Es un buen momento para el rock de España, y desde hace muchos años nos visitan en Colombia agrupaciones como Ilegales, Radio Futura, El último de la fila, Héroes del Silencio, Nacha Pop, Extremoduro, Los Rodríguez, Alaska y Dinarama, entre muchas otras.
Pero este momento es quizá de los más interesantes para esa nueva ola del sonido español que llega con la necesidad imperiosa de contar esta nueva realidad de Iberoamérica.
Desde hace unos años nos visita con agrado el sonido de una agrupación literaria por excelencia. Una que canta sus historias porque no le queda de otra, porque tiene la necesidad y responsabilidad de la creación de ambientes sonoros para las historias que viven.
Vetusta Morla es una banda que se reencuentra, que se aleja de sus influencias, que experimenta con el cadáver exquisito, con las luces que iluminan sus escenarios, con las texturas, con el terciopelo sonoro que le han dado los años de trabajo, de textos y de canciones compartidas.
Hoy lanzan un nuevo disco llamado Mismo sitio, distinto lugar, que es un mapa de encuentros y desencuentros, de melancolías y de finales abiertos que no quieren concluir. Como sus otras placas discográficas es un disco exigente literariamente, que nos deja interpretaciones abiertas para la escucha, nos encripta el mensaje en guitarras que se redescubren en cada canción y que nos pisa los talones con la melancolía de ese rock poético que se niega a morir.
A raíz de su lanzamiento, EL COLOMBIANO habló con Guillermo Galván, guitarrista y compositor de la banda.
¿Qué significa empezar a contar y componer otra historia?, ¿hacer un nuevo disco sigue siendo un reto?
“Por supuesto. Enfrentarse a un proceso creativo siempre es un reto y para nosotros es uno de los pilares fundamentales de trabajar juntos. Ese es el arte, cerrar un ciclo, terminar una gira, materializar un disco, y luego de eso, descansar y arrancar con la siguiente historia. Es un proceso muy excitante, lleno de adrenalina y vértigo, porque no sabes con lo que te vas a encontrar y Mismo sitio, distinto lugar, además, es un disco que refleja precisamente eso, el proceso de una banda que lleva tiempo haciendo discos y que intenta encuadrarse y volver a encontrar una identidad con la ilusión y la necesidad de hacer canciones y compartirlas con la gente”.
¿Qué tanto se permean del sonido del mundo?
“En otros de nuestros discos hemos tenido más referencias, o un trabajo más cercano a otras bandas, pero en este hemos intentado hacer una apuesta por la tabula rasa, por no tener ningún disco como referencia de cabecera y hacer una especie de juego constante que sabíamos por dónde nos iba a llevar, pero no sabíamos dónde iba a terminar. Y nos parecía bonito cambiar la manera de trabajar, una de las premisas era no intentar hacer canciones ni arreglarlas pensando en cómo iban a ser interpretadas en directo; eso a veces también limita. Pensando en ejercicios de otras bandas, como lo hizo The Beatles cuando decidieron tocar en directo y encontraron el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Esas son otras formas de acercarse a la canción y hacerlo de esa manera nos ha dado libertad y muchas posibilidades sonoras”.
¿Este disco es una banda sonora para qué?
“Es bonita la metáfora porque al final no dejamos de ser una especie de arquitectos que diseñan planos y escenografías que deben ser habitadas por la gente. Nosotros ponemos las paredes, los cuadros que son las canciones, y ellas terminan de conformarse, de tener sentido cuando la gente las escucha, las interpreta según su día a día, según su realidad. Las canciones al final son una especie de puerta mágica, que conecta la realidad con la ficción y lo intangible con el día a día de cada uno. La realidad nutre nuestras canciones de una manera muy directa, pero desde el punto de vista figurado, son bisagras que nos permiten vivir en los dos mundos”.