Para no banalizar el debate entre izquierda y derecha

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Después de leer a Juan Fernando Londoño, quien hace una muy esclarecedora descripción de los verdaderos perfiles de los actuales candidatos en la contienda electoral colombiana, me animo a señalar matices que son necesarios para entender lo que históricamente hemos llamado “debate entre la izquierda y la derecha”.

Para empezar voy a sugerir la siguiente premisa: el debate entre izquierda y derecha tiene que ver con las posiciones relacionadas con el papel del mercado como ordenador de la actividad económica y del Estado como regulador de la vida social y política. Así, la máxima expresión de la izquierda sería la economía planificada, mientras que la derecha propugnaría por el liberalismo económico pleno. En lo político la derecha ve a un Estado que pone “orden” y la izquierda apreciaría más las libertades del individuo.

¿La izquierda o las izquierdas? A esta pregunta le surgen respuestas para todos los gustos. Para empezar, sugiero dos dimensiones de la discusión.

Primera Dimensión.

La Derecha defiende la economía capitalista y el orden social y moral establecido. La izquierda, lo contrario.

Esta dimensión clásica separa a los que defienden al capitalismo y a la democracia liberal (derecha) de los que promulgan la economía planificada y el Estado socialista (posteriormente la sociedad sería sin Estado).

Bajo esta discusión se puede entender el debate entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. En consecuencia, lo más parecido a la izquierda de hoy serían aquellos políticos o gobiernos que buscan eliminar la economía de mercado, diezmar la propiedad privada y promover una economía estatizada cohabitando con empresas de economía solidaria (cooperativas). Aquí no hay matices, no se trata de un Mercado regulado, sino de la eliminación de éste como ordenador de la vida económica.  En esta línea caben, el partido comunista de Cuba, el régimen norcoreano y probablemente el gobierno chavista venezolano.En el debate colombiano me atrevería a sugerir que ese sería el proyecto de las FARC o de Petro, aunque con este último no estoy seguro que desee ir tan lejos.

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En esta primera dimensión, lo social y político es más complejo. La literatura señalaría a la izquierda (teoría marxista y anarquistas) como la defensora de la individualidad -libertad de credo, de movilidad, de pensamiento- a tal punto que sugieren la muerte del Estado. En cambio a la derecha se le asocia con el orden, el respeto de las leyes y la valoración de la identidad religiosa: el respeto al orden legal y moral y establecido.

Pero, en la práctica, por las nefastas experiencias de la Unión Soviética y sus vecinos de la Cortina de Hierro, al igual que por los casos de Cuba o Corea del Norte, a la izquierda se le asocia con un Estado inhibidor de libertades, un Estado que controla la vida social, política y económica. En otras palabras, nada más conservador que un partido comunista en el poder.

En síntesis, con excepción de lo económico, donde la izquierda teórica y la práctica coinciden, parece haber grandes fisuras entre el pensamiento de izquierda y lo que han hecho los gobiernos que dicen estar inspirados en dicha filosofía.

 

Segunda dimensión

Economía de mercado más o menos regulada; Estado pequeño o Estado grande.

Esta dimensión tiene que ver con los matices de la economía capitalista y la democracia liberal. Ahora llaman de izquierda a todo aquel que se aleja del neoliberalismo y sugiere un Estado fuerte.

Keynes delineó una economía de mercado con un Estado fuerte que lo regulara -que gastara cuando la economía se estancaba y que cobrara impuestas cuando crecía-, y los socialdemócratas asumieron que en lo político el Estado podía asegurar una mejor redistribución de la riqueza. Desde entonces, llamamos socialistas a los gobiernos de Suecia o de Finlandia o a Claudia López.

Así que, ahora se ha vuelto coloquial -aunque sin fundamento teórico- llamar socialismo a los modelos económicos que estimulan la participación del Estado, el cual ofrece diversidad de servicios, regula al mercado y a las empresas privadas, a la vez que, con la simbiosis impuestos-gasto, genera una redistribución de la riqueza que busca reducir las inequidades.

En lo político se le está llamando Derecha al pensamiento que privilegia el acatamiento a la ley, el respeto a los valores tradicionales y a la moral establecida. En este conservatismo no hay espacio para la protesta social o el agnosticismo. En consecuencia, el pensamiento liberal, las manifestaciones sociales y los defensores de derechos humanos entran a ser parte de la nueva izquierda. Así de sencillo.

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Dos reflexiones finales:

1. La realidad política colombiana es compleja. Hay demasiados matices.

Hay candidatos que pretenden preservar el orden actual, algunos más que todo por su identidad filosófica, pero otros lo hacen porque no quieren cambiar el régimen de privilegios existentes. Y ahí ya hay diferencias importantes. En otras palabras, no es lo mismo una idea asociada a la protección del orden legal y moral, que una candidatura animada por defender un sistema de corrupción que le interesa en lo personal y a su círculo cercano.

De otro lado, como Gorbachov cuando trató de rescatar al socialismo corrigiendo sus defectos, hay políticos de creencias religiosas y de convicción de que el mercado es el mejor orden económico posible. Estos también son de derecha, pero tienen la convicción de que el régimen debe corregir su mayor pecado: corrupción.

Luego están los que creen que el mercado debe existir pero, como lo señaló Keynes, debe ser regulado: un Estado que redistribuya parte de la riqueza (socialdemócrata) y que minimice los riesgos de una economía guiada por la ceguera de los intereses privados. O sea, algo de keynesiansimo y socialdemocracia.

Por último están los de la izquierda dura. Los que creen que son el mercado y la empresa privada los carceleros del Estado, que lo cooptan para su propio beneficio. Aquellos son, y no hay muchos en este país, los que piensan que hay que volver a intentar la construcción de una economía centralizada, ya que la propiedad privada no sólo genera inequidades, sino que es germen de un Estado antidemocrático que sólo defiende los intereses de ciertas clases o grupos sociales.

2. La izquierda dura no sabe con qué reemplazar al régimen dominante.

Marx y la mayoría de los teóricos socialistas respetables hicieron importantes trabajos para explicar la historia de la humanidad y para describir a la sociedad capitalista. Hasta ahí llegaron. Poco dijeron acerca de la posible futura sociedad. Luego aparecieron los políticos  de izquierda, aquellos que lograron tomar el poder, o sea, gobernar: Lenin, Mao, Tito, Fidel Castro.

Un siglo después del primer intento -la Unión Soviética-, quedan pocos experimentos vigentes: Cuba, Corea del Norte, tal vez Venezuela. Pero, ninguno tiene claridad conceptual sobre lo que están haciendo. O sea, la izquierda lo único que sabe con claridad es cómo se puede tener un capitalismo más justo o un liberalismo más real, menos conservador. Cualquier intento que vaya más allá es vago, sin fundamento. En otras palabras, o están experimentando o simplemente mienten, como dictadores con traje de revolucionarios.

 

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