Nacido el 1 de agosto de 1936, Jorge Uribe cultivó a lo largo de su vida la pasión por la fotografía, la acuarela, la música y la fotografía. Su historia con la también artista Ethel Gilmour, confundadora del Museo de Arte Moderno de Medellín, constituye uno de esos raros casos en los que el arte y la vida se funden.
Con un trino con la fotografía de la pareja, la cuenta de Twitter del Mamm confirmó el deceso del arquitecto egresado de la Universidad Nacional. La tesis de grado de Jorge versó sobre el Museo arqueológico y Archivo histórico de Antioquia. A mediados de los sesenta, Uribe viajó con la maleta llena se sueños a Europa. Visitó Gran Bretaña, Francia, España, pero sería en la Rusia soviética donde su destino cambiaría para siempre: allá conoció a una joven oriunda de Charlotte, Carolina del Norte.
El amor y el arte en la existencia de ambos fueron una constante. En tiempos anteriores al internet, en un primer momento intercambiaron cartas en francés, la lengua del afecto; luego, tras una estadía de ella en Madrid, los vocablos hispánicos comenzaron a aparecer en las misivas. Contrajeron matrimonio en la capital antioqueña. De ese romance y matrimonio quedan las cartas, las pinturas, los viajes y las anécdotas en las memorias de los amigos y conocidos.
Óscar Roldán Alzate, director del Museo de la Universidad de Antioquia, afirma que la obra y la vida de Jorge estuvieron signadas por la paciencia. También, al referirse al vínculo matrimonial con Gilmour, no vacila en decir que: “De alguna manera, al juntarse dos artistas lo que sucede es que la obra de uno empieza a mezclarse con la del otro. Y eso pasó entre Jorge y Ethel. Tanto Jorge se inmiscuyó en la obra de Ethel como ella en la de él hasta el punto que la gran obra de los dos fue su casa, espacio habitado poéticamente”.
Por su parte, la profesora y crítica de arte Luz Imelda Ramírez reflexiona sobre el legado que le deja Uribe a la plástica regional y colombiana: “Su aporte fue la hibridación entre la arquitectura y las artes plásticas. Jorge ayudó a renovar el arte a través de los métodos de la arquitectura”.
La muerte lo visitó en su casa este jueves a eso de las diez de la mañana. Sin embargo, parte de él se fue en 2008 con la muerte de Ethel Gilmour. “Nunca le faltaron los amigos ni la gente que lo quisiera. Se deterioró muy suave, se apagó paulatinamente”, comenta Ramírez.
