a la acelerada transformación de la ciudad, ni al desarrollo de la industria, la fábrica y el cemento. Hoy en este barrio subsisten, por partes iguales, las viejas casonas residenciales, los altos edificios, las bodegas, talleres, empresas, cerrajerías y cartonerías.

Es un barrio pequeño, pero es un cruce estratégico de caminos que hay que transitar para ir a todas partes: desde Aranjuez hasta Zamora. Los buses de Copacabana, Andulacía y Santa Cruz hacen su ruta diaria por sus calles.

El barrio se erige en la centralidad de todo el territorio: es vecino del Jardín Botánico de Medellín y el Centro Cultural de Moravia. Además, tres religiones distintas se dan cita en las calles de Miranda: la católica, representada en la Parroquia Cristo Sacerdote, la mormona en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y un templo de la Iglesia de Mita en Aaron.

La oferta educativa también prevalece en Miranda, con tres colegios. Uno de los íconos de la zona es la Institución Educativa Francisco Miranda, que nació en el año 1886.

“Este es un centro que le da acogida a los niños y jóvenes del sector. Aquí encuentran regocijo e inclusión”, comenta Armando Pérez, coordinador de esta institución.

Arley Pinta, habitante del barrio, añade que uno de los sitios más concurridos es el gimnasio al aire libre del parque de Miranda, visitado por niños y adultos mayores.

“Es un barrio muy tranquilo, aquí en el parque hay mucha gente los sábados”, dice.

Para Alexis Cardona, residente desde hace 34 años y edil de la comuna 4, Miranda es aún un barrio olvidado por el Estado, que sobrevive entre el caos de la industria y los propietarios de casas.

“Esto ha afectado la movilidad y ha aumentado la contaminación. Por eso hicimos una ciclovía barrial los domingos para mitigar tanto caos vehicular y que los habitantes puedan salir a montar bicicleta como era antes”, explica.

A pesar del crecimiento de los talleres y bodegas, los residentes de antaño siguen trabajando en pro de un barrio que creció y se transformó con ellos.

“Yo no me iría, porque quiero mucho al barrio. Así haya perdido mucha vivienda y tenga mucho taller, lo seguimos queriendo”, dice Carlos .

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