“Señores, esto es un robo, todo el mundo quieto”, dice con el revólver en la mano, mientras sus tres compinches hacen lo suyo en el banco.
Nadie se había imaginado que aquel hombre, vestido con batola de enfermero, escondía un arma en el bolso manos libres, ni siquiera el vigilante, que ahora está sometido, viendo cómo los delincuentes sacan el dinero de la taquilla.