La llamada “Casa Museo”, una construcción del viejo Peñol que quedó en pie después de 1978 tras el llenado que dio forma al embalse de Guatapé está que sucumbe ante las aguas, por culpa de la erosión.
La casona, que fue propiedad del único médico particular que en los años 60 tenía la población, Demetrio Galeano, está ubicada frente a una cruz metálica que resalta sobre la represa como testimonio del sitio en el que estaba ubicada la iglesia de ese poblado que era bañado por el río Nare, que hoy surte la represa.
Ramiro García, director de Medio Ambiente de El Peñol, reveló que iniciaron diálogos con la persona que tiene en comodato la vivienda para que se la devuelva al Municipio y así iniciar las obras de mitigación para evitar que la construcción también quede sumergida.
Indicó que la erosión aparece cada que la represa baja el nivel, pero ahora se añaden las grandes olas que generan las motonaves que están llegando al embalse con unos motores muy potentes. Por su parte, el administrador de una finca de recreo en la vereda Uvital, también en El Peñol, Yonny Duque, aseveró que la situación es muy delicada y los dueños de muchas casas de veraneo ribereñas del embalse se han visto en la obligación de hacer millonarias inversiones en gaviones, muros de contención de concreto o poner sacos de arena para impedir que las edificaciones terminen en la represa.
Agregó que es necesario que la Inspección Fluvial de Guatapé-El Peñol controle la llegada de estas embarcaciones que son como para cruzar océanos, con motores que mueven el agua con tanta fuerza que al golpear con las orillas desmoronan la tierra, lo cual se traga hasta los árboles que les dan sombra a las casas de verano de las riberas.
“Son naves de dos y tres motores de 200 y hasta 300 cabellos de fuerza y si no las controlan también van a poner en peligro a los turistas que viajan en pequeñas lanchas, veleros, bicicletas de agua y botes”, dijo.
El lanchero Henry Ospina, quien lleva 5 años transportando turistas desde el muelle de Guatapé, dijo que las olas que producen estas embarcaciones son tan fuertes que si el chalupero no está pendiente del timón su lancha puede zozobrar.
“En el caso de nosotros, tenemos botes con motores de 90 caballos y una capacidad para 18 pasajeros y aunque todos llevan sus chalecos salvavidas, uno no sabe qué situación se puede presentar en un naufragio en aguas que son muy frías y tienen sitios de lodo.
“Sabemos que en el embalse hay libre navegación, pero sí deberían controlar las velocidades y la potencia de los motores, para evitar, tanto la erosión como accidentes que pueden ser fatales”, relató.