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Flor Alba, tatuada en el periodismo huilense

La periodista Flor Alba Núñez Vargas tenía 31 años, quería salvar al mundo y creía en la justicia. Autores intelectuales de su muerte siguen impunes.

  • A sus 31 años, la periodista Flor Alba Núñez fue asesinada en Pitalito, Huila. FOTO colprensa
    A sus 31 años, la periodista Flor Alba Núñez fue asesinada en Pitalito, Huila. FOTO colprensa
  • Flor Alba, tatuada en el periodismo huilense
15 de noviembre de 2015
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La flor recién pintada en el lado del corazón parece sangrar, está irritada. Aris se tatuó en el lugar donde Flor Alba Núñez Vargas recostaba su cabeza todas las noches. Así quiere recordar a su pareja, la periodista que asesinaron el 10 de septiembre de 2015 en la puerta de la emisora La Preferida, uno de los tres medios donde trabajaba en Pitalito, Huila.

El profesor de física luce pálido. Su mano derecha, temblorosa, sostiene a la altura de su pecho la fotografía de la mujer sonriente que cambió su vida. Sus ojos están cargados de un dolor que a veces parece rabia. Le arrebataron a su ‘ángel’, como la llamaba.

Aris Hernández Claro se pregunta una y otra vez: ¿por qué la mataron? ¿Quién ordenó su muerte? Los mismos interrogantes que se hacen los alumnos de Flor Alba de la Institución Educativa Montessori, el maestro de literatura que la aceptó como practicante, el rector del colegio donde ella estudió, los colegas reporteros que intentan sobrevivir haciendo periodismo en un municipio que, según la administración municipal, tiene 161.000 habitantes, con sobrados problemas políticos y de orden público y, por supuesto, los padres de la joven víctima.

Lo posible en lo imposible

A los 31 años de edad Flor Alba quería comerse el mundo. Comenzó ocho años atrás haciendo periodismo en la emisora Uno A Stereo, del municipio de San Agustín. No se cansaba de darles gracias a los que consideraba sus mentores. Álex Hernández y Álvaro Delgado Guzmán, quienes le enseñaron, desde la práctica, lo que la falta de recursos no le permitió recoger en la universidad.

Un día les dijo a sus padres, Oliva Vargas y Marcos Núñez, un ama de casa y un vendedor de pasilla de café, que se iba a Pitalito en busca de futuro. Tenía 25 años cuando se despidió de sus hermanos, Juan Carlos, Elizabeth y Érika. A ellos los visitaba cada vez que le era posible, pues le encantaba jugar con sus dos sobrinas. Gabriela se había convertido en la niña de sus ojos. La pequeña cumplió seis años el pasado nueve de noviembre. Ya no volverá a abrazar a su tía ni a recibir sus dulces regalos.

Flor Alba terminaba un curso en el Sena cuando se presentó al canal de Telmex, hoy Canal Seis de Claro. Allí habría de conocer al camarógrafo que la acompañó durante cinco años, José Antonio Guzmán Flórez. Él la recuerda llena de ilusiones: “Chiquita y bien plantada, dejó a todos con la boca abierta cuando presentó una nota y se ganó la oportunidad”. Desde entonces tuvo claro lo que quería hacer de su vida y no titubeó, recuerda José Antonio.

Aris Hernández volvió a verla. Había estudiado con ella nueve años atrás y se enamoró de la chica con la que casi nunca estuvo de acuerdo en el colegio. Compartieron su vida cuatro años, ocho meses y 10 días, y él sabe más que nadie que Flor era un aluvión en permanente avanzada. Se levantaba a las 5:00 de la mañana, dictaba sus clases de español y comunicaciones, desayunaba en casa de su suegra y a las 9:30 a.m. ya organizaba en el canal local la agenda de cubrimientos del día.

A las 11:30 a.m. se iba a hacer el noticiero en la emisora comunitaria La Preferida, se daba una hora y media para almorzar y a las 2:30 de la tarde regresaba al canal a redactar las noticias que enviaría a La Nación TV, con sede en Neiva. Llegaba a casa a las 6:30 de la tarde a preparar clases, a hacer las tareas de la licenciatura que cursaba en Lengua Castellana y a escribir notas para su Facebook.

Flor Alba reporteaba duro en una región plagada de inseguridad. Armada de micrófono y grabadora indagaba sobre las capturas de criminales que duraban pocos días tras las rejas, el entramado político que se tejía alrededor de las elecciones y, de las penurias de las víctimas de la violencia y de la pobreza que llegaban a diario a Pitalito. Averiguaba hasta de la muerte que le dieron a un perro pitbull por morder a un ciudadano. Muchas veces ella era su propia camarógrafa y editaba sus entrevistas.

Sus ingresos provenían de la corresponsalía para La Nación TV y de la venta de pauta publicitaria en el canal local y la emisora. Al final del mes, lo que ganaba por tanto esfuerzo no superaba 1.200.000. Con todo y ello hacía obras sociales y si para lograrlo debía tocarles puertas a fundaciones sociales, lo hacía.

Aris cuenta que alguna vez le preguntó por qué no se lanzaba al Concejo del municipio. “Porque a mí no me gusta la política”, respondió Flor. “Pero puedes ayudar más”, insistió Aris. “¡No!, porque el problema es que cuando se llega a un cargo grande uno se corrompe, y yo no quiero corromperme”.

Una periodista incómoda

Flor Alba era una periodista incómoda. Para algunos comunicadores de Pitalito, su trabajo no era distinto al que hacían los demás. Asistir a las ruedas de prensa y recoger información oficial y de los ciudadanos de a pie para trasmitir. Sin embargo, se diferenciaba en que a esas notas les sumaba su capacidad interpretativa para formular de manera directa o a través de sus redes sociales la pregunta clave.

Denunció peligrosas bandas delincuenciales de Pitalito. En noviembre del año 2013, a través de Nación TV, La Preferida y Canal Seis dio a conocer el atentado que sufrió la médica veterinaria Julieth Marcela Henao. Según el expediente del proceso, Juan Camilo Ortiz, alias el Loco o Bebé, habría sido el responsable.

El 11 de julio del 2014 capturaron a los autores intelectuales y materiales de tres ataques contra la médica, entre ellos Juan Camilo Ortiz. Pese a las pruebas presentadas por la Fiscalía, un juez de Timaná les concedió la detención domiciliaria, lo que fue noticia, y llevó a Flor Alba a cuestionar la decisión.

Ortiz o el Loco fue detenido de nuevo en Palmito (Sucre), sindicado de haber disparado contra la periodista de Pitalito. Y los informes judiciales dan cuenta de que a él y a la persona que conducía la motocicleta en la que huyeron para alejarse de la escena del crimen, la puerta de la emisora La Preferida, les habrían pagado 6.000.000 de pesos por cometer el atentado.

Dentro de las pruebas de la Fiscalía para probar los hechos, está la interceptación de llamadas, procesos judiciales, testimonios de muchas personas y los videos de seguridad que grabaron el momento en que le dispararon a la comunicadora.

“Yo le insistía en que semejante esfuerzo era demasiado. Sin embargo, seguía. Yo me contentaba con verla desde lejos, sentada, escribiendo”, menciona Aris.

Flor Alba era una periodista incómoda. Su pareja recuerda que reclamó a través de Facebook la necesidad de que quien asumiera la Alcaldía a partir del 2016, tuviese estudios y títulos universitarios. “Eso entiendo que ofendió a la campaña del señor Miguel Rico, y la campaña le hizo el reclamo”.

Andris Cantillo, jefe de campaña, sostiene que a la periodista jamás se le reclamó por lo que informaba y que se le respetó su trabajo. El alcalde electo, Rico, asegura que con Flor Alba solo había buenas relaciones. “Soy un demócrata”, insistió.

A todo lo anterior se suma una grabación que se dio a conocer en los medios, en la que supuestamente Flor Alba se habría referido a que una campaña política compraba con 200.000.000 de pesos a sus competidores para que renunciaran a sus aspiraciones. “Fui testigo de ese audio, porque yo lo escuché. Ningún periodista fue capaz de sacar la noticia, perdían la pauta, la platica de las campañas”, dice Aris.

Ganó la muerte

La carrera contrarreloj que Flor Alba emprendió a tan temprana edad vendiendo galletas para estudiar, fue detenida abruptamente por un sicario que le disparó dos tiros por la espalda a las 11:30 de la mañana de un jueves nublado. Mientras su cuerpo se desangraba, quienes la querían y admiraban recibían la noticia.

Su compañero, Aris Hernández, estaba en el colegio dictando clases. “Normalmente no contesto llamadas, pero ese día sí atendí el celular. Una prima de ella, no recuerdo quién, me llamó y me dijo: ‘mijo, véngase que a Flor le dieron dos tiros, la mataron’. A mí se me acabó el mundo”.

Julián Andrés Soro, estudiante del grado 11 agacha su mirada. “Nosotros ese día no teníamos clase. Me llamó una compañera llorando y me dijo que había muerto la profesora Flor. Uno nunca piensa que alguien tan maravillosa y luchadora vaya a morir por decir la verdad, pero en este país eso no se puede hacer”.

Al camarógrafo José Antonio Guzmán Castro se le quiebra su voz cuando recuerda: “A los 30 minutos de haberse ido, la directora del centro cultural me llamó a gritos. Me preguntó dónde está Flor Alba. Le dije que había salido al canal. Otro profesor se puso a llorar y me dijo: ‘a Flor Alba le hicieron un atentado’. Después de eso se siente una soledad muy dura”.

Wilson Obando, el profesor de literatura que le permitió a Flor hacer sus prácticas de licenciatura en el colegio, cuenta que recibió una llamada: “me dijeron que la acababan de matar”. Él se fue para la emisora. Allí encontró tirado el cuerpo de Flor.

Aris arribó minutos más tarde cuando se la habían llevado al hospital. La mancha púrpura en el piso le confirmó que no la volvería a tener jamás recostada en su pecho, como todas las noches. Por eso se tatuó allí una flor.

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