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Las vocaciones tienen diferentes formas de imponerse a la voluntad. En el caso del escritor antioqueño David Vélez Gómez la inclinación por crear historias fantásticas tuvo dos momentos importantes. El primero fue el encuentro en la infancia con la novela china Viaje al oeste, escrita en el siglo XVI y atribuida por la tradición a Wu Cheng'en.
“Esa fue la primera novela que quise leer por mi cuenta. Después de leerla el resto de la literatura infantil tuvo otro sabor”, dice David. Dicho libro ocupa un lugar importante en el canon de las letras chinas: narra el viaje de un monje budista y las transformaciones que vive a lo largo del camino.
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En la infancia y la adolescencia de David la escritura fue un pasatiempo, una manera de ejercitar la imaginación. Siendo un niño —cuenta— escribió a mano tres o cuatro novelas, ejercicios de aprendizaje. Sin embargo, el llamado se volvió serio por el segundo hito: a los 27 años sufrió un accidente que le dejó quemaduras en el 30 por ciento de su cuerpo. “Tras un hecho como ese la vida vuelve y empieza, uno tiene que recuperarse y ahí fue que dije: si me salvo, voy a escribir”.
Escribir es todo, menos fácil. David tardó dos años —entre 2009 y 2011— en trazar los detalles de la saga El caminante de mundos, en ajustar las tuercas de un universo literario que se nutre de los referentes de la fantasía convencional y de la fantasía urbana.
“En ese tiempo hice el timeline, planeé toda la historia”, dice. Y luego del plan llegó la ejecución, la lucha cotidiana con las palabras para que los personajes tengan vida propia, se vuelvan memorables. En la escritura del primer borrador del primer tomo de la saga —La fuerza imparable, que llega a las librerías en la próxima feria del libro de Bogotá con el sello de Panamericana— gastó seis años en tiempos hurtados a los trabajos, a la vida doméstica, a las relaciones: comenzó en 2011 y puso el punto final en 2017. “Aunque hay muchos talleres y cursos tienes que encontrar tu propio camino en la escritura”, dice David.
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La historia de La fuerza imparable transcurre en un mundo muy similar a este: la gente habla por teléfonos celulares, los helicópteros cortan el silencio de las nubes y las calles son atascos monumentales. Sin embargo, debajo de esas capas de normalidad hay otra realidad.
Los elementos de la magia se tejen e interactúan con las cosas de la ciencia y la tecnología. Aunque el personaje principal tenga un nombre insólito —Vancrux Seif— y conozca las claves de la hechicería, vive en una realidad de la que quiere huir y para hacerlo debe vencer o seducir a su exesposa.
Para hacer atractivo el relato a los lectores actuales David echó mano de las herramientas narrativas que le proporcionó su paso por el pregrado en comunicación audiovisual de la Universidad de Medellín. “Allí me formé como guionista con la idea de aprender a narrar. En la novela los diálogos y el montaje de las escenas son muy cinematográficos... sería muy fácil adaptarla a formatos audiovisuales”.
La fantasía es un camino para comprender este mundo alejándose de él. Los dragones, los elfos, las sirenas son metáforas de las pasiones que desde el principio de los tiempos han movido a los seres humanos. “La fantasía te ayuda a salir de esta realidad y estar en otro lado”, dice David. Esa, precisamente, ha sido la meta de la ficción: romper los cercos de las rutinas y recordarnos que fuera del metro cuadrado de la vida diaria hay mundos posibles.
Las diferencias entre ciencia ficción y fantasía
En los libros de fantasía las cosas maravillosas suceden porque sí. En esos universos la existencia de los dragones o de los seres míticos son naturales y no necesitan mayores explicaciones.
Por el contrario en los de ciencia ficción las cosas asombrosas pasan porque la ciencia y la tecnología las hacen posibles. En ese sentido, si en un libro de ciencia ficción aparecen dragones estos serán modificaciones genéticas realizadas en laboratorios de alta tecnología.