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La sala de exposiciones de Casa Teatro El Poblado no tiene ilustraciones o cuadros; en su lugar exhibe editoriales cuyos libros son obras de arte. La propuesta reúne a 10 sellos antioqueños independientes (pequeños, no subordinados a grupos editoriales), que vienen trabajando desde el año pasado por objetivos comunes y por mostrarse más como sector.
En la muestra, el diseñador Raúl Orozco, Raeioul, expone por ejemplo sus dos libros de cartón para niños, aeiou y ¡guau!, que ha publicado a la medida de los años de su hija, Lucía. Cada ejemplar crece con ella.
“La editorial aparece con Lucía. El primer libro fue para recién nacidos a partir de una idea muy sencilla, tres animalitos por cada vocal”, cuenta.
Supo que no existían este tipo de libros para pequeña infancia (menores de 5 años) y decidió autopublicarse. Su hija ha sido durante este proceso como su “editora en jefe, la que me decía qué le gustaba y qué no”. Este año sacó ¡guau!, que surge del interés que tiene la niña por los perritos.
La Cámara Colombiana del Libro en 2017 registró 19 empresas editoriales en Antioquia (no incluye personas naturales, universidades, entidades públicas o privadas y ONG) con registro ISBN, es decir, el código internacional para textos.
Según las cuentas de Pilar Gutiérrez, directora de Tragaluz, en el departamento conocen alrededor de 18 independientes, pero la cifra no es cerrada puesto que muchas no tienen este código.
Juntando las dos listas se podría hablar de más de 30 sellos paisas. Este año la Fiesta del Libro tendrá 14, nueve de Medellín y cinco de Bogotá. Para Pilar, lo clave es que cada una de las locales tiene su público: “Hay firmas como Paradoja, que trabaja muy bien el fanzine, o iniciativas como Angosta, que reúne voces jóvenes y periodismo”.
Este último, sello que dirige Héctor Abad Faciolince y Alexandra Pareja, comenzó hace dos años y hasta ahora ha publicado 12 títulos, sobre todo autores que apenas empiezan. Su nicho ha sido difícil en estos dos años (publican cuento, ensayo y novela), pero creen que puede llegar a ser rentable.
“Hemos visto que en Colombia sí hay lectores porque hemos reeditado libros. También nos hemos dado cuenta de que tenemos que seguir mucho más tiempo para lograr un equilibrio económico, porque con un catálogo tan pequeño los gastos fijos no se logran cubrir”, comenta Héctor Abad Faciolince, quien lleva 60 años entre libros (como traductor, lector, vendedor, editor, bibliotecario y autor).
No todas las propuestas son recientes. Hay proyectos de este tipo con mayor experiencia y recorrido, si bien enfocados en un área específica. Es el caso de Mesa Estándar, que desde 2006 publica libros especializados en artes visuales (fotografía, arquitectura y diseño).
“No es que seamos gente nueva haciendo un trabajo. A lo mejor llevamos 15 o 20 años en esto, pero estamos en un segmento que suele estar tapado”, explica Miguel Mesa, arquitecto y uno de los socios de esta compañía.
Sus trabajos son de nicho, es decir, suelen ser comprados en el exterior por clientes que buscan contenidos de diseño o arte. Para alcanzar las ventas deben moverse y hacerse notar, precisa.
Pilar Gutiérrez recuerda que cuando empezaron a reunirse las pequeñas editoriales, rápidamente notaron que eran como una nueva generación de proyectos que piensan el libro distinto, sobre todo como objeto y con grandes contenidos. Pensar como grupo permitiría mejoras en temas como distribución, con libreros o agentes internacionales, o con eventos como la Fiesta del Libro y otras ferias.
Para Miguel Mesa, en el mercado editorial de Antioquia ellos tienen varios retos, el primero es mantenerse vivos comercialmente; el segundo, consolidarse porque tal mercado no existe. “Las agremiaciones son muy pequeñas y muy pocas. Que veas a varias editoriales juntas quiere decir que estamos haciendo cosas intencionadas; planeando. La independencia es en realidad una idea muy vaga, porque hay que construirla”, comenta Mesa.
Para él, las independientes son realmente dependientes: “Eso es un rótulo que quiere decir que son editoriales con una mirada particular, pero dependemos de todos”.
Por ahora están pensándose como sector, agremiarse para hacer cosas juntos y que el público empiece a reconocer que en Antioquia hay editoriales. Eso redundaría en el aumento de ventas y más productos.
Quieren ser objetos cotidianos en las bibliotecas y los bolsos de los colombianos. Por ahora pasan como piezas de arte que se ven en la exposición de Casa Teatro. Y aquí está cómo funcionan.