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Al salón de clases del profesor Alexander Velásquez, docente de la vereda Playa Larga en el municipio de Villa María, no van estudiantes desde hace casi un mes. Las aulas se quedaron vacías porque las lluvias y el lodazal que dejaron las precipitaciones en esa zona aledaña al Nevado del Ruiz hicieron cada vez más difícil que sus estudiantes llegaran a clases, a caballo, a lomo de mula y, algunos, a pie recorriendo hasta una hora de camino para llegar.
Por eso los alumnos estudian por medio de guías pedagógicas porque la poca conectividad y la carente señal de celular hacen imposible pensar en impartir clases virtuales. Ese formato educativo no tiene fecha de caducidad porque la alerta naranja por la posible erupción del volcán, el León Dormido, como le dicen sus vecinos, hace que esa área montañosa esté siendo inhabitable.
El centro en el que trabaja el docente Alexander queda a seis kilómetros en línea recta del cráter del Nevado del Ruiz. Desde el aula se ven las fumarolas de ceniza que salen de la abertura de la montaña y esa convivencia con el volcán hizo que los estudiantes se organizaran con los vecinos para hacerle guardia.
Tienen un grupo de WhatsApp en el que participan 16 familias del área para multiplicar la información de las autoridades y ellos mismos hacen sus reportes del cráter. Después de meses autogestionándose, llegó una alerta del Gobierno Nacional que les pidió evacuar: el Ejército empezó a custodiar, Bienestar Familiar tocó sus puertas para ofrecer cuidar a las niñas y niños y les ordenaron bajar de la vereda al casco urbano donde están más lejos de una eventual erupción.
“Ahora de manera arbitraria lo que hacen es llegar sin tener en cuenta la capacidad instalada de la comunidad, llegan de una manera abrupta y amenazante que ha generado pánico. La comunidad está presta a hacer lo que haya que hacer, pero no a la loca porque eso lo convierte en un hecho violento de desplazamiento forzoso”, relata el profesor.
Salir de la casa de campo en el patio trasero del Nevado del Ruiz implica un recorrido de tres horas hasta el casco urbano de algún municipio próximo, como Murillo. Hay familias que no quieren bajar de sus veredas porque salirse de las fincas significa dejar a los animales solos, vacas, gallinas y caballos que son el sustento para los campesinos, y esa realidad ya la evidenció el Gobierno Nacional que le ofreció a los lugareños subir una vez al día a alimentar al ganado con la condición de que las personas pasen la noche lejos del cráter.
Entre Villamaria, que queda en el departamento de Caldas, y otros municipios cercanos a la estructura geológica en Tolima, Risaralda y Cundinamarca tienen que ser evacuadas 2.500 familias, lo que significa el traslado urgente de miles de vecinos del León Dormido antes de que, Dios no lo quiera, se despierte la fiera.
Vivir con un vecino que hace erupción
Cuando Rafael Martínez Poveda, un habitante de Murillo (Tolima) contestó el teléfono para la entrevista empezó su relato contando que sus padres tuvieron que evacuar esa misma zona en 1985 ante la alerta por la inminente erupción del Nevado del Ruiz: la tragedia que detonó el deslizamiento de Armero en la que fallecieron 25.000 personas.
Su papá, Libardo Martínez, vivía en la parte alta de las veredas y su mamá, Luz Estela Poveda, en el casco urbano. Hoy tienen 66 y 70 años, están con vida gracias a haber seguido el llamado de las autoridades y en Rafael dejaron una enseñanza que salvavidas: “Uno afronta el territorio con respeto por la misma naturaleza”. Esa naturaleza es el Gran Cumanday que registró 5.100 sismos durante el martes y al menos 4.000 en el transcurso de este miércoles: los movimientos telúricos por los que se mantiene la alerta.
Los kilómetros cercanos al epicentro del volcán se mueven, esas señales que envían los sensores de sismos mantienen el nivel de alarma en las autoridades y en los pobladores “hay incertidumbre económica porque la mayoría de las familias de Murillo dependen del turismo. Esta situación simplemente es una bomba de tiempo que detona y que realmente nadie lo espera”, cuenta Martínez.
La información emitida por la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo cuando cayó la tarde de este miércoles de Semana Santa fue clara: se mantienen los sismos en una proporción importante y probablemente desde 1985 no se veían ni el número ni la magnitud de los sismos que hay en la actualidad. Esas palabras que dio el director encargado de la entidad, Luis Fernando Velasco, fueron precedidas por una solicitud de agilizar las evacuaciones.
Por ahora, el mayor riesgo es la caída de flujos piroclásticos y las advertencias venideras dependen de las señales que envíe el Nevado del Ruiz, un volcán que está en proceso eruptivo desde hace una década y por el que se han emitido 18 alertas naranjas desde 1985. Sin embargo, Velasco aseveró que esas otras emergencias tienen una clara diferencia con la actual: en esta los sismos se están acercando más al cráter.
Periodista egresada de la facultad de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana.