Si la situación sanitaria lo permite, en 2022 estarán abiertos para ecoturismo 30 de los 59 parques nacionales que tiene el país, según lo señaló el ministro de Ambiente, Carlos Correa.
A pesar de las restricciones impuestas por la pandemia, el Gobierno logró reabrir temporalmente 16 de estos entre septiembre de 2020 y Semana Santa, para así recuperar parte del terreno perdido respecto al objetivo de darle un vuelco a la actividad turística en dichas zonas y aumentar en un 100 % la cantidad de visitantes, alcanzando cerca de 4 millones de turistas, como es la meta del director Orlando Molano.
El funcionario recibió un presupuesto con $100.000 millones adicionales para priorizar 16 de los parques con vocación turística y mejorar su infraestructura. Esto, con el objetivo de reestructurar la estrategia de ecoturismo que venía desarrollando la entidad bajo la dirección de Julia Miranda, quien estuvo durante 17 años en la dirección de Parques.
Precisamente con Miranda a cargo, se completaron 18 planes de ordenamiento ecoturístico como una actividad complementaria a las labores de conservación, de menor impacto y que bajo ninguna circunstancia contemplaría infraestructura pesada (hoteles, por ejemplo).
De ahí que la ambición del Gobierno de ampliar el flujo de visitantes y robustecer la oferta de actividades de ocio al interior de áreas protegidas fue tomado con preocupación por parte de los expertos y las comunidades.
Y es que según Fernando Martínez, doctor en turismo, economía y gestión e integrante del Instituto de Estudios Ambientales de la U. Nacional, aumentar la cantidad de turistas en áreas protegidas dejaría unos impactos inevitables que, por ahora, las autoridades no han demostrado que lo saben contrarrestar.
“Generalmente no se suele contemplar en toda su dimensión la huella que genera el flujo de turistas en la disponibilidad de agua, en la generación de residuos, en la alteración de los modos de vida de las comunidades, en el deterioro en la calidad del aire, impactos que se incrementan en áreas protegidas por su frágil equilibrio, fácilmente alterable”, explica.
Un análisis orientado por Martínez y realizado en los parques naturales de la región Andina como Chingaza, Cocuy, Los Nevados y el Santuario de Iguaque halló más de 200 tipos de impactos negativo relacionados con ecoturismo, con afectación tanto ambiental como social.
En respuesta a dichas inquietudes, Orlando Molano ha reiterado que la expansión ecoturística se restringirá a los parques con vocación para ello y, sobre todo, que no contemplará infraestructura hotelera.
¿Cómo va la reapertura?
Las experiencias en medio de la reapertura al público de varias de estas áreas han sido diversas. Por ejemplo, uno de los hitos más importantes en la nueva faceta de ecoturismo ocurrió el pasado 28 de marzo, cuando Parques habilitó en el Área Natural Única Los Estoraques, en el municipio Playa de Belén, Norte de Santander, senderos para visitantes por primera vez después de 10 años de cierre por fallas geológicas.
El plan piloto para la reapertura de los senderos el Origen, Ciudad Perdida y Piritama tendrá ingreso gratuito hasta el próximo 28 de abril y permitirá un recorrido total de 2.200 metros a través de las particulares formaciones geológicas y el avistamiento de aves.
La reapertura de Los Estoraques es una de las grandes apuestas del Gobierno para impulsar el turismo en Norte de Santander. No obstante, existe allí un conflicto con 21 familias que habitan al interior del parque legalmente desde antes de 1988, cuando fue declarada área protegida, pues actualmente se adelanta un proceso de compra de predios mediante avalúo por parte del Instituto Geográfico Agustín Codazzi que no convence a los propietarios, quienes, por ahora, tienen sus predios en arriendo para dar paso a los senderos.
Más fluido ha sido el proceso en el Parque Nacional Natural Utría, uno de los 11 parques que han podido abrir este año recibiendo hasta ahora 339 aventureros. Allí, según Ximena Zorilla, jefe de esa área protegida, se ha logrado paulatinamente un equilibrio “entre la actividad turística, las necesidades de las comunidades (100 familias indígenas y siete afrodescendientes) y la preservación de un ecosistema que tiene un potencial para ser referente mundial por el avistamiento de ballenas y el festival de migración de esta especie que llega a las aguas de la Ensenada a parir sus crías”.
Utría, junto a Los Estoraques, la Cueva de los Guácharos y el Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos fueron las áreas que abrió Parques Nacionales durante Semana Santa para el disfrute de los ciudadanos.
Y en otras zonas persisten conflictos históricos como en el Tayrona y la Sierra Nevada de Santa Marta. Allí, las autoridades indígenas señalan que aumentar el número de visitantes anuales permitidos podría acarrear daños profundos al ecosistema.
“Permitir pasar de 450.000 a 1.200.000 visitantes al año es una afrenta a la búsqueda de concertación de nosotros, pueblos nativos, con gobierno y operadores turísticos. Si durante la anterior administración de Parques, que era consciente de las implicaciones ambientales del turismo, no fue posible lograr acuerdos benéficos para todas las partes, ahora creemos que el modelo de negocio es insostenible y será la Sierra Nevada la que pague las consecuencias”, señala Leonor Zalabata, consejera de los derechos humanos de la Confederación Indígena Tayrona.
Y aunque cada área tiene dinámicas y contextos diferentes, cerrar los caminos del ecutorismo no es la ruta correcta, conforme señala Gloria Serna, jefe del Santuario de Flora y Fauna Otún Quimbaya, uno de los casos de éxito entre actividad turística y conservación.
“El turismo es uno de los servicios ecosistémicos que nos ofrecen algunas de nuestras áreas protegidas y no riñe con la protección de la naturaleza, porque precisamente se presta como alternativa a las comunidades que podrían verse obligadas a buscar sustento con actividades que sí constituyen un daño como la deforestación, pesca y caza indiscriminada”, expone.
Para la funcionaria, que un colombiano tenga acceso a un pequeño espacio de un área protegida “es una herramienta de educación ambiental muy poderosa” .
15 %
ha crecido el ecoturismo en el Cocuy, uno de los nevados más estables del país: Fontur.