Monsters Vs. Aliens

La doble lectura del cine infantil

Me ha sorprendido encontrar que hay una cierta animadversión por esta película. Tal parece que la impresión que dejan los cortos promocionales de esta cinta infantil, contrario a su objetivo, está dando la idea de ser una película sin atractivo alguno. Pero eso sólo es una impresión de quienes juzgan las películas por los cortos, pues si bien no estamos ante una gran obra, sí tiene todos los elementos que buscan quienes gustan del cine infantil, no importa su edad.

 

Lo que uno le pide a una película infantil es que sea inteligente y, en lo posible, original. Nada peor que las cintas que subvaloran a su público y creen que con sólo una trama de personajes tiernos, amenazados por malvados pero tontos villanos, es suficiente para entretener a su público. O las que son demasiado pretenciosas, como Coraline, por ejemplo, o las que se pierden en cargadas tramas o chistes de mal gusto y un sinfín de referencias, para tratar cubrir un público mayor, como ocurre con Shrek El Tercero.

 

A despecho de su título, lo atractivo de Monsters Vs. Aliens no es tanto la confrontación entre los monstruos de la tierra y lo alienígeneas. El verdadero conflicto de la historia está en el hecho de que estos “monstruos” son diferentes a todas las demás personas y por eso son excluidos o mirados con temor. De ahí que el verdadero triunfo de los protagonistas no tiene que ver tanto con vencer a los invasores, sino con asumir su identidad como monstruos y  como seres distintos.

 

Por lo demás, es una película que tiene como su principal atractivo, además del nuevo sistema de 3D, su humor ingenioso y hasta elaborado. Solo basta con mencionar el tratamiento que le dan al presidente de los Estado Unidos, de quien se burlan y parodian de todas las formas posibles. Los niños verán en él a un personaje cursi y divertido, pero los adultos harán una lectura de fina sátira política. Ése es el ideal de una película infantil, que consiga ese doble registro, sin que uno u otro público se recienta. 

I.M.

Chef a la carta, de Nacho Velilla

Un plato con todos los ingredientes

El título de este texto puede ser tomado de dos formas opuestas: se puede referir a una película que lo tiene todo, por lo cual es muy buena, o también a una cinta que, por quererlo tener todo, es irregular en sus resultados. Y la respuesta correcta es… la segunda.  

 

Ciertamente es una película divertida y entretenida, pero demasiado cargada de todos esos elementos que, supone cualquier director de comedias, es infalible con el público: sexo, enamoramientos, picaresca, personajes coloridos, ráfagas de diálogos, niños, salidas del closet, fútbol, una pizca de drama y coronado con una tierna moraleja a modo de cereza. Para cumplir con todos los requisitos obvios de las comedias sólo faltó un perrito.

 

Aún así es una comedia con muy buenos momentos, realmente hilarantes y cargados de diálogos ingeniosos y eficaces. Una comedia muy española y para el gusto general, lo cual siempre se agradece al final de una jornada pesada, aunque no tanto como punto de referencia del cine español y las comedias que preferiríamos en nuestras salas.

I.M.

Fragmentos del destino, de Jieho Lee

 

Sin la alquimia del cine

Si una película se pudiera juzgar sólo por el guión y el reparto contratado para darle vida, pues esta cinta sería una muy respetable pieza. Sin embargo, como se sabe, la alquimia del cine está en el talento que el director y su equipo tengan para saber plasmar en la pantalla lo que en principio solo son buenas intenciones sobre el papel.

 

La película propone una estructura que parece original. Se trata de varios personajes que, con una situación general que los une, se van relevando en el protagonismo de la narración. Aunque se mira bien, se trata sólo de una variable de esa tendencia que tan de moda ha estado últimamente, ésa que fragmenta historias, personajes y narración, muchas veces sólo por el puro gusto, como 21 gramos o Babel.

 

La cinta es un thriller donde los personajes que más permanencia tienen son los gángsters. Trata de decir algo sobre el destino de cada uno y cómo unas vidas determinan otras, pero en últimas, si bien por momentos trata de ser entretenida y hasta interesante (sobre todo el personaje de Brendar Fraser, el que puede ver el futuro), finalmente todo se queda en puro artificio argumental y visual, y lo más grave es que tiene el peor problema que pueda tener un thriller: ser previsible.

I.M. 

El Gran Torino, de Clint Eastwood

Wally “El Sucio”

Por: Oswaldo Osorio

¡Ésta sí es una película de Clint Eastwood! Dirán seguramente quienes crecieron (y envejecieron) viendo al vaquero Sin Nombre de Sergio Leone y al duro policía de Don Siegel. Luego el mismo Eastwood,  como director, continuaría los pasos de sus dos maestros, haciendo películas de individualistas con madera de anti-héroes, definidos por su honestidad y sus principios firmes, aunque muchas veces algo fascistas.

Pero a pesar de que acababa de hacer dos “películas de chicas” (Golpes del destino y El Sustituto) un tanto sentimentales y condescendientes, vuelve a sus viejas andadas con esta cinta impecable en su elaboración y contundente en sus planteamientos.

Sin hacer demasiado alarde, ni visual ni narrativo, el veterano Eastwood encara, delante y detrás de la cámara, una historia tan simple en su argumento como compleja en sus implicaciones. Con su mirada de viejo sabio, pero mascullando en tono recriminatorio y con el lenguaje que conoce, le da una mirada a su querida Norteamérica y a algunos de sus problemas más críticos: la violencia, el racismo y la intolerancia.

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Rudo y cursi, de Carlos Cuarón

El dúo dorado de México

Con la película Y tu mamá también, de Alfonso Cuarón (co-escrita con su hermano Carlos), los actores Gael García Bernal y Diego Luna no sólo consolidaron su estrellato, sino que revelaron esa virtud que sólo cada tanto ocurre en el cine: el perfecto acople de una pareja de actores que, juntos, potencian su carisma, más que cuando están en compañía de otro actor diferente.

Esta película en buena medida fue hecha para aprovechar el buen equipo que hace esta pareja. Los pintorescos personajes que representan, con su acento de provincia y su nula educación, son el vehículo perfecto para lucir sus dotes interpretativas, porque son de esos papeles en que todo vale y todo es posible, y los actores aprovechan para exageraciones y amaneramientos que de otra forma no sería posible y que, lo más importante, el público agradece enormemente.

Y es que se trata de una película cuya historia tiene que ver con lo popular (fútbol, corridos musicales, nuevos ricos), pero también con lo populista, que son dos cosas muy distintas, pues lo popular tiene que ver con el tema, los personajes y ambientes donde se desarrolla la historia, que pueden ser abordados de forma seria y profunda; pero lo populista es el tratamiento que se le da, apelando a fórmulas fáciles, personajes arquetípicos, humor elemental y ganchos visuales y narrativos.

Sin duda es una película entretenida, y por momentos divertida, porque para eso fue hecha, pero, en últimas, una de esas películas que a los veinte minutos ya uno sabe para dónde va y qué pasará más adelante, y que cuando se acaba a uno se le olvida.

La principal y casi única virtud de la cinta, y por lo que vale la pena verla, es justamente la razón por la que fue hecha: ver a estos dos actores en un encantador duelo y contrapunto como pocas parejas del cine lo pueden conseguir.

I.M.

La duda, de John Patrick Shanley

Los caminos del Señor

Por: Oswaldo Osorio

En la lucha contra el demonio es posible alejarse de los caminos del Señor, dice el personaje de Meryl Streep en esta película. Y pensando en una lógica parecida, para tratar un tema harto delicado, fundado en acciones que con seguridad violentan y causan sensación, lo mejor es no asumirlo directa y explícitamente, o al menos así parece que lo decidió el director de esta cinta (también su guionista y autor de la obra original). Y es por este distanciamiento entre el tema y su tratamiento que esta película, de forma modesta y sutil, hace mucho más efectivo y elocuente lo que sobre el asunto tiene que decir.

Este asunto recurrente, sobre todo en los últimos años (y no sólo en el cine), tiene que ver con los abusos sexuales por parte de sacerdotes católicos contra jóvenes de sus parroquias. En este sentido la película plantea su crítica y denuncia a las prácticas de algunos clérigos, pero sobre todo, al inaceptable proceder de la institución, que no sólo encubre sino que, incluso, llega a premiar a los involucrados con cargos superiores o reubicándolos en mejores lugares.

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Inframundo: la rebelión de los Lycans, de Patrick Tatopoulos

Vampiros sin colmillos y hombres lobo sin carisma

La única razón por la que alguien quisiera ver esta película es porque le gusta muchísimo este tipo de cine: vampiros, hombres lobos, ambiente medieval y mucha acción. Porque ni siquiera esta tercera parte cuenta con la presencia de Kate Beckinsale, que siempre fue un buen aliciente para que, al menos, el público masculino la viera.

También excluye a los más puristas amantes del cine de vampiros, pues aquí han sido desprendidos de todo su mítico y misterioso encanto, para convertirlos en simples tiranos que luchan con relucientes arsenales y no con sus otrora cinematográficos colmillos. Incluso parece más un filme de hombres lobo que de vampiros, aunque el espectador no termina sintiendo ninguna simpatía ni por unos ni por otros.

Cuando se estrenó Van Helsing, una cinta con muchas similitudes a esta trilogía, alguien dijo, con toda la contundencia y malaleche posible, que era la primera película de la historia del cine escrita por un software, en otras palabras, que todo en ella estaba en función de utilizar los efectos especiales y las criaturas creadas por un computador. Esta nueva entrega de Inframudo se acerca mucho a eso mismo, una tesis que es respaldada por el hecho de ser el debut en la dirección de un personaje que antes era el director de efectos especiales de películas como Godzilla y El día de la independencia.

En definitiva, son dos horas en las que sus realizadores ponen un conflicto básico entre dos razas y, para aderezarlo como ordena el esquema, una historia de amor imposible en la que, por supuesto, él pertenece a un bando y ella a otro. La fórmula está sostenida sobre un armazón de efectos y momentos de acción que terminan por hacer más predecible y reiterativa ésta que, como la mayoría de las terceras partes, nunca debió existir.

I.M.

Conversaciones con mi jardinero, de Jean Becker

Delpincel y Deljardín

El mismo título anuncia que esta película es una larga conversación. Pero no por eso se trata de una tediosa historia cargada de conceptos y argumentaciones, todo lo contrario, estamos ante un relato tan sencillo y cautivador como revelador y pertinente en estos tiempos en que el automatismo y materialismo de la vida moderna borra cada vez más el viejo dibujo del humanismo.

Un pintor y un jardinero se encuentran casi al final de sus vidas. Aunque se conocieron en la infancia, por los diferentes rumbos que tomaron se convirtieron en hombres muy distintos. El contraste entre el egoísta pintor de ciudad y el desprevenido jardinero de provincia es el motor de toda la historia. Sus conversaciones son la “acción” y sus serenas confrontaciones una reflexiva mirada a esos dos universos opuestos.

Por una parte, se trata de una historia sobre la amistad que estos hombres empiezan a construir, pero por otra, es también un balance, expuesto con claridad y con cierto tono aleccionador al espectador, sobre las consecuencias que cada una de esas vidas tuvo. Incluso en esto resulta un poco esquemática la diferencia entre el jardinero feliz y satisfecho y el pintor lleno de frustraciones existenciales.

Aunque por descansar casi toda la fuerza del filme en los diálogos y con una trama casi inexistente, pueda parecer una película pesada y pretenciosa, la sensación final que queda al verla es todo lo contrario: una cinta divertida y encantadora, con un par de personajes por los que, a pesar de sus grandes diferencias, sentimos mucha simpatía. Por todo esto, estamos ante un filme entrañable y sutil que nos deja pensando en muchas cosas de la vida, de nuestras vidas.

I.M.

Los vigilantes, de Zack Snyder

Un cómic para adultos

Las adaptaciones de cómics están de moda. El éxito de los Batman de Tim Burton a principios de los noventa es una razón, pero la principal es la explosión de la imagen digital en el cine, la cual permite crear esos universos y sus poderosos personajes de los cómics como nunca antes había sido posible.

Entre todas esas adaptaciones hay de todo, desde bazofias como Los cuatro fantásticos, populares superproducciones como X-Men y El Hombre Araña, hasta complejas y adultas cintas como Los vigilantes (Watchmen), un exitoso cómic que no se limita, como la mayoría, a contar una historia de acción y aventuras protagonizadas por héroes unidimensionales.

Desde su planteamiento ya se evidencia la inusual propuesta de este cómic de Alan Moore y Dave Gibbons: súper héroes humanos, un tiempo alternativo (mediados de los ochenta con Nixon de presidente y la inminente amenaza atómica) y una visión del mundo oscura y caótica, donde estos súper héroes también se muestran atribulados, amorales y hasta decadentes.

Con ese material el director Zack Snyder, que hace poco ya nos había sorprendido con la adaptación de otro gran cómic (300), crea una historia compleja y opresiva, en la que no hace concesiones al género, por lo que no le teme a dedicarle más tiempo a la construcción de personajes y sus relaciones con ese nefasto universo, antes que abandonarse al efectismo de las secuencias de acción y las confrontaciones.

La película está cargada de referentes de la cultura popular y de la historia norteamericana. Si bien las películas futuristas son las que siempre comentan y critican el estado de cosas actual, este recurso de crear un tiempo paralelo resulta también muy revelador: ¿Cómo sería la historia con Nixón (aquí con su larga nariz de Pinocho) mangoneando el mundo? ¿Qué pasaría si la guerra nuclear fuera una posibilidad cercana?

Por último, en su aspecto visual, como es natural dado su origen, esta película resulta realmente atractiva y se constituye en un valor por sí solo. La ambientación, las atmósferas creadas, los encuadres heredados de la estética del cómic, todo está en ella concebido para ser un espectáculo visual y plástico. Es una película que por momentos se atasca en su farragoso guión, pero en definitiva se trata de un filme verdaderamente estimulante, a todos los niveles. 

I.M.

Balance 49 Festival de Cine de Cartagena

¿El fin del escepticismo?

Por: Oswaldo Osorio

La relación entre la cinefilia del país y el Festival de Cine de Cartagena siempre ha sido contradictoria, pues de un lado, los amantes y comprometidos con el cine procuran nunca faltar a la cita anual, pero por otro, mantienen un malestar por los vicios e irregularidades de la organización. De ahí que, por lo general, ha primado el escepticismo para referirse a este evento, aun sin llegar nunca a negar su importancia, tanto por su gran tradición como por el hecho de ser la fiesta del cine nacional más concurrida y rica en actividades y personajes.

Desde hace algunos años se han visto paulatinos cambios, como el aumento de muestras paralelas, el robustecimiento de las actividades académicas y la creación de espacios para el encuentro y desarrollo de distintos sectores del audiovisual.

Durante esta nueva versión tales cambios están más consolidados y la “utilidad” del festival ya no sólo se limita a su habitual función de vitrina del cine iberoamericano y de gran salón social frecuentado por el gremio y la farándula (lo más lamentable de todo el festival es la gran diferencia que hay entre la motivada multitud de las fiestas en las noches y el lánguido público de las ruedas de prensa en las mañanas).

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