Indhira Serrano se acuerda de lo que sucedía en su casa cuando en la tele aparecía la actriz negra de una película gringa: hablaban de su pelo liso y sedoso como salido de un comercial de champú.
Para su madre, era la patencia de que en Estados Unidos vendían unos productos especiales para el cabello, pues las actrices negras de allá tenían pelos “divinos”, mientras los de las demás negras eran “feos”.
Tiempo después, la primera vez que Serrano viajó a Miami se llevó una sorpresa: esos pelos eran pelucas y probablemente eran el resultado de años de violencia contra la imagen de las mujeres afrodescendientes.
Desde chiquitas a las niñas les “tumbaban el cabello” por el exceso de productos aliseres y tirantes que utilizaban para cambiarles el pelo a la fuerza.
“La única alternativa que quedaba era la peluca”. Una “gran violencia hacia su imagen antes de que ellas pudieran disentir”, sostiene Serrano. Ese tipo de experiencias han detonado obras como “Rosa la crespa” (2022), un libro para niños sobre una niña que empieza a amar su pelo en Un difícil proceso de “autoaceptación” que ha vivido la también escritora. “‘Escóndelo en una peluca’, dice mi tía Encarnación, que ese pelito de escoba ya no tiene solución”, se lee en el libro ilustrado por Hanna Ramírez.
Un discurso que interpela a los “privilegiados”
Serrano se crió en Malambo, un municipio del Atlántico, pero nació en Soledad debido a que en este era “más barato parir”. Estudió diseño textil en la Universidad Autónoma de Barranquilla pero se enfocó en principio en el modelaje y la actuación.
Su amplio bagaje en televisión, en telenovelas como “La costeña y el cachaco” o “La traición”, le han dado reconocimiento nacional e internacional. Su faceta como conferencista le ha dado otras capas a su discurso, en el que reflexiona sobre los imaginarios en torno a las personas racializadas y afrocolombianas.
Con su ciclo de conferencias “Reconstruyendo imaginarios” ha dado charlas en el Pacífico y en el Caribe colombiano, así como en colegios y universidades desde 2015.
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Ese proyecto que se gestó en círculos de mujeres que se reunían a conversar tiene dos líneas: una dedicada a las comunidades vulneradas, que plantea la creación de “espacios de merecimiento, empoderamiento y colaboración entre pares”. La otra línea “le habla a los privilegiados”, los interpela y les pregunta sobre sus niveles de “empatía, que no es lástima”, aclara.
A través de este discurso ha buscado crear una “mayor conciencia” en las personas “privilegiadas” sobre cómo han dado “por naturales ciertos espacios que para otras personas no lo son”.
Por esa vía, quiere abrir a otras personas “la entrada a los espacios de construcción y la posibilidad de contarse desde diferentes experiencias de vida”.
La recepción del público ha sido formidable y un evento como el Hay Festival ha significado un buen “termómetro” para ella. De la charla que sostuvo el 22 de enero en Jericó con el escritor Juan Mosquera, algunos asistentes salían con los ojos llorosos o se dirigían a hacer la larga fila para recibir la firma de su libro.
Serrano dice que algunas personas esperan que su discurso sea de “afros para afros”. Pero ella aspira a “impactar positivamente” más allá de un público específico. “Creo que es un acto profundamente revolucionario tocar a personas que consideran que no tienen que ver con los temas afros”, concluye.