Carlina Isarama, una joven indígena embera, y su bebé de dos meses llevan 19 días durmiendo en el suelo del hospital San Francisco de Asís de Quibdó. No les gusta la cama. No están acostumbrados. Ella prefiere estar sentada en la puerta de su habitación. En silencio amamanta a su niña cada hora, como lo aprendió de sus mayores. Vieja costumbre.
¿Cómo amaneció la bebé? ¿Ya está aliviadita? Le pregunta la enfermera de turno, pero Carlina no responde, es más, es como si no la escuchara. La enfermera insiste: ¿cómo amanecieron? Carlina insiste también y guarda silencio.
A los segundos aparece Genaro Isabare, de aspecto cansado y en chanclas, quien responde por ella: “amanecieron muy bien, muchas gracias. Ya hoy nos vamos. La bebé estaba enferma, pero ya no”.
Genaro es gobernador indígena y es el esposo de Carlina. Habla por ella porque la muchacha –de collar ancho y colorido, de uñas a medio pintar y descalza– no sabe español. Él le traduce.
Sin pensar en eso, me inclino, y le pregunto: ¿hace cuánto amamantas a tu bebé, Carlina? ¿Te duele? Genaro le traduce, ella responde en embera y él me traduce en español: “Que no le duele”, dice.
Llegaron a Quibdó porque a la bebé le dio fiebre y vómito y ningún ritual indígena logró curarla. Viajaron un día en panga (lancha) y otro en bus. Él dejó la escuela en la que enseña y ella su rutina de hervir agua para cocinar el plátano y el pescado en su resguardo en el Alto Baudó.
“Amamantar es muy natural, nosotros a eso no le ponemos misterio. A nuestros bebés les damos otra comida después de los tres meses, plátano o pescado, pero siempre seguimos amamantando”, dice.
Aunque Carlina no habla español y mucho menos sabe qué es la Organización Mundial de la Salud, OMS, reconoce que la leche materna es la vida de su bebé. Y va mucho más allá, sabe que es la cura para la neumonía, la diarrea, el dolor de oído y el asma. “Amamantar inmediatamente después del nacimiento es importante porque el sistema inmunitario de los recién nacidos aún no está del todo maduro. Es por ello que muchas veces se denomina a la lactancia materna como la primera vacuna”, dice la OMS y señala que amamantar reduce en 20% el riesgo de morir en el primer mes.
Ahora bien, a pesar del interés de indígenas como Carlina por amamantar a sus niños, ya que es un tema que viene de generación en generación, las estadísticas no son buenas. Por ejemplo, el municipio del Alto Baudó es el tercero en Chocó en el que más se reportan casos de mortalidad infantil en menores de un año. De acuerdo con el Departamento Nacional de Planeación lo superan Bagadó con una tasa del 64, Lloró con 57 y el Alto Baudó con 56 por cada mil nacidos vivos. En este municipio además, según el Departamento Nacional de Planeación, DNP, el 80 % de la población, cerca de 8.000 personas tienen agua durante seis horas al día. Agua no potable.
Para mitigar esto, en el Plan de Desarrollo del Alto Baudó se propone un programa de educación y promoción de la lactancia en el que la Alcaldía trabaja en la actualidad. Esto debido a que, según la Gobernación de Chocó, la duración de la lactancia materna en el departamento es de 1,8 meses, siendo baja con respecto a la recomendación de la OMS que es de 6 meses.
En Chocó, la tasa de mortalidad por desnutrición en 2016 (dato más reciente) es de 44,25 por cada 100.000 habitantes, mientras que en el país es de 8,24, según el reporte que entregó la Gobernación a los Análisis de Situación de Salud (Asis) del Ministerio de Salud. Además, en el documento, la Gobernación explica que la tasa de mortalidad por desnutrición en menores de cinco años es el indicador más grave del departamento, con cifras que superan cinco veces el promedio nacional, y que, aunque hubo un descenso en 2007 y se mantuvo hasta 2008, registró un significativo aumento en 2009, cuya tendencia al alza se mantuvo constante hasta 2016.