Adiós al amigo, de Iván D. Gaona

Un viaje de vida y muerte

Oswaldo Osorio

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Aunque necesariamente las salas de cine volverán a abrir, las plataformas para ver películas y series llegaron para quedarse, pues la pandemia contribuyó a su afianzamiento. Ese es el plan de Cine MAMM Sala Virtual, otra alternativa para ver películas de calidad. El valor agregado en relación con tantas plataformas que ahora existen es la curaduría, esto es, en lugar del espectador enfrentarse a un confuso mar de opciones, aquí encuentra una cuidada y variada selección de títulos de películas independientes, cine colombiano, cine de autor, cine experimental, documentales, series y ciclos especializados.

Podría hacer aquí un largo inventario comentado de los buenos títulos que se encuentran en esta sala virtual del MAMM, pero quiero centrarme en una discreta joya que pasó casi desapercibida por la televisión pública y regional hace unos meses: la serie de seis capítulos Adiós al amigo, de uno de los mejores directores que actualmente tiene el país, el santandereano Iván D. Gaona, un autor con un universo y estilo propios (algo más bien escaso en Colombia) definidos por un puñado de encantadores cortos y el largometraje Pariente (2016).

Es 1902 y, en los estertores de la Guerra de los mil días, un soldado y un retratista (¡Que no un artista!) inician la búsqueda de dos hombres, al uno para darle la buena nueva de que es padre y al otro para matarlo. En esta premisa ya esta definido el espíritu del relato: un viaje en que se trenzan la amistad, la vida y la muerte, todo bajo la sombra de una guerra fratricida que constantemente es cuestionada por los personajes y por la película misma.

Porque a pesar de ser una serie, puede verse también como una película, no solo por la opción que ahora dan las plataformas de ver todos capítulos continuos (en este caso, los seis suman tres horas), sino porque, como ya es la tendencia mundial, las series, ya sea para televisión o para streaming (entre lo que cada vez hay menos diferencias), son concebidas y realizadas con el lenguaje y los valores de producción del cine.

Entonces puedo decir que me vi una película de tres horas de Iván D. Gaona sobre la Guerra de los mil días. Una película donde su sello empieza por los actores naturales con acento santandereano (también muy escaso en el cine colombiano) y contada en clave de western. Bueno, con ese género se promociona, pero se me ocurre que es más por efectos de publicidad y para tener una fácil identificación con el público, igual ocurrió con Pariente. Pero en realidad, lo que yo veo es unos relatos sobre campesinos, ya sea en el siglo XXI o a principios del XX, campesinos envueltos en violencias que no buscaron. Que con el western coincidan los caballos, las pistolas o ciertos paisajes, no es suficiente para considerarlo que pertenecen a él. Las de Gaona son historias de la provincia colombiana, de Güepsa, Santander, la mayoría de ellos, donde la idiosincrasia y el color local de esa región define la naturaleza y los conflictos de los personajes, no un género foráneo.

Por otro lado, esta serie es un alegato contra la guerra y en especial referida a este país, donde luego de dos siglos de guerras internas, su gente siempre parece terminar dividida en dos bandos, generalmente campesinos matando a otros campesinos, muy parecidos a ellos, pero con diferencias que les impusieron los que tienen el dinero y el poder.

Adiós al amigo es una obra fresca y envolvente por ese universo que sabe construir, el cual no se limita a ser un relato bélico y de época, sino que lo sabe cruzar con guiños de humor, poesía y misticismo. De fondo, puede identificarse una fábula pacifista hecha con honestidad y concebida sin miedo a algunas audacias en lo que quiere decir y cómo lo quiere decir. Es cine colombiano hecho para televisión (hasta hace poco esto era una contradicción), divertido, entretenido, con calidad cinematográfica y peso en sus ideas y referentes.

Iván D. Gaona

Un cineasta

Oswaldo Osorio

retratos

El título de cineasta siempre está asociado a los directores que han realizado al menos un largometraje. Y aunque Iván D. Gaona ya dirigió su ópera prima, la película Pariente (2016), mucho antes se había ganado el crédito de cineasta, esto a fuerza de una sólida obra constituida por una serie de cortometrajes que revelaron a un autor dueño de una particular y sensible mirada a un universo que había sido ignorado por el cine nacional. Gaona es el invitado especial del Festival Pantalones cortos, organizado por la Corporación Dunav Kuzmanich, y todas sus películas se podrán ver esta semana en la ciudad de Medellín.

Esta obra empezó con los cortometrajes Tumbado (2005) y El Pájaro Negro (2008), pero es con Los retratos (2012) con el título que se dio a conocer por su larga lista de premios y participación en festivales. En esta bella y divertida película una anciana, que vive en el campo, se gana en una rifa una cámara que toma fotografías instantáneas. El encuentro de ella y su esposo con este artefacto empieza por el extrañamiento y termina en la fascinación de ver su imagen y posar para luego mirarse. Es un relato intimista y espontáneo, que da cuenta de una anécdota cargada de connotaciones en relación con ese entorno rural, con la cotidianidad y con reflexiones sobre el fenómeno de la imagen misma.

Hay en esta historia un personaje llamado Completo, quien es el que le enseña a los ancianos a manejar la cámara. A Completo lo vemos en todos los cortos y en el largometraje de Gaona. Incluso hay un cortometraje titulado con su nombre y protagonizado por él. Este dato es muy significativo porque es uno de los tantos aspectos que nos habla de la unidad del universo que propone este director santandereano. Un universo donde el color local del campo es dibujado con elocuencia a partir de detalles y gestos sutiles y cotidianos.

En sus demás trabajos, El tiple (2013), Naranjas (2013), Forastero (2014) y Volver (2016), ese color local y esos personajes prevalecen y dan cuenta de una dinámica de provincia donde la cotidianidad es potenciada por la sinceridad y fuerza de las emociones y de las relaciones interpersonales, pero también por esa violencia latente, ya sea sugerida o explícita, que está siempre de sonido de fondo en los campos del país.

La mencionada unidad de ese universo adquiere un acabado mayor con su largometraje Pariente, una de las pocas películas que habla abiertamente sobre el paramilitarismo en Colombia, pero lo hace entre las gruesas líneas que traza sobre aspectos que le interesan mucho más este cineasta, como el amor, la música, lo cotidiano, el contacto entre las personas y ese color local que nos revela un mundo inédito en las representaciones audiovisuales del país.