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“A veces las vidas de los escritores son mejores que sus libros”: Javier Peña

El escritor español detrás del pódcast Grandes infelices, en el que explora las vidas de escritores célebres, acaba de publicar Tinta Invisible, un libro en el que evoca la relación con su padre a través de las historias y la literatura.

  • Javier Peña estuvo en Medellín presentando Tinta invisible. FOTO Esneyder gutiérrez
    Javier Peña estuvo en Medellín presentando Tinta invisible. FOTO Esneyder gutiérrez

Imagine una historia con esta trama: un padre y un hijo llevan cuatro años sin hablarse. Cuando la muerte del padre se vuelve inminente, el hijo regresa. Lo visita en el hospital. No hablan de reproches, ni de culpas, ni de lo que no fue; hablan sobre aventuras, libros y la vida de Kafka, Toni Morrison, Margaret Atwood o Tolstói.

De esos encuentros nace Tinta invisible (2024), el libro más reciente del escritor español Javier Peña, que combina elementos de ensayo y autobiografía para procesar el duelo por la enfermedad y fallecimiento de su padre.

Peña, quien también publicó las novelas Infelices (2019) y Agnes (2021), ambas con Blackie Books, es el creador del pódcast Grandes infelices, en el que explora las vidas de escritores célebres, destacando sus aspectos más humanos y vulnerables.

De paso por Medellín conversó con EL COLOMBIANO.

El libro tiene que ver con la relación entre la literatura y su padre. En una entrevista con El País usted dijo una frase hermosa: “Uno deja de hablar con alguien por cualquier motivo, luego olvida el motivo, pero nunca que dejó de hablar con esa persona...”

“Es un poco lo que me sucedió. Ahora mismo no sería capaz de decir cuál fue el motivo para que dejase de hablar con mi padre durante 4 años. Y claro, eso ahora es algo que me atormenta, me apesadumbra haber perdido ese tiempo. Normalmente se olvida el motivo porque el motivo puede ser simplemente que la vida te separa, no que vas por un camino, otro por otro. Buscas artificialmente una razón para discutir y para separarte. Bueno, sucedió, y lo que pasó es que después mis hermanos me llamaron y me dijeron que mi padre se estaba muriendo y entonces dije, ‘esto no puede ser’, porque cuando no tienes un motivo real, dices: ‘no puede ser que vaya a permitir que mi padre muera sin que yo me despida de él’. Me dirijo al hospital a hablar con él y a quedarnos en paz de alguna manera. Pero cuando voy al hospital, voy con la idea de que mi padre me va a hablar de cosas muy profundas, me va a decir ‘por qué nos separamos’, o me va a decir, ‘bueno, Javi, ahora que me voy a morir quiero darte esta lección en la vida’, vas con esa idea de tener una conversación trascendental. Y sin embargo, cuando llego al hospital, lo primero que me pregunta mi padre fue ‘¿qué estás leyendo?’. Y entonces a mí eso me sorprendió. A partir de todas las visitas íbamos hablando de libros y de autores y de historias y de películas, de lo mismo que habíamos hablado toda la vida. Mi padre me parecía coherente con el personaje: ¿por qué vamos a cambiar de tema ahora que me voy a morir?”.

¿Y qué pasó después?

“Mi padre se murió, me quedé con la historia de que no había hablado lo suficiente con él, quedé con una herida, y ese fue el motivo de hacer este libro y el pódcast. El pódcast nace de mi padre. Me hablaba mucho de las vidas de los autores, le interesaba mucho, él era marino y le interesaba mucho la biografía de autores como Joseph Conrad, su escritor de referencia. Empecé a hacer el pódcast como una forma de seguir manteniendo un diálogo con mi padre, aunque ya no estuviera, como si los capítulos se los estuviese contando a mi padre, como si yo me estuviese documentando para luego hablarle”.

¿Por qué el interés por la historia de los escritores?

“Empecé a ver que había muchos puntos en común entre los autores. He leído como 300 biografías de escritores, y veía que todos tenían cosas en común, como un ego bastante desarrollado; mucha envidia, como entre Dostoievski y Tolstoi, entre Virginia Woolf y Katherine Mansfield, lo que me mostró que no solo nos envidiamos los mediocres. Vi que todos tenían una enorme capacidad para la mentira, que es una parte de ser escritor. Vi que todos tenían una enorme capacidad para obsesionarse con la lectura, para apartarse del mundo; vi que todos también sufrían al escribir porque no les salía lo que querían, porque les costaba la regularidad o la rutina. Entonces todos esos puntos me llevaron a la idea de que me apetecía escribir un libro sobre el oficio de escribir, sobre el oficio de contar historias, sobre la importancia de las historias de los propios escritores. Fue un poco el origen de Tinta Invisible, pero cuando empecé a escribirlo me di cuenta de que quien había generado eso era mi padre y que el libro era mucho mejor y mucho más completo si el hilo conductor eran las conversaciones finales con mi padre y ese encuentro final.

Creo que sus vidas son más espectaculares incluso que sus libros, además nos permite conocer y explicarnos el porqué de la obra; el hecho de pensar que de repente un escritor escribe un libro que nos encanta porque es un libro muy triste que nos apela a nuestra nostalgia y melancolía, y entonces nos damos cuenta que ese escritor tenía un amante que lo dejó, y cómo de repente que un amante deje al escritor cambia la historia de la literatura, son ese tipo de cosas, de azares, los que vuelven loco y que me motivan mucho”.

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¿Cómo se gestó ese código de conversación entre ustedes desde la infancia?

“Se gestó de una forma muy natural porque mi papá tenía la incapacidad de comunicarse directamente conmigo, es decir, él no me iba a preguntar cómo te ha ido en el colegio, cómo te va en el trabajo, cómo te va con tu novia, cómo te va con tus amigos; él lo que hacía era decirme: ‘estoy leyendo este libro y me gusta’. O me decía: ‘¿conoces esto de Stevenson? ¿Conoces esto de Dostoievski? ¿Te apetece ver esta película conmigo?’. Nuestra relación se establecía de forma vicaria, por así decirlo, a través de las historias, las historias eran el código. Mis primeros recuerdos de mi papá son sentado en sus rodillas y él leyéndome cómics. Por códigos un poco ya antiguos a los padres les cuesta muchas veces decirle te quiero a su hijo o ser cariñosos, creo que muchas veces hay elementos que sirven de apoyo, de bastón, de muleta, como puede ser el fútbol. A mi padre no le gustaba el fútbol, pero sí los libros y las películas”.

¿Cómo es la búsqueda de esa casualidad que cambia la vida del escritor?

“Leo todas las biografías que caigan en mi mano, la novela en la que me centro en cada episodio y todos los trabajos que puedan ser adyacentes y que tengan que ver. En esas lecturas siempre busco ese detalle que a mí me vuela la cabeza. Yo tengo una teoría a la hora de escribir que llamo la teoría del detalle decisivo. El escritor primero tiene que ser un observador, alguien que busca el detalle por encima de todo, y esa teoría del detalle decisivo la tomo de Cartier Bresson, fotógrafo francés, que tenía la teoría del instante decisivo. Decía que el fotógrafo tiene que estar atento a cuando el universo hace magia para apretar el obturador en el momento exacto, el escritor tiene que estar atento para cuando el mundo haga magia para captar eso, recordarlo, pasarlo por la memoria y luego utilizarlo a través de la imaginación, mezclándolo con otras cosas. Ese mismo ojo del novelista que utilizo para crear mis novelas, mis ficciones, es el que utilizo para el pódcast, la única diferencia es que en vez de inspirarme en el mundo real, me inspiro en libros que me están contando la historia de estos escritores”.

¿Tiene una predilección por alguno de esos detalles decisivos de la vida de un escritor?

“Quizás mi favorito es Pessoa. Cuando me embarqué en ese episodio estaba buscando ese tema central, que tenía claro que eran los heterónimos de Pessoa, pero me faltaba darle el giro final y digo, ¿por qué no me invento un heterónimo mío? ¿Por qué no me invento ese personaje, un tal Fernando Piñeiro, profesor portugués que vive en Santiago de Compostela, donde yo vivo, y que es director de la cátedra Pessoana? Aún hoy hay mucha gente que me pregunta de dónde saqué a ese Fernando Piñeiro. Un día me llamó alguien del periódico más importante de Galicia para entrevistar a Piñeiro. Fíjate la magia de la ficción, la magia de la narrativa, de los trucos narrativos, como simplemente pronunciando una serie de nombres de una forma distinta la gente llega a creer que quien habla es otra persona”.

¿Por qué Pessoa es el favorito?

“Pessoa cuando murió no era nadie, tenía un libro de poemas, probablemente el peor libro de poemas suyo publicado, y ahora caminas por Portugal y es casi imposible no encontrarse una estatua de él. Me parece increíble esa persona que en vida fracasa y al final es el auténtico mito, me interesa increíblemente el baúl de Pessoa, porque prácticamente la gran obra de Pessoa está en ese baúl y aún siguen ordenándolo y encontrando cosas y heterónimos. Me parece brutal que haya creado 100 heterónimos, que no es solo firmar con seudónimos distintos, sino que tenían cartas astrales, eran opositores entre ellos, tenían una personalidad múltiple. Era un genio y me parece un personaje fascinante e inagotable”.

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