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Mateo Blanco, el artista y alumno de Débora Arango que busca que la obra de la antioqueña le dé la vuelta al mundo

Este 11 de noviembre se cumplen 118 años del nacimiento de la pintora antioqueña, quien en los últimos meses ha vuelto a ser noticia debido al fallido intento del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) de vender dos de sus obras.

  • Mateo Blanco conoció a Débora Arango en los noventa. FOTO Cortesía Mateo Blanco
    Mateo Blanco conoció a Débora Arango en los noventa. FOTO Cortesía Mateo Blanco
  • Blanco y Débora en sus lecciones de pintura. FOTO Cortesía
    Blanco y Débora en sus lecciones de pintura. FOTO Cortesía
hace 4 horas
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Aunque Mateo Blanco ha desarrollado su carrera artística en Estados Unidos, como él mismo aclara, su español sigue siendo “muy paisa”, y las raíces de su obra están a más de 2.000 kilómetros de distancia, en Medellín. Su presencia en galerías y museos estadounidenses ha crecido de manera constante en los últimos años. Recientemente anunció la donación de dos de sus reconocidas banderas al Butler Institute of American Art, y además está trabajando en la forma en que otras piezas de su serie Flags harán parte de la celebración que realizará la Casa Blanca en julio de 2026, con motivo de los 250 años de la independencia de Estados Unidos.

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Para explicar el arte que hace hoy en día, y el que seguirá realizando en el futuro, Blanco se devuelve a más de tres décadas atrás para hablar del origen y de quien fue su gran maestra, la artista Débora Arango, que este 11 de noviembre cumple 118 años de su natalicio.

A pesar de que la pregunta del origen por su pasión en cada artista es relevante, en Blanco cobra más sentido al saber que, aparte de artista plástico, también es cantante y coleccionista. Como dato curioso, el nacido en Estados Unidos en una familia colombiana es cantante de ópera: este tenor lanzó Mateo Blanco 7.24, su primer disco, en 2009, en el que interpreta canciones que van desde el mambo hasta el vallenato, y hasta fue invitado a cantar en uno de los cumpleaños de George H. W. Bush en la Casa Blanca.

Volviendo a la respuesta, Mateo explica que eso sucedió en su infancia, en la cual sus padres dejaron Estados Unidos para venir a vivir en la capital antioqueña. Por una parte, la música vino de sus abuelos, a quienes recuerda cantar en los viajes familiares, y el arte de su madre, quien a la llegada a Colombia se dedicó a llenar la casa familiar de obras de artistas locales y nacionales.

“Empecé a leer la biografía y la historia de varios artistas colombianos. Visité sus estudios y compartí con ellos momentos inolvidables. En medio de todas esas conversaciones y de la investigación que estaba haciendo sobre los artistas en Antioquia, mi mamá me habló de una mujer maravillosa: Débora Arango. Entonces empecé a leer mucho sobre ella y a preguntar quién era, cuál había sido su vida y cuáles eran sus obras”, cuenta Blanco.

Así, mientras el canto lo aprendió en Prolírica e hizo parte de óperas como La Traviata, Rigoletto y Don Giovanni, en el arte el interés siempre fue conocer a los grandes, entrar a sus estudios y seguir haciendo más grande la fascinación por el qué hacer del pintor. En ese orden de ideas, lo siguiente era conocer a esa gran maestra que ya su madre le había mencionado al hablar de arte.

Pero no fue fácil. Casablanca, la que fue la casa de la artista y que ahora es un museo dedicado a su vida, “era un lugar muy hermético, no abrían la puerta, no contestaban el teléfono”, recuerda Mateo. Para cumplir esa promesa que se hizo a sí mismo, aplicó una táctica sencilla, pero finalmente exitosa. Fue en los noventa, en un día que pasó al frente de la casa, que le pidió a su conductor que frenara porque ese era el día. Para garantizar el logro, Blanco se inspiró en una lata tirada al otro lado de reja que le impedía la entrada: al verla, se le ocurrió lanzar su bolso, una maleta naranjada donde llevaba cuadernos y libros, para así ocasionar un estruendo que hiciera salir inmediatamente a las Arango. Así fue. Primero salió Elvira, la hermana y modelo favorita de Débora, quien lo invitó a tomar algo y de ahí conoció a la artista, quien par de visitas después se convertiría en su profesora.

Blanco y Débora en sus lecciones de pintura. FOTO Cortesía
Blanco y Débora en sus lecciones de pintura. FOTO Cortesía

De la artista, que falleció el 4 de diciembre de 2005, los recuerdos que tiene Blanco son muchos. Por ejemplo, que uno de sus pintores favoritos era El Greco y que alguna vez llegaron a hablar de que sería un sueño que las obras de la envigadeña llegarán algún día a las salas del Museo Metropolitano de Arte en Nueva York o a las del MoMA. “Yo valoro muchísimo su amistad y todo lo que hizo por mí. Soy quien soy, y he logrado lo que he logrado, gracias a ella. Su ausencia dejó un vacío que no se llena tan fácil. A veces quisiera viajar en el tiempo para compartir y aprender aún más de ella. Ella fue, y sigue siendo, el pilar de mi vida como artista. Por eso soy tan atrevido con mis obras, por eso hago lo que me provoca y lo que se me ocurre. Nunca me comparo con nadie; al contrario, admiro el talento de los demás”, cuenta Mateo, quien también asegura que una de las mayores lecciones que aprendió de Débora fue la rebeldía.

Además de llevarla en su vida y en su obra, el artista conserva alrededor de siete obras de Arango en su colección privada, entre las que se encuentran dibujos, acuarelas, esculturas y hasta un pincel que perteneció a ella. En sus cálculos de coleccionista experto, son más o menos 30 obras de la antioqueña que se encuentran actualmente en el mercado: algunas que vendió y otras que fueron regalos a familiares y amigos.

La tarea de Mateo ha sido reunir la mayor cantidad de estas piezas, no por su valor comercial, sino por reunir una colección que le permita llevar el trabajo de Débora por fuera de la que fue su tierra natal. Ahí es cuando afirma Blanco que una de las prioridades de su vida es visibilizar y destacar el trabajo de su maestra en Estados Unidos.

Ante la reciente polémica ocasionada por el intento fallido del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) de vender dos de las obras de Arango –quien donó en vida el gran número de sus obras a esta entidad–, el artista manifestó que estaba en desacuerdo con esta decisión y al mismo tiempo asegura que no hay quien pueda ponerle un precio a las obras de Arango. El mismo aclara que, si bien se encuentra en búsqueda de más piezas de ella, su objetivo siempre ha sido adquirirlas, no para enriquecer el valor de su colección, sino para que estás le den la vuelta al mundo y puedan llegar a algunos de los museos más importantes.

“Cuando uno menciona que hay una artista colombiana, los museos suelen mostrarse receptivos. Pero cuando les he compartido libros, imágenes e historias sobre Débora Arango, quedan fascinados. Se sorprenden y dicen: ‘¿Cómo no conocíamos su obra?’. Incluso, con solo una o dos fotografías quedan impactados. Preguntan: ‘¿Quién es ella?’. Y yo les respondo: ‘Débora Arango. Tienen que leer sobre ella.’ Me dicen: Esto es formidable. Nunca habíamos visto algo así. Es increíble una mujer con tanta fuerza. “Entonces les muestro otras obras y les dejo la tarea. Sí hay un interés muy grande. Yo mantengo una relación cercana con varios museos en Estados Unidos, y justamente eso es lo que estoy trabajando ahora”, relata.

Porque para él, al igual que para los periodistas y críticos que han escrito sobre Arango en los últimos meses debido a lo sucedido con el MAMM, todavía hay mucho que hacer con Débora, cuya obra continúa más vigente que nunca. Dice Mateo que mujeres, jóvenes y estudiantes –solo por poner un ejemplo– “disfrutarían en cantidades con una exhibición” de ella. “Nadie pudo con Débora. Al final, ella logró destacarse y se le hizo justicia en vida. Pero no ha sido suficiente. Todavía hay mucho por hacer por Débora Arango. Lo que se ha hecho hasta ahora es mínimo; el trabajo que nos espera con su legado es enorme.”, concluye.

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