Un mensaje de auxilio escrito en una servilleta fue el preámbulo del cuartel de torturas que destapó el CTI al interior de un centro de rehabilitación de Bogotá para pacientes con problemas de adicción y de desórdenes en el comportamiento.
Los detalles del caso los describió la Fiscalía al momento de narrarle a un juez que en la IPS Resurgir a la Vida se cometieron presuntos maltratos físicos y emocionales de toda índole, que incluían discriminación por la preferencia sexual y contextura física.
El epicentro de los hechos fue el corredor de una casa de dos pisos ubicada en el barrio Normandía, en la que los administradores hicieron de su “Pasillo Azul” un centro de torturas en el que amarraban con cuerdas a los pacientes, no los dejaban dormir por muchas horas e incluso los bañaban con mangueras y escobas.
A la vivienda llegaron hace un mes varios investigadores del ente acusador, quienes atendieron la denuncia de un joven que logró escaparse de sus victimarios para contar todo lo que les pasaba adentro a 34 personas más –dos de ellas menores de edad–.
Desde el momento de la advertencia empezaron una serie de interceptaciones y registros a la Fundación, los cuales les permitieron comprobar que cuatro trabajadores eran los jefes en el cuartel de torturas, por lo que fueron imputados el martes pasado.
La historia, sin embargo, no termina ahí, ya que en los próximos días –antes del juicio– se esperan conocer más detalles, pues los agentes rastrean cómo es que actuó desapercibidamente la IPS desde su creación, en 2017.
La servilleta del auxilio
“Son varios los incidentes que he visto, peleas y agresiones físicas, el solo hecho de que te escriba este mensaje representa un riesgo para mí”.
Ese es uno de los recortes de servilleta que aunque le llegó a la familia de una víctima hace meses, esta había omitido al creerse la versión que le dio la IPS, la cual respondió que la queja era inventada, producto del trastorno que padecía el joven.
Así fue como el silencio en “El Pasillo Azul” se mantuvo por meses. Cuando llegaba alguna visita lo que los administradores hacían era aislar en rejas a los pacientes que ya tenían fichados.
Sin embargo, otro de ellos logró salir en enero y contó todo; y con el antecedente de la servilleta y más testimonios recaudados se detuvo a Jairo Masmela, Tiberio Azcárate, Álvaro Azcárate y Leonardo Casas. Estas personas, según las pesquisas, no estaban habilitadas para atender estas situaciones: uno era ingeniero civil y otros dos entrenadores físicos sin experiencia en tratamientos de adiciones.
Taser y otros castigos
El llegar como paciente al “Pasillo Azul” tenía de por medio un engaño, ya que los dueños dopaban a las personas para que sus familias creyeran que ellas estaban a gusto. Esa técnica la utilizaban para robarse los víveres y ropa que les mandaban días después.
El que se atreviera a abrir la boca para contar algo de eso era merecedor de un castigo, que iba desde aislamiento en rejas hasta baños con escobas “para quitar las impurezas”.
Incluso, se les habría torturado con electricidad, pues en el allanamiento a la casa se decomisó un taser y se hallaron 28 cámaras de seguridad que evidenciaron hacinamiento en el área: era para 25 personas, pero alojaban a 35.
De hecho, por la preferencia sexual o sobrepeso a unos les iba peor. La Fiscalía constató que quien tenía kilos de más era amarrado con cuerdas delante de sus compañeros para que los viera comer.
Por tal situación, las autoridades suspendieron la licencia de operación de Resurgir a la Vida, y enviaron a los pacientes adonde sus familiares. A la par buscan si hay más responsables, pues a Paula Betancur – implicada– la dejaron en libertad mientras se recaudan pruebas, pues es señalada de hacer parte de los que maltrataban y humillaban en “El Pasillo Azul” de la casa.